III CENTENARIO DEL NACIMIENTO DE FRANCISCO SALZILLO (VII)
PRENDIMIENTO (MURCIA)

Elías Hernández Albaladejo y Cristóbal Belda Navarro


 

 
 
Foto: Ramón José Túnez Reche

 

Dos años después de su ejecución, el paso de la Sagrada Cena para la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno tuvo su continuidad narrativa con el Prendimiento, para el que el maestro Francisco Salzillo hubo de sustituir el que había realizado en 1736. Así, la unidad compositiva de la Cena se disgregó en dos momentos diferentes para mostrar los instantes representados por el arresto de Jesús y la violenta acción de Pedro.

A diferencia de lo realizado para la ciudad de Cartagena -el Prendimiento era el paso titular de la llamada Cofradía de los Californios y, además, Francisco Salzillo sólo intervino para solucionar las deficiencias del grupo realizado por su discípulo Juan Porcel en 1747- la escena murciana venía obligada por la continuidad argumental de una procesión determinada por la unidad del relato.

Antes del Prendimiento ya desfilaban la Oración en el Huerto y la Sagrada Cena, grupos previos a la traición consumada en el fatídico Beso de Judas, de forma que el espectador se sentía comprometido con los efectos psicológicos del drama y podía valorar la entidad moral de cada protagonista.

Cristo ocupa el centro acompañado de Judas, los dos antagonistas propuestos bajo un sutil juego de intenciones fisiognómicas como retrato y espejo del bien y del mal. La actitud esquiva, profundamente digna del primero, y la forma de mirar y aceptar el beso convenido como señal de identificación, alentaba el deseo de provocar sentimientos asociados a la capacidad expresiva de los rostros para representar los estados del alma. A la dignidad ética de Cristo se opone la torva y faunesca expresión del semblante de Judas, más afeado que de costumbre. Fue, seguramente, éste el motivo por el que Emilia Pardo Bazán quedó cautivada por la cabeza morena, de delicadas facciones, de modelado viril, que respira, llora y sufre, del Jesús del Prendimiento.

Pero el significado del paso no acabó ahí, sino que tuvo su continuidad dramática en el gesto espontáneo de Pedro, volcado, espada en mano, sobre el aterrorizado Malco caído a sus pies. El apóstol, modelo inconfundible de perfección anatómica y de incomprensible elegancia, comparte, en medio de una terrible acción, el protagonismo de las otras figuras, llegando a ser incluso uno de los motivos principales del paso.

Fue un recurso muy del gusto barroco jugar con los sentidos y proponer fragmentarias visiones a la imaginación obligada a recorrer todo el escenario para encontrar su incompleta unidad por medio de visiones sucesivas. En la arquitectura, tal efecto se alcanzaba a base de combinaciones espaciales y de perspectivas cambiantes descubiertas a medida que se avanzaba por sus espacios. En la escultura, destinada a un fin dotado de inmejorables condiciones teatrales, Francisco Salzillo utilizó recursos capaces de dirigir y orientar la mirada a la diversidad de acciones representadas y a establecer juegos de equivalencias tan claros como los derivados de la función asignada a cada personaje: la dignidad de Cristo, la tradición de Judas Iscariote, la defensa de San Pedro, el horrorizado Malco y el impasible soldado preparado para cumplir su implacable misión.

 

 
 
Foto: Juan Ángel García Moreno

 

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