RETABLOS II (9)
RETABLO DE SAN ESTEBAN DE SALAMANCA

Alfonso Rodríguez Ceballos


 

 

El retablo de la iglesia dominicana de San Esteban mide dieciséis metros de ancho por veinticuatro de alto. Se compuso de madera de pino que su autor, José de Churriguera, hizo transportar de los pinares que tenía arrendados en Balsaín (Segovia) y Soria. Además se utilizaron otros cien troncos que la Casa Ducal de Alba regaló al convento de sus posesiones en Piedrahita.

Costó 13.000 ducados, mientras que su dorado y estofado, que no se pudo realizar hasta pasados cuarenta y cinco años por un equipo muy numerosos de batihojas, valió 14.500 ducados. Sobre varias manos de yeso, alisado con formones y escofinas, se aplicó "oro limpio, de buen color y cuerpo, sin mezcla de otro metal aunque sea plata", bruñéndolo a continuación con mucho cuidado para que no quedasen sombras. Solo se pintaron y estofaron las imágenes de escultura del retablo.

Entablado por José de Churriguera entre los años 1692 y 1694, este retablo aporta indudables novedades formales que es preciso recordar. Su planta es absolutamente semicircular, resuelta con una maestría pocas veces alcanzada, lo que comporta que el cierre del ático se haga mediante el sistema de cascarón o cuarto de esfera, introducido por primera vez en Salamanca.

Al lado de las columnas salomónicas se emplea, también por primera vez, el estípite como soporte, si bien tímidamente aún y en pequeña escala, flanqueando el expositor del Santísimo; la decoración no solo es de gran aliento y talla relevada, sino que pierde todo residuo de la dureza que todavía se percibía en la anterior ornamentación del estilo "auricular", empleando únicamente Churriguera tallos vegetales muy flexibles y golpes de hojarasca de carácter plenamente realista, no el cartucho formado por la materia blanda y gelatinosa de los cartuchos de aquel estilo. Tal decoración alcanza su clímax en los enormes cogollos antepuestos a los netos de las columnas y a la clave del cascarón, que fueron como la firma del artista, objeto más adelante de múltiples copias e imitaciones. Sin embargo, la ornamentación no enmascara la estructura arquitectónica del orden gigante de las columnas, sino únicamente la envuelve y enmarca, campeando de tal manera la estructura básicamente arquitectónica que acaba imponiendo su ley al conjunto y las calles quedan minimizadas así como el aparato iconográfico, reducido a escasas pinturas y esculturas. De esta suerte Churriguera demostró que era no un mero decorador, como muchas veces se ha escrito a la ligera, sino un genuino y formidable arquitecto.

El tabernáculo no solo confirma este último punto de vista, sino que constituye un verdadero "retablo dentro del retablo", pues la idea del artífice fue erigir un formidable dispositivo escenográfico que enmarcase el expositor. Pocas veces un retablo posee, como éste, un sentido eucarístico tan paladinamente expresado y raras veces se justifica tanto como aquí el uso de pámpanos de vid enroscándose al fuste de las columnas salomónicas.

El talante escenográfico del retablo se acrecienta cuando sabemos que el lienzo de la Asunción de la Virgen, que originariamente cubría el expositor, podía hacerse subir y bajar mediante un juego de poleas, maromas y manivelas, como el telón de embocadura de un teatro. Es muy probable que Churriguera hubiera conocido el retablo de la Sagrada Forma en la sacristía del monasterio de El Escorial, donde también se empleó este recurso para subir y bajar la pintura de Claudio Coello, si se tiene en cuenta que este pintor actuó como garante y fiador en el contrato del retablo salmantino con fray Pedro Matilla.

Es tal el sentido eucarístico que se quiso transmitir con este retablo, alcanzando de paso su más perfecto grado de desarrollo, que el martirio del protomártir cristiano San Esteban, pese a ser titular del templo, quedó relegado a la pintura de Coello en el ático, y las estatuas de los fundadores de las órdenes monásticas, San Francisco y Santo Domingo, a lugares insignificantes de las calles laterales. Todas las imágenes del retablo, de tamaño mayor del natural, fueron realizadas por José de Churriguera, que era también escultor.

Para la ejecución de esta obra cumbre, que constituye el mejor exponente de la modalidad del Barroco llamada churrigueresca por su autor, José de Churriguera contó con la ayuda de sus hermanos Joaquín y Alberto.

 

FUENTES: RODRÍGUEZ CEBALLOS, Alfonso. "El retablo barroco en Salamanca:
materiales, formas, tipologías", publicado en Imafronte, nº 3-5, Murcia, 1987-1989, pp. 225-228.

 

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