UN PROBABLE CRUCIFICADO DEL CÍRCULO DE PEDRO DE MENA EN COLOMBIA

Jesús Andrés Aponte Pareja


 

 

El tráfico de escultura policromada destinada al culto religioso constituyó uno de los grandes filones del comercio entre España y sus colonias en Latinoamérica. Dicho tráfico tuvo su periodo de mayor apogeo durante la segunda mitad del siglo XVI, mermando considerablemente durante la siguiente centuria a causa de la creación, en parte gracias a la llegada de escultores y obras provenientes de la Península Ibérica, de las escuelas escultóricas en los territorios colonizados. Sin embargo, durante la segunda mitad del siglo XVII, algunas obras continuaban siendo importadas a estos territorios; en la mayoría de los casos, formando parte del equipaje de algún funcionario público o religioso, conservándose en la actualidad algunos pocos ejemplos.

La mayor parte de las esculturas exportadas hacia las Indias, como ya es bien conocido, provenían de la escuela sevillana, bien sea por las obvias facilidades de embarque desde el puerto del Guadalquivir o por la gran calidad artística alcanzada en sus talleres, no dejando por estas razones de ser requeridas esculturas provenientes de otros centros de producción. La ciudad de Granada, por ejemplo, desarrolla paralelamente a Sevilla una gran escuela escultórica, contando entre ambas muchos puntos de conexión a lo largo de sus etapas evolutivas.

Un gran imaginero perteneciente a la escuela granadina que enlaza su estética con la escuela sevillana a través de su maestro Alonso Cano y de quien se conocen obras remitidas a las indias es Pedro de Mena y Medrano. Escultor nacido en Granada que, en principio, copia modelos de Alonso Cano, distanciándose luego del arte de su maestro al trasladarse a Málaga en donde muere y desarrolla su estilo más personal.

A diferencia de Cano, inclina Pedro de Mena su estética a la representación de arquetipos ascéticos y dramáticos, así como pasionales. Entre sus temas de mayor difusión se encuentran las parejas de bustos de Dolorosas y Ecce Homo, de las cuales se conservan numerosos ejemplos en España. El escultor granadino enviará sendas parejas del mismo tema a las iglesias jesuíticas americanas de la Profesa, en Ciudad de México, y de San Pedro en Lima, sus únicas obras hasta ahora identificadas en el continente latinoamericano.

 

 

No obstante, se encuentran otras tallas en Colombia que parecieran pertenecer al propio escultor o a su círculo más inmediato. Por ejemplo, en la antesacristía del templo de San Francisco de Santa Fe, de Bogotá, oculto al público, se encuentra un magnifico crucificado de 165 centímetros, el cual pude contemplar y fotografiar gracias a la gentileza del padre Luis Fernando Benítez, guardián del templo franciscano en Bogotá. En sus características formales emplaza a la estética del escultor granadino.

Mena, a pesar de contar en su producción con un gran número de representaciones de asunto pasional, en lo que respecta al tema del Crucificado es muy poco lo que se conoce que con seguridad le pertenezca. Muchos Cristos Crucificados le han sido atribuidos, pero con certeza solo se conocen dos de su mano: el pequeño que porta la Santa María Magdalena del Museo Nacional Colegio San Gregorio de Valladolid (antiguo Museo Nacional de Escultura) y el que perteneciera a la Iglesia de Santo Domingo de Málaga, desafortunadamente desaparecido en los sucesos de 1931, perdiéndose junto a la mayor parte de los enseres de dicho templo.

Dentro de los Crucificados que se le atribuyen, sobresale por la gran cercanía a su plástica el Cristo del Perdón, de la Catedral de Málaga, relacionado con gran acierto por José Luis Romero Torres.

De igual forma, el Crucificado franciscano de Bogotá es una estupenda escultura que posee no pocos elementos formales que lo relacionen con Pedro de Mena o su entorno. De manera similar a los Crucificados mencionados, está representado colgando desplomado del madero, conservando la morbidez de un cuerpo que acaba de morir, distanciándose de los anteriores al no presentar el defecto en la desproporción de los brazos con respecto al cuerpo. Como los Crucificados españoles, el colombiano inclina la cabeza sobre el hombro derecho, mostrando en la composición de su cabellera, en el peculiar gubiado de la barba bífida, en su nariz aguileña de tipología (parecida a la del Crucificado de la iglesia malagueña de Santo Domingo), y en la patética y serena inexpresividad de su rostro, características formales muy personales del maestro granadino.

 

 

La relación con Pedro de Mena también es patente en la anatomía de este estilizado Cristo colombiano. El tórax aparece hinchado, y sus elementos anatómicos poco detallados. La policromía, conservada en aceptable estado, es mate y de tonos suaves. El abdomen está ligeramente hundido, y el paño de pureza viene sujeto por un cordón de forma similar al del Crucificado malagueño de Santo Domingo, solo que en este caso deja ver la cadera izquierda y se anuda al lado derecho, agitándose al caer a la manera como Felipe de Ribas, colaborador de su maestro Alonso Cano, lo haría en Sevilla.

El Crucificado de Bogotá está considerado, dentro del Catálogo de Bienes Muebles del Ministerio de Cultura de Colombia, como una obra anónima sevillana del siglo XVII. En mi concepto responde más a la estética desarrollada por Pedro de Mena en Granada y Málaga, pudiendo atribuir esta escultura, a tenor de lo ya expuesto, si no directamente a las gubias del maestro, sí a su círculo inmediato.

Como ya dijimos, de Mena solo se han identificado cuatro esculturas en todo el continente, pero es posible que aún se encuentren en Colombia otras esculturas comprometidas con su estilo. Por ejemplo, en el Museo de la Casa del Marqués de San Jorge, también en Bogotá, existe una pequeña imagen que representa a San Antonio de Padua, que de igual forma se puede relacionar con Mena.

Resulta muy significativo que, después de la primera mitad del siglo XVII (época en que las escuelas escultóricas de los nuevos territorios conquistados estaban ya consolidadas, y por tanto la importación de obras desde España había descendido), hayan llegado esculturas a estos territorios procedentes de un foco artístico distinto al de la ciudad de Sevilla y, en este caso, que adeuden la plástica de un insigne escultor como Pedro de Mena, lo que sin duda es prueba de la gran acogida dispensada en vida a la estética de su arte.

 


 

BIBLIOGRAFÍA

ROMERO TORRES, José Luis. "Un Nuevo Crucificado de Pedro de Mena", publicado en la revista malagueña Jábega, nº 35, año 1981, Diputación Provincial de Málaga, pp. 13-20.

www.lahornacina.com/semblanzaspedromena.htm

 

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