LAS RELIQUIAS DE LA MUERTE (III)

23/10/2023


 

 

Este relicario de san Sebastián (1497) es un raro y magnífico ejemplar de la orfebrería europea del periodo de Durero y Holbein el Viejo, en uno de cuyos diseños se basa. Su base, finamente decorada con pináculos y figuras de estilo gótico, contiene reliquias asociadas al mártir romano, visibles a través de cristales. Un reciente estudio ha revelado fragmentos de madera, posiblemente de las flechas que atravesaron al santo, todos envueltos en seda. La pieza mide 50 cm de altura y fue labrada en plata parcialmente dorada, engastada con vidrio, perlas, zafiros y rubíes.

Según la inscripción que aparece en su base, este relicario fue encargado por el abad Georg Kastner para el monasterio cisterciense de Kaisheim, cercano a Augsburgo (Alemania), durante una de las habituales epidemias de peste de la época, de las que Sebastián era el santo protector.

Se supone que el relicario llegó por primera vez al mercado del arte cuando se secularizó el monasterio de Kaisheim en 1802. Pasó por varias manos privadas a lo largo de los siglos hasta que en 2001 entró a formar parte de las colecciones del Museo Victoria y Alberto de Londres. Hasta entonces, hacía pareja con un relicario de san Cristóbal, también encargado por Kastner para Kaisheim (por entonces Kaiserheim), este último actualmente en una colección particular. El relicario de san Sebastián tiene inscrita la fecha de 1497 y los nombres de Kastner, el duque Federico III de Sajonia, que costeó en parte dichos encargos, y el emperador Maximiliano.

Como hemos dicho, está basado en un diseño de Holbein el Viejo que se conserva en el Museo Británico. Holbein compró una casa en Augsburgo en 1493 y pintó un retablo para la abadía de Kaisheim en 1502, también por encargo de Kastner. Como muchos artistas de la época, como Durero o Cellini, inicialmente se formó como orfebre.

Muy pocos relicarios de figuras medievales sobreviven y, salvo el que nos ocupa, no hay otros ejemplos en instituciones públicas de Gran Bretaña. Se desconoce el nombre del orfebre que hizo este relicario, pero era claramente un gran maestro, como podemos ver en la poderosamente expresiva figura del santo, provisto de un maravilloso modelado en cabello y brazos. Probablemente, el anónimo platero se formó en Augsburgo, uno de los principales centros de la orfebrería europea en el siglo XV. Müller sugiere la influencia de los escultores alemanes Michel Erhart y su hijo Gregor.

San Sebastián está atado a un árbol mediante cuerdas, atravesado por seis agujeros y dos flechas, vestido con taparrabos y manto ondulante por el viento, todo ello montado sobre una base hexagonal con cuatro patas. Son dos las reliquias enfundadas en tela de seda que podemos ver tras una ventana de cristal de roca. En el lado opuesto a la ventana se encuentra una figura de la Virgen María con los abades del cenobio a sus pies. Se cree que las cuatro de las esquinas representan a Santa Catalina, San Jorge, San Wolfgang y San Bonifacio.

Consta que la disposición de la figura con respecto al árbol y la base fue alterada posteriormente, de ahí que los brazos cuelguen de las ramas de forma un tanto extraña y antinatural, así como que uno de los pies de san Sebastián borre ahora parte de la citada inscripción de la base, lo que seguramente no fue intención del autor.

 

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