MATER DOLOROSA - LUIS SALVADOR CARMONA
VIRGEN DE LA SOLEDAD (LA GRANJA DE SAN ILDEFONSO)
José Gabriel Rabasco Aguilar (30/09/2025)
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Foto: José Gabriel Rabasco Aguilar |
Este especial dedicado a la figura dolorosa de María en la visión escultórica del escultor Luis Salvador Carmona, llega a su fin con una de las dolorosas más interesantes de cuantas han salido de su mano. Se trata de Nuestra Señora de la Soledad, perteneciente a la Cofradía de la Real Esclavitud del Santísimo Cristo del Perdón del Real Sitio de San Ildefonso Costeada por un donante anónimo, en 1759 llegó a La Granja de San Ildefonso una dolorosa arrodillada de candelero para vestir, cuyas medidas son 170 x 128 x 110 cm. La autoría de Carmona está atestiguada por el grabado que en 1764 realiza su sobrino, Manuel Salvador Carmona, por encargo de la Cofradía. La Virgen de la Soledad es una de las pocas dolorosas documentadas del escultor tallada para ser vestida. Posee terminados solo la cabeza y las manos. Los ropajes de tejido natural envuelven un maniquí compuesto por un torso sin tallar, dos brazos doblados en ángulo y un tronco de cono para conformar el resto del cuerpo a partir de la cintura, que cubierto con la saya da sensación de actitud genuflexa. La imagen sigue el modelo proporcionado por la desaparecida Virgen de la Soledad, tallada por Gaspar Becerra, que se encontraba en la colegiata madrileña de San Isidro procedente del Convento de los Mínimos de la Victoria. El alcance y la expansión de esta iconografía fue tal, que centenares de ciudades y municipios dentro y fuera de nuestras fronteras se poblaron de versiones de esta misma talla, adaptadas a los cánones y el contexto histórico-artístico de cada lugar. De esta forma, Carmona actualiza en un dolor contenido y maduro, aunque de elegante empaque, el modelo primigenio, reflejando en un perfecto dominio de la expresión y la anatomía -nótese el delicado modelado de las manos con los dedos completamente entrelazados en ademán de oración- sus dotes escultóricas, que cabalgan entre el barroco academicista y el neoclásico incipiente, rasgo identificativo de las obras de su última etapa vital. Como se aprecia en un grabado de 1764, la imagen y su composición han permanecido inalterables a lo largo de los siglos: sobre peana de nubes y cabezas de ángeles, la dolorosa se muestra serenamente doliente mientras gira su cabeza a la original cruz adyacente, cruzada con dos espadas, calcando el modelo original. |
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Foto: Ángel Pantoja |
La talla participa en los desfiles procesionales del Real Sitio desde 1760, concretamente en la procesión del Viernes Santo o Procesión del Silencio, instaurada desde 1754, año en que desfilan por vez primera la imagen del Cristo titular de la Esclavitud y la de la Patrona, Nuestra Señora de los Dolores -a la cual se ha dedicado un artículo en este especial-, ambas salidas de la gubia del escultor navense. Hasta la construcción de sus nuevas andas, la dolorosa procesionaba en otras de menor tamaño de las que nacía un arco floral que cobijaba a la cruz y la imagen mariana; una decoración típica de la comarca, con ejemplos en la procesión de la virgen del Rosario de Valsaín. Respecto al atavío de la imagen, decir que la talla, cuyo bastidor original se conserva, era vestida desde antiguo siguiendo los dictámenes del luto cortesano castellano. Otras imágenes ya desaparecidas, como la Virgen de los Siete Dolores de Madrid o la Virgen de las Angustias de Aranjuez, seguían fielmente este orden vestidero que se componía de traje de toca de papos, prendas interiores, verdugado, falda interior sobre la que se vestía el monjil formado por cuerpo y falda, saya, tocas, rostrillo, rosario, estolas y manto negro, disponiendo la imagen de mantos antiguos y nuevos donados por los devotos y hermanos de su cofradía. Como presea luce una bella diadema de noble metal e incrustaciones de piedras preciosas, compuesta de un sistema de rayos y de estrellas que le dan esa redondez característica, apreciada ya en el mencionado grabado de 1764. Esta interesante pieza ha participado en exposiciones de arte sacro como "Las Edades del Hombre", en su edición de 2003, o en la reciente Darse la mano, exposición dedicada al arte sacro, la talla y la policromía en la madera en el Museo del Prado, siendo la única imagen vestidera en toda la exposición. A pesar de la sobrecogedora calidad de esta talla, desde una opinión como hermano de esta antigua Esclavitud -la cual necesita sabia joven y dispuesta al mantenimiento y puesta en valor de su patrimonio-, el trabajo de las camareras encargadas de su atavío no está a la altura de una imagen de Luis Salvador Carmona. Aunque es un trabajo hereditario y humano, todo lo humano necesita de un aprendizaje y corrección. De hecho, la Virgen de la Soledad no se presenta en su hornacina eclesial de una forma cuidada o estéticamente acorde a su calidad histórico-artística. Es una asignatura pendiente que podría solucionarse con la inclusión de un vestidor que aporte tridimensionalidad y triangularidad, necesarias para proporcionar el cuerpo y empaque que este tipo de obras requieren. A lo anterior habría que sumar una necesaria intervención que implique la limpieza, la restauración y la colocación de unos nuevos postizos, complementando y ensalzando todavía más si cabe la belleza de esta maravillosa y todavía desconocida dolorosa de Carmona. |
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Foto: José Gabriel Rabasco Aguilar |
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