JOAQUÍN SOROLLA. 150 ANIVERSARIO
TARDE DE SOL EN EL ALCÁZAR DE SEVILLA

Con información de Blanca Pons-Sorolla


 

 

Al finalizar el año 1904, después de haber producido los últimos doce meses cerca de 250 obras, Sorolla se traslada a su nueva casa-estudio situada en el nº 9 de la madrileña calle de Miguel Ángel. Al año siguiente es nombrado miembro de honor correspondiente por la Sociedad de Artistas Franceses y presidente de la Sección de Artes Plásticas del curso 1905-1906 del Ateneo de Madrid. Este último nombramiento se prolongará hasta el curso 1910-1911. El número de retratos pintados en 1905 alcanza la treintena. En muchas de sus escenas de playa, pintadas el verano de ese año en Jávea, su mujer y sus hijos le sirven como modelos.

Del 11 de junio al 10 de julio del año 1906 se celebra en París, con gran éxito de público, de crítica y económico, la primera exposición individual de Joaquín Sorolla, titulada Exposición Sorolla y Bastida. Presenta un total de 450 obras en la Galerie Georges Petit. Se venden 65 cuadros por un importe de 230.650 francos. En muestra de agradecimiento Sorolla obsequia el cuadro La Elaboración de la Pasa en Jávea al Musée du Luxembourg. Actualmente dicha obra se conserva en el Musée des Beaux-Arts de Pau.

En junio de 1907 es nombrado socio correspondiente de la Asociación de Artistas Italianos de Florencia y presidente honorario del Círculo Valenciano de Buenos Aires, junto con Teodoro Llorente, Vicente Blasco Ibáñez, Mariano Benlliure y Salvador Giner. Un año después expone en las Grafton Galleries de Londres, donde le visita el hispanista estadounidense Archer M. Huntington, fundador en 1904 de la Hispanic Society of America, quien además de comprarle varios cuadros le propone llevar su obra a Nueva York; de hecho, en 1909 se inaugura en las salas neoyorquinas de dicha institución su exposición individual con el título Pinturas de Joaquín Sorolla y Bastida exhibidas por The Hispanic Society of America y Sorolla, muy bien acogido por la crítica de Nueva York, recibe por unanimidad la medalla de la Hispanic Society of America.

En el año 1910 viaja a Andalucía y pinta numerosos jardines y paisajes en Sevilla del 25 de enero al 12 de febrero, como Tarde de Sol en el Alcázar de Sevilla, en Granada del 13 al 24 de febrero, en Málaga del 25 de febrero al 2 de marzo, en Ronda del 15 al 17 de marzo y en Córdoba del 18 al 20 de marzo, fecha en que regresa a Madrid.

Los jardines de los Reales Alcázares sevillanos son únicos desde todos los puntos de vista. Se levantan sobre una extensa posesión árabe que, a lo largo de los siglos, ha sufrido muchas transformaciones. La parte más antigua es contemporánea de los jardines de la Alhambra, pero se distingue de estos por las intervenciones posteriores de Carlos V y Felipe II que mezclaron el lenguaje islámico con dialécticas manieristas. La última transformación es relativamente reciente en tiempos de Sorolla, de 1857. La síntesis de los diferentes estilos ha sido siempre uno de sus principales valores. A todos los pequeños jardines les unía la tradición hispanoárabe en el uso de la cal, el azulejo o la compartimentación en pequeños espacios en torno a fuentes centrales.

Sorolla se había sentido atraído por la jardinería italiana, como muestran los dibujos de la Villa Farnese de Roma -conservados en el Museo Sorolla- y había disfrutado enormemente en los jardines de La Granja de San Ildefonso en los años inmediatamente anteriores. La configuración de los Reales Alcázares tuvo que atraerle obligatoriamente. Además el jardín andaluz estaba muy de moda en estos años.

Sorolla era consciente de esta popularidad, y además durante su estancia sevillana tenía la necesidad de producir obras para una gran exposición en Londres; sin embargo, aunque no le escapara el aprecio que por estos asuntos tenía el público extranjero, como buen regeneracionista no estaba dispuesto a pintar españoladas. Tenía una buena prevención frente a los tópicos castizos que habían explotado los pintores románticos y que él rechazaba de forma categórica. Y así, salvo los jardines de los Reales Alcázares no encontró más motivos para pintar en Sevilla. Sorolla odiaba las corridas de toros, pero era consciente de la riqueza cultural de todos los pueblos y de la necesidad de interpretar fielmente la identidad de cada región.

Con su pintura Sorolla conciliaba el afán europeizador con su defensa del patrimonio cultural y la reivindicación de lo español y lo regional, identidades presentes en su pintura. Los jardines históricos expresaban, por supuesto, esa identidad y no podían, por así decirlo, "prostituirse". Joaquín Sorolla se había propuesto como objetivo estudiar el origen y carácter original de los jardines españoles, que cada vez más se encontraban por entonces en estado de semiabandono. Pero a pesar de todo Sorolla en los jardines encontraba la paz.

 

FUENTES: PONS-SOROLLA, Blanca. Sorolla. Obras Maestras,
Barcelona, pp. 207-209; http://variosestilospictoricos.blogspot.com.es

 

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