RICCI/CARREÑO. 400 AÑOS
TEMAS HISTÓRICOS

Con información de Jesús Abades


 

   
 
 
Auto de Fe por Francisco Ricci
Museo del Prado

 

Discípulo de Carducho, Francisco Ricci fue sobre todo un gran decorador y un fecundo y rápido ejecutante. Realizó un gran número de trabajos para Castilla y Extremadura, tanto decoraciones murales como pinturas de caballete y escenografías teatrales. A pesar de lo mucho perdido de su obra a lo largo de los siglos, su catálogo es muy extenso y sigue sin resultar fácil de completar por la dispersión de sus cuadros.

La pintura al fresco debió ser dominada por Juan Carreño de Miranda desde joven y por esta habilidad hubieron de venirle los primeros encargos para Palacio; en lo que también ayudaría Diego de Velázquez, cuyos retratos estudió y copió el joven Carreño con singular pericia. Ambos llegaron a ser amigos, llegando a declarar Carreño a favor de Velázquez en las informaciones para recibir el maestro sevillano el hábito de Santiago.

 

   
 
 
Fundación de los Trinitarios por Juan Carreño de Miranda
Museo del Louvre

 

El cuadro que probablemente más se ha reproducido para ilustrar a la Inquisición Española es el Auto de Fe en la Plaza Mayor de Madrid pintado por Ricci. Este monumental óleo sobre lienzo (277 x 428 cm), que cuelga en el Museo Nacional del Prado de Madrid, posee un marcado carácter costumbrista. Representa el Auto de Fe celebrado en Madrid el 30 de junio de 1680, a raíz del cual el monarca Carlos II prestó juramento real de perseguir a los enemigos de la fe católica. El auto, celebrado en la Plaza Mayor, duró toda una jornada.

Pese a la opinión de numerosos expertos, compartimos la opinión de Lafuente a la hora de primar la curiosidad sobre el interés artístico en dicha obra, pintada por Ricci en 1683. Aunque constreñida la creatividad del autor por las férreas instrucciones del encargo, no cabe duda que ésta cercana imagen de lo que fue el Auto de Fe general -ya por aquellos años en franca decadencia- posee un gran valor testimonial. En una cartela situada en el ángulo inferior derecho del cuadro aparece información de tan terrible acto litúrgico.

Mayor carga religiosa que la anterior posee la obra que analizamos de Carreño, ya que recoge la visión divina de San Juan de Mata en 1193 durante la celebración de su primera misa en París, según narra un relato del siglo XIII. La pieza se titula Misa de Fundación de la Orden de los Trinitarios (1666) y representa dos escenas: la principal, en la que aparece un ángel con las manos sobre dos esclavos arrodillados -en el momento de elevación de la hostia-, y una complementaria -conectada a lo lejos con los sucesos del templo por una terraza-, en la que el santo se encuentra con Felix de Valois, quien apoya su decisión de fundar la orden para liberar a los cristianos cautivos de los musulmanes. Todo ello coronado por una gloria con la Trinidad y ángeles músicos.

En este último caso sí hablamos de una obra maestra indiscutible. En realidad se trata de un óleo sobre lienzo, también de proporciones colosales (500 x 315 cm), que fue encargado a Ricci y Carreño para el altar de la iglesia de los trinitarios de Pamplona, quienes lo acogieron en un primer momento con rechazo por su atrevida puesta en escena heredada de los modelos flamencos e italianos. Ricci fue el inventor de la composición en líneas generales, como lo demuestra un dibujo conservado en la galería florentina de los Uffizi, pero la ejecución es totalmente de Carreño, que además firma el cuadro. Varias fueron las obras conjuntas de ambos autores, las cuales estudiaremos en su momento. Ésta en cuestión, totalmente anacrónica al colocar el episodio de la fundación en la España de su tiempo, se conserva actualmente en el Museo del Louvre de París.

 

FUENTES: GONZÁLEZ DE CALDAS, Victoria. ¿Judíos o Cristianos? El Proceso de Fe. Sancta Inquisitio, Sevilla, 2000, pp. 64-65; BATICLE, Jeannine. "La Fundación de la Orden Trinitaria, de Carreño de Miranda", publicado en Goya: Revista de Arte, nº 63, Madrid, 1964, pp. 140-153; LAFUENTE FERRARI, Enrique. Breve Historia de la Pintura Española, vol. II, Madrid, 1987, pp. 364, 366 y 374.

 

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