MODERNISMO Y MODERNISTAS EN LA ARQUITECTURA (Y X)
ENSANCHE MODERNISTA DE MELILLA

Con información y fotografías de www.melillamonumental.org


 

 

A pesar de su escasa extensión, doce kilómetros cuadrados, Melilla cuenta con un importante patrimonio arquitectónico magníficamente conservado, que muestra parte de la historia de esta ciudad: desde la fortaleza medieval que recuerda su carácter defensivo y su pasado de asedios y luchas, al ensanche modernista de principios del siglo XX, ejemplo de modernidad y prosperidad económica, que constituye la muestra más representativa de Arquitectura Modernista y de Art Decó que hay en España después de Barcelona.

La difusión del Modernismo en Melilla es obra de un arquitecto barcelonés, Enric Nieto i Nieto (1883-1954), que se estableció en la ciudad en 1909, tres años después de terminar sus estudios en la Ciudad Condal -donde colaboró con Antoni Gaudí en la construcción de la Casa Milá-, y permaneció allí hasta su muerte. Nieto fue el primer arquitecto que se afincó en Melilla en plena competencia con los ingenieros militares que, hasta entonces, se habían ocupado tanto de los temas urbanísticos como de los estrictamente arquitectónicos.

A partir del año 1910, Enric Nieto ejecutó una serie de proyectos con gran presencia del Modernismo, tanto en la concepción de la fachada como en la ornamentación. Podríamos citar, por ejemplo, el edificio para el periódico El Telegrama del Rif (1912) -el más modernista de todos sus proyectos-, la Cámara de Comercio (1913), la Casa Tortosa (1914) o el edificio de La Reconquista (1915). Como solían hacer los arquitectos de ciudades modernas, Nieto adapta también otros estilos, como el neoárabe y todo tipo de eclecticismos. Ya en los años 20 del pasado siglo, se sentirá atraído por la modernidad, primero la Secession, luego el Clasicismo y el Barroco, y finalmente el Art Déco, y construirá una serie de viviendas de sentido plenamente moderno. Otros edificios destacables dentro de la producción de Enric Nieto son la Casa de los Cristales (1917), la Casa del Acueducto (1928) o el Palacio de la Asamblea (1933-1948), la última de sus obras.

En definitiva, el Modernismo fue la gran corriente impulsora de la arquitectura melillense durante la primera mitad del siglo XX, asentándose fuertemente en una ciudad que cayó rendida ante sus ornamentaciones floralistas, revolucionando todo lo anteriormente construido en la ciudad. El modernismo supuso la alteración de las líneas compositivas clasicistas y la imposición de una riqueza floral y figurativa que aún pervive en las calles melillenses. Plantas, flores, animales y rostros de mujer se adueñaron de las fachadas modernistas, en las que las gamas de colores marrones y cremas resaltaban los elementos decorativos.

El ritmo de construcción en Melilla, ciudad en vías para ser propuesta como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, fue vertiginoso durante las primeras décadas del pasado siglo; todos, burguesía y clases humildes, querían participar de la corriente modernista, que a través del color y las ricas ornamentaciones lograba edificios singulares que destacaban por su particular belleza. El academicismo de Emilio Alzugaray, la inmaculada geometría de Manuel Rivera o la libertad creativa de Enric Nieto se conjugaban en un mismo espacio.

 

 

FUENTES: http://www.coupdefouet.eu y SÁEZ CAZORLA, José Miguel y BRAVO NIETO, Antonio: "El Patrimonio Histórico-Arquitectónico de Melilla: De la Fortificación Militar al Urbanismo Modernista", publicado en RDM (Revista de Museología), nº 39, Asociación Española de Museólogos, 2007, pp. 33-51.

 

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