RETABLOS II (8)
RETABLO DE SAN MIGUEL DE VALLADOLID

José Manuel Casado Paramio para www.museoferias.net


 

 

Este Retablo de San Miguel del Museo Diocesano y Catedralicio de Valladolid, procedente de Corrales de Duero (Valladolid) y restaurado en 1972, fue atribuido ya en el año 1973 por Martín González al Maestro de Osma, confirmando así la asignación de Post. Formó parte de la exposición Comercio, Mercado y Economía en Tiempos de la Reina Isabel, organizada en el año 2004 por la Fundación Museo de las Ferias.

La tipología es propia de la zona soriana del Duero, que en realidad se puede considerar una evolución del tríptico flamenco, pero de mayor formato y estabilidad. Realizado sobre una sola tabla, a través de los añadidos superpuestos, se conforma en tres calles y dos cuerpos, incluyendo la mazonería con tracería gótica. Los doseletes mezclan arcos apuntados y conopiales de complicadas cresterías caladas.

Las cinco pinturas representan escenas del arcángel San Miguel tomadas de la Leyenda Dorada. En la calle central se muestra a San Miguel vestido con armadura coetánea. Su mano izquierda sostiene una balanza en la que dos almas, representadas por un hombre y una mujer, son pesadas, mientras con la derecha alancea al demonio. Éste aparece con cola, pechos de mujer terminados en garfios, cuerno retorcido y exacerbadas facciones que califican a su autor de gran imaginación e ingenuidad. La escena se desarrolla en un enlosado de baldosas dispuestas en perspectiva. Sobre su cabeza, el nimbo dorado realizado en "picado de lustre", permite leer "Micael Arcángel", acompañado de un fondo de cardos y alcachofas.

La otra representación de San Miguel en lucha contra el mal se simboliza por el dragón y sus secuaces que aparecen en la calle izquierda y segundo cuerpo, que sigue al pie de la letra la Leyenda Dorada donde dice: "Él fue el que luchó contra el dragón y sus secuaces, arrojándolos del Cielo".

Pero la originalidad narrativa de las pinturas reside en las tres restantes. Otra vez el referente es la Leyenda Dorada según la cual el pastor Gárgano, hacia el año 390, airado por el extravío de un toro, al encontrarlo lanzó contra él una flecha envenenada que, por acción del arcángel, se desvió y se clavó en el ojo del arquero. Esta escena, situada en la calle derecha y segundo cuerpo, muestra al pastor herido en su ojo izquierdo y a otros acompañantes, con el toro en actitud violenta que posee el aura de San Miguel.

En la escena inferior izquierda, el obispo de Siponto saca la flecha del ojo derecho del pastor, en una composición abigarrada de personajes, sobre losetas polícromas que intentan continuar el sentido de perspectiva de la representación central. La tercera escena personifica el momento en que el obispo -en procesión con cruz alzada- acude a la montaña figurando el toro con aura arrodillado delante de ellos. Así concluye el prodigio acaecido al pastor Gárgano que, según la Leyenda Dorada, sucedió por intervención del arcángel San Miguel, el cual deseaba que en el lugar donde apareció el toro se le construyese un santuario en su honor.

En conjunto, el retablo vallisoletano mantiene un equilibrio entre lo decorativo y lo naturalista. Las imágenes son atractivas por su sencillez, ingenuidad y colorido. En realidad tiene una concepción miniaturista ampliada, visible a través de los detalles. La influencia flamenca en los paisajes lejanos, árboles y disminución de proporciones, se combina con la perspectiva de los enlosados.

El llamado Maestro de Osma mantiene aquí los ritmos triangulares de las composiciones, la condensación espacial, así como la abundancia de los brocados tratados con el picado de lustre. En general, nos presenta unas composiciones atractivas por la ingenuidad de lo narrativo y de claro equilibrio artístico.

 

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