LAS GLORIAS DE MURILLO (XIV)
SAN FRANCISCO SOLANO Y EL TORO

Sergio Cabaco y Jesús Abades


 

 

El lienzo forma parte de la serie pintada para el claustro chico del Convento de San Francisco de Sevilla, realizada entre 1645 y 1648, la cual constituyó el primer encargo público de importancia de Murillo. Seguramente primaron razones económicas para el cometido, pues por aquellos años el joven pintor se cotizaba bastante menos que el maestro Zurbarán, al que en principio iban a ir dirigidos los trabajos.

Los trece cuadros, de los que actualmente subsisten once, narran historias de santos franciscanos que exaltan las virtudes de la Orden, la oración y el amor a los pobres, y permanecieron intactos hasta la guerra de la Independencia en que comenzó su dispersión. En Francia se conservan algunos de ellos: La cocina de los ángeles y Fray Junípero y el mendigo (Louvre), San Diego en éxtasis ante la Cruz (Museo de los Agustinos de Toulouse) y San Salvador de Horta y el inquisidor de Aragón (Museo Bonnat de Bayona). La Real Academia de San Fernando de Madrid posee otros dos: San Diego dando comida a los pobres y San Francisco confortado por un ángel. En el Museo de Dresde se guarda La muerte de Santa Clara. En el de Raleigh (Carolina del Norte, Estados Unidos) el Éxtasis de San Gil ante el papa Gregorio IX. El Sterling and Francine Clark Institute de Williamston guarda la Visión de fray Julián de Alcalá de la ascensión del alma de Felipe II. Por último, Dos santos franciscanos pertenece a la National Gallery de Ottawa.

Solo uno de los lienzos se conserva en su ciudad de origen: San Francisco Solano y el toro (Patrimonio Nacional, Real Alcázar de Sevilla). Su ubicación en el cenobio ha sido un tema controvertido. Algunos afirman que estaría ubicado en una dependencia secundaria del convento franciscano, dejando el claustro para los más importantes. Lo más probable es que estuviese situada originariamente en el muro de poniente del claustro.

Desde el convento San Francisco Solano y el toro pasaría a los Reales Alcázares en 1810, con la incautación de obras pictóricas por las tropas francesas al mando del mariscal Soult. Allí pudo ser confundida, ya que su título nunca figuró en el inventario de piezas. Finalmente la pintura aparece como parte de la colección que el marqués de Salamanca ofrece a la reina Isabel II en 1848 a cambio de un paquete de acciones en la línea de ferrocarril Madrid-Aranjuez. Hay que mencionar que en la especulación sobre el origen de la obra se ha llegado incluso a afirmar que el cuadro iba destinado al convento de San Lorenzo en la ciudad de Montilla (Córdoba), donde el fraile profesó durante sus primeros años de religioso.

Conviene señalar que, durante la conquista de Andalucía, el Convento de San Francisco de Sevilla se transformó en cuartel, bajo el mando de Soult. El edificio fue demolido en 1841, tras servir nuevamente de cuartel (para el Primer Batallón de la Guardia Nacional, en este caso), después de haber sido exclaustrado y desamortizado seis años antes. Las pinturas fueron depositadas en el Alcázar de Sevilla, transformado en un improvisado depósito de obras de arte. De allí varias fueron llevadas a Francia por Soult.

La obra que nos ocupa plasma el milagro de San Francisco Solano ocurrido en San Miguel de Tucumán (actual Argentina) a finales del siglo XVI, cuando un toro escapado de un corral paseó por las calles corneando sin compasión hasta que al llegar a la altura del santo se volvió manso y fue conducido de nuevo a los corrales guiado por el cordón del hábito franciscano. Según Valdivieso, el tema no tiene antecedentes conocidos en la pintura española. El boceto, realizado por Murillo con la técnica de pluma aguada en marrón y carboncillo, se conserva actualmente en el Museo de Arte de Boston.

La pintura fue realizada con la técnica pictórica del óleo sobre lienzo y posee unas dimensiones de 157 x 225 cm. Con un sutil tenebrismo, la pintura destaca por su naturalismo y una iluminación difusa que recuerda otras obras de Murillo muy relacionadas con la orden franciscana, como La muerte de Santa Clara del convento sevillano. La composición es totalmente asimétrica, con una paleta cromática poco variada en la que dominan los tonos marrones, blancos y grises. El hábito con el que Murillo viste a San Francisco Solano en este cuadro es el perteneciente a la familia franciscana de los observantes a la que el religioso pertenecía.

 

FUENTES

MIRANDA GALLARDO, Manuel. "El milagro del toro de San Francisco Solano en Murillo", artículo publicado en Revista de Estudios Taurinos, nº 36, 2015, pp. 81-86.

AA.VV. Bartolomé Esteban Murillo, 1617-1682, catálogo de la exposición celebrada en el Museo Nacional del Prado de Madrid (del 8 de Octubre al 12 de Diciembre de 1982) y en la Royal Academy of Arts de Londres (del 15 de Enero al 27 de Marzo de 1983), Madrid, 1982, p. 112.

 

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