LA OBRA DE LUIS SALVADOR CARMONA (VI)
SAGRADA FAMILIA - ESTEPA (SEVILLA)

Ezequiel Díaz Fernández


 

 

 

El grupo de esculturas de Luis Salvador Carmona en Estepa (Sevilla) constata la categoría artística de uno de los escultores españoles más importantes del siglo XVIII. Su producción escultórica se inicia con un estilo propio del tradicional barroco castellano y andaluz, prosigue con la adopción de caracteres cortesanos de influencia italofrancesa, se adentra a continuación en la suntuosa estética rococó para finalmente ser partícipe de la mesurada corriente neoclasicista. El conjunto escultórico de Carmona en Estepa se explica por varias teorías.

Juan Bautista Calderón y Ayala, VII Marqués de Estepa, ministro y benefactor de la Orden Tercera Franciscana estepeña y residente en la capital madrileña, debió conocer al escultor castellano que también estaba vinculado a la seráfica orden en Madrid -su padre, Luis Salvador, era miembro de dicha Orden Tercera, y el propio Salvador Carmona fue amortajado con el hábito franciscano-. Otro aspecto interesante será que el marqués fue Gentilhombre de Cámara de su Majestad, por lo tanto como hombre cortesano pudo conocer el ambiente en el que actuaba Luis Salvador Carmona. Además, hay que tener en cuenta el prestigio alcanzado por Luis Salvador Carmona ya desde mediados del siglo XVIII, no sólo en la Corte, sino en gran parte de España. No en vano sus obras se hallan diseminadas por casi todo el país.

Todas estas suposiciones y conjeturas se contrastan documentalmente por la existencia de una deuda de mil reales que tenía el Marqués de Estepa con el escultor por la hechura de una cabeza y manos de un Nazareno para Estepa. Al parecer, se afirma que las obras estepeñas de San Francisco de Asís, San Juan Bautista y el Nazareno fueron ejecutadas en Madrid por el castellano y enviadas por el marqués a sus respectivos oratorios, ya que éste como patrono de los templos de su marquesado, debía atender a su culto y decencia.

La Sagrada Familia de la Parroquia de San Sebastián fue considerada en anteriores investigaciones "carente de valor o bien de escuela granadina (del siglo XVIII)". Observamos en este grupo escultórico numerosos rasgos estilísticos carmonescos que nos sugieren una posible vinculación con la producción del vallisoletano.

Apreciamos en el rostro de San José (frente limpia, lánguida mirada, ojos abatidos, cejas enarcadas, sutil fruncimiento del ceño, boca entreabierta, tenue modelado ascético en mejillas y pómulos, y compacta barba) una interesante relación estilística con el del Patriarca de la iglesia madrileña de San José, con el de la Parroquia de Santa Marina de Vergara y con el de la Iglesia de los Santos Juanes de Nava del Rey, entre otros.

Los rasgos faciales de la Virgen (rostro ovalado y redondeado con cejas arqueadas y marcadas, nariz recta y larga, boca entreabierta y pequeña, ojos lánguidos perdidos, ligera papada y carnación brillante de tono blanquecino) los podemos encontrar en las Vírgenes del Rosario de Azpilcueta y Vergara, en la Virgen del Patrocinio de Loyola y, de manera especial, en la Virgen del Socorro de la localidad cacereña de Las Brozas.

La bella cabeza del Niño Jesús, recortada por una rizada y enmarañada cabellera, la mofletuda complexión de su dulce faz, las gruesas y blanquecinas carnaciones, el vigoroso porte y la delicada expresión vinculan esta obra con otras carmonescas, como los Niños de los mencionados Patriarcas de Madrid y Vergara o el Niño que acompaña a San Mateo en la Iglesia del Rosario de La Granja.

El arraigado corpus barroco de Luis Salvador Carmona se cimenta, entre otros aspectos, en la influencia de su maestro Juan Villabrille y Ron, y en el conocimiento de las elegantes e influyentes obras de los maestros Gregorio Fernández y Pedro de Mena conservadas en Madrid y Nava del Rey. Del estilo seiscientista tomó el gusto por las composiciones abiertas, por una estructuración dinámica de sentido diagonal, junto con el movimiento berniniano de los ropajes llevados por el viento. Con la evolución estética hacia el rococó, la vinculación e influencia de Domenico Olivieri reportará a su obra la aristocrática distinción de una elegante vitalidad que reconocerá al académico como uno de los "grandes e insignes artífices, héroe en su facultad de inmortal memoria, la que dejó y quedará perpetuada en las mudas, si bien vivas, hechuras de su mano".

 

 

FUENTES: DÍAZ FERNÁNDEZ, Ezequiel. "La obra cacereña y sevillana de Luis
Salvador Carmona: concomitancias estilísticas", en Norba-Arte, XXIV, 2004, pp. 105-116.

 

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