RETABLOS II (3)
RETABLO DE SANTA MARÍA DE OLITE

María del Carmen Morte García


 

 

Hay constancia documental de la presencia del pintor Pedro de Aponte en Olite (Navarra), en 1528 y en 1530, si bien es posible que su relación con esta localidad fuera anterior. En 1525 está probado que Aponte entra en el mercado artístico navarro al contratar el retablo mayor de la parroquial de Cintruénigo.

La vinculación de este pintor con tierras navarras no fue sólo por sus obras o por su fallecimiento en Olite (1530), sino también porque sus descendientes se afincaron en dicho reino. Las hijas de su primera esposa residían en Burgui, Pedro Jerónimo de Aponte, hijo del pintor y de su segunda esposa, María Arruego, vivirán en Olite y esta última se volverá a casar con Pedro de Rada, infanzón, maestresala del Mariscal del Reino de Navarra.

Una de las obras más singulares de Pedro de Aponte y de su taller es el monumental retablo mayor de la iglesia parroquial de Santa María de Olite (9,50 x 6 metros), cuyas tablas de pintura se ensamblan en una mazonería gótica, excepto el friso del sotabanco que es renacentista. La obra constituye un buen testimonio del esplendor de esta localidad navarra en el siglo XVI y es uno de los proyectos pictóricos de mayor envergadura que se lleva a cabo en Navarra en las primeras décadas del siglo XVI.

Las pinturas del retablo denotan una vinculación a los estilemas de la pintura de la tradición hispano flamenca, pero innovados por la influencia de las estampas del germánico Durero y matizados por las formas italianas renacentistas. La obra se relaciona con los retablos mayores documentados de Pedro de Aponte: Grañén (Huesca, 1511-1513), Ágreda (Soria, 1523-1525) y lo que le corresponde del de Cintruénigo (Navarra, 1525-1530).

En el retablo de Olite se desarrolla un amplio programa doctrinal en los numerosos pequeños tableros, de acuerdo al sentido narrativo del último Gótico con la multiplicación de episodios en los retablos. Podemos decir que el objetivo final de su pintura es narrar unas historias sagradas con la mayor tensión dramática en las escenas de la Pasión. La vistosidad del conjunto aumenta con el colorido brillante y la abundancia del oro. En cuanto al marco arquitectónico pintado en las tablas del retablo de Olite, se advierte la dualidad de dos sistemas: gótico y renacentista, así las columnas de capitel corintio sustentan bóvedas nervadas y arcos apuntados, uniéndose a otros de medio punto, como reúne la tabla de la Pentecostés.

En la representación espacial, Aponte intenta conseguir un espacio convincente, si bien esta representación carece del rigor matemático de la perspectiva italiana del Renacimiento y tiene un enfoque empírico, de la misma manera que habían hecho sus predecesores medievales, en lo que se ha llamado perspectiva natural u óptica, según una función puramente mecánica del ojo mediante las recetas geométrico-espaciales heredadas de una larga tradición artesana de prácticas de taller, es decir no hay una disminución de todo lo representado matemáticamente regular en función de un punto de fuga fijo, según el sistema de perspectiva desarrollado por Brunelleschi en sus dos famosas tablas y sistematizado por Alberti (Della Pittura, 1435).

La última restauración, financiada por el Gobierno de Navarra, ha permitido estudiar el dibujo subyacente de las pinturas. Este es esquemático, sencillo en su composición y con pocos matices, que se limitan a un trazo largo para marcar las líneas fundamentales y el rayado para el sombreado y el modelado, si bien éste se efectúa más con el color. Hay en las tablas un uso generalizado del dibujo inciso, donde se empleó la azurita y el oro. 

 

FUENTES: MORTE GARCÍA, María del Carmen. "La obra del pintor Pedro de Aponte
o del Ponte en Navarra", en Príncipe de Viana, nº 2-3, Pamplona, 1986, pp. 565-590.

 

Anterior Entrega en este

 

Volver          Principal

www.lahornacina.com