LAS TENTACIONES DE SAN ANTONIO (IV)

24/01/2023


 

 

En esta pintura de nuevo nos encontramos con una escena en la que el santo está siendo amenazado violentamente por una horda de terroríficas criaturas demoníacas: un león con cuernos; un hombre con garras y alas de murciélago; un extraño cuadrúpedo escamoso con cola de lagarto, alas y cabeza humana; y una monstruosa figura femenina con colmillos que agita una serpiente y se asemeja a una gorgona.

Sin embargo, en este caso las plegarias de San Antón mirando al cielo en busca de ayuda han obtenido respuesta y Cristo desciende sobre un lecho de nubes celestiales sostenido por ángeles para espantar a los demonios, que braman despavoridos ante la aparición divina. La escena se desarrolla frente a la boca de una cueva, que en sí misma forma parte de un amplio paisaje.

Según su biógrafo contemporáneo, San Atanasio, el demonio primero trató de acosar al "padre del desierto" con hastío, pereza y fantasías sexuales, y, cuando estos fallaron, recurrió a bestias y monstruos. Antonio se hizo famoso por haber resistido los intentos del diablo para sacarlo de su virtud monástica.

Este pequeño cuadro (49,5 x 34,4 cm) forma parte de una serie de pinturas al óleo sobre cobre que Annibale Carracci (Bolonia, 1560 - Roma, 1609) realizó poco después de su llegada a Roma en 1594. En el siglo XVI, los artistas del norte que vivían en Roma, como Paul Bril y Adam Elsheimer, pintaron versiones de tan dramática escena, con las que Carracci quizás estaba familiarizado. El tema resultaba irresistible para los artistas y fue especialmente popular entre los pintores holandeses y alemanes como El Bosco o Martin Schongauer.

La versión de Carracci es un ejemplo supremo de narrativa comprimida, lograda a través de una iluminación dramática y una composición estrictamente controlada. Para compensar el formato vertical de la pintura, el pintor ha construido la composición sobre fuertes diagonales. La línea del cuerpo de San Antonio se repite en la del demonio con las garras alzadas, en el contorno de la roca y en las figuras de Cristo y los ángeles que se ciernen sobre ella. El color y la luz también se utilizan para dilucidar la historia. Los tenues tonos terrosos del paisaje, el atuendo del santo y la carne y el pelaje de los monstruos que aparecen en la mitad inferior -los puntos de luz brillan en los dientes, los ojos y las garras- contrastan vívidamente con el rosa claro y el azul de las prendas de Cristo, las esponjosas nubes blancas y el cabello dorado de los ángeles que aparecen en la parte superior de la pintura. Una luz brillante cae desde la derecha, en su punto más fuerte sobre las piernas de Cristo, y con un tono más suave cuando ilumina las garras extendidas del monstruo central. La caverna actúa como telón de fondo teatral, empujando a los personajes principales al frente de la imagen.

Pintada hacia 1598, no se sabe con seguridad quién fue el cliente. Quizás fuese realizada para el cardenal Scipione Borghese, sobrino del papa Pablo V, pues aparece registrada en 1650 en Villa Borghese. En 1672, Bellori la describió con entusiasmo en su lista de pinturas que Annibale Carracci hizo para clientes privados.

 

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