ROQUE LÓPEZ (I)
SANTA CECILIA

José Alberto Fernández Sánchez


 

Especial con motivo del 200 aniversario de la muerte del escultor murciano Roque López,
considerado el mejor discípulo de Francisco Salzillo, sobre el que también se dice ahora que su categoría
supera los juicios que el tiempo y los entendidos le han asignado a lo largo de la historia.

 

 
 

 

Roque López fue el más conocido continuador del taller de Salzillo una vez fallecido éste en el año 1783. Su labor específica lejos de la supervisión del maestro se centró en las décadas finales del siglo XVIII y los primeros años del XIX, cuando se convirtió en el principal referente de la escuela murciana de imaginería. A pesar de que tales antecedentes lo convertirían en un personaje de singular interés su labor ha permanecido silenciada, a la sombra de los grandes maestros del Barroco, escaseando los estudios centrados en su obra.

La mayor parte de dichos estudios lo han catalogado como un simple y anacrónico continuador de la estela salzillesca tratándolo de refilón y, la mayor parte de las veces, influidos por las consideraciones que sobre él vertieron algunos eruditos de la centuria decimonónica como Díaz Cassou. No fue hasta 1949 cuando Sánchez Moreno le dedicó un artículo que habría de convertirse en referencia documental imprescindible a la hora de tratar su trayectoria y en el más serio de los intentos por aportar algo de luz a su figura.

Sin embargo, el juicio de valor que emitió el citado estudio acabó determinando el descuido que, hasta la fecha, se ha tenido hacia Roque López dado que señaló como elemento significativo de su obra la escasa valentía para ir más allá de lo aprendido por una reiteración bien manifiesta, acaso por temor a quedar corto y quién sabe si hasta por un prudente escrúpulo para no comprometer el crédito "industrial" de que ya se gozaba. Ciertamente, a nadie escapa que gran parte de la producción del discípulo de Salzillo se vertebrará en torno a la reproducción de los tipos iconográficos del maestro, si bien cabría romper una lanza a su favor por cuanto supo imprimirles unos rasgos propios y definitorios lo que, sin duda, lo descartarían de ese grupo de meros copistas que abundaron a lo largo de las centurias siguientes.

Sin entrar en criterios comparativos que desbaratasen la labor creativa de Roque López, lo cierto es que sus piezas parecen carecer de ese halo creador de que las dotara su maestro, de esa intensidad vital y realista que tanto las caracterizaran. El imaginero de la Era Alta, por el contrario, no parece afectado en toda su carrera de pretensión realista alguna; es más, no se amedrenta por predicar en miradas perdidas, facciones extremadas (por no decir imposibles) y conversaciones anecdóticas, todo ello con un tono de ingenuidad que, en ocasiones, parece reflejo de determinadas porcelanas rococós (como en el caso de su conocido paso de la Samaritana para la murciana Archicofradía de la Sangre).

Lo que resulta incuestionable es que si figuras como Bussy y Duparc supusieron para Murcia el comienzo de su Siglo de Oro escultórico y Salzillo junto a la fachada de la Catedral su apoteosis, Roque López abanderó su inevitable opúsculo: el cierre de una centuria gloriosa para la ciudad.

Es por ello que el presente artículo, más que hacer un estudio exhaustivo de su vida y su obra (objetivos que superarían la limitación de estas páginas), pretende trazar un puente entre algunas obras e intervenciones del artista y el contexto que las rodeó. En este marco es donde se intuye cierta relación de López con sus condicionantes sociales (que no eran ya los de la época de Salzillo) y, por lo tanto, donde es presumible encontrar cierta originalidad y hasta personalidad en sus piezas.

Roque López no supone una continuación de la obra de Salzillo porque los derroteros que supo intuir el genial artista Barroco apreciaban la llegada de unas corrientes revitalizadoras de lo clásico, de la compostura, del equilibrio... Por mucho que una de sus piezas más elegantes y refinadas como el Resucitado de Lorca (Murcia) muestre ciertas dosis de clasicismo ha de considerarse como un episodio aislado y sin continuidad en obras posteriores. Por ello, no parece razonable tratarlo como continuador pues no prosiguió una evolución sino que proyectó su carrera hacia planteamientos bien distintos.

Si algo hay de la estela de Salzillo, al margen de la admiración lógica que mostraría hacia las obras de su maestro, no cabría interpretarlo en clave de consecución artística: es razonable pensar que López participó más discretamente de las inquietudes intelectuales de su maestro y del academicismo que había de llegar a través de los postulados de la escuela de la Sociedad Económica. No en vano, el escultor contemporáneo Pedro Juan Guissart llegó a mantener un pleito con el imaginero murciano al que consideraba poco apto para este tipo de trabajos al no permanecer en la órbita de la monárquica Academia de Bellas Artes.

La más razonable interacción de López en los movimientos artísticos que le fueron contemporáneos cabría destacarla por su participación de ciertos gustos tardo-barrocos, de cierta exquisitez, como los que destacan en su bella imagen de Santa Cecilia de la cofradía de músicos del Monasterio del Corpus Christi (Las Agustinas) de Murcia. Además, la reducción de los cánones de las imágenes si cabe adscribirse razonablemente a los planteamientos academicistas toda vez que se imponen una serie de imágenes de tamaño menor al natural que se alejan, ciertamente, de la dinámica escultórica de los siglos precedentes.

Más allá, y conforme se complique la situación político-económica en España, y en general en todo el conjunto europeo, el artista abandonará parte de estos postulados para centrase en un estilo de cierta complejidad semiótica: en efecto, las líneas maestras que va a proponer López hasta su muerte en 1811 no responden a lo que, a priori, cabría denominar como respuesta artística de su tiempo y si a una interpretación personal de las complejidades sociales que le rodeaban.

 

Nota de La Hornacina: prólogo con información de Pedro Soler.

 

FUENTES: FERNÁNDEZ SÁNCHEZ, José Alberto. "Roque López en la invención del eterno murciano:
La consumación iconográfica del barroco como lenguaje autóctono", en Imafronte, nº 19-20, 2007-2008, pp. 25-49.

 

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