LA ICONOGRAFÍA MACABRA DEL BARROCO
SANTOS MÁRTIRES


 

 

Una forma que tenía el Barroco de conducir los afectos y las emociones de los fieles se efectuaba mediante el drama del dolor, el suplicio, la violencia, la sangre y la muerte. Así, las imágenes que recreaban el martirio de los santos, o el calvario, la crucifixión y la muerte de Cristo tenían el poder de conmover, convencer y convertir al espectador. En estas obras llenas de dolor y violencia se narraba la historia de hombres y mujeres heroicos que fueron capaces de soportar y aceptar los tormentos más terribles como testimonio de fe.

En la vida de los santos el martirio era un elemento constante. Buena parte de los santos católicos provienen de la era temprana del cristianismo, cuando Roma era aún un imperio, y en reiteradas ocasiones se narran todos los tormentos y ejecuciones de que fueron victima los cristianos.

En las obras de arte encontramos como elemento común que santos y santas, a pesar del dolor y sufrimiento que su martirio pudiera ocasionarles, se encuentran tranquilos, con la mirada puesta en la gloria de Dios, que se abre ante sus ojos. Así estas figuras permitieron percibir a los fieles el mundo celestial que les esperaba.

Hubo martirios especialmente truculentos como el de San Lorenzo, azotado y luego asado en una parrilla. El pintor Valerio Castello (1624-1659), uno de los principales exponentes del barroco genovés, lo representa sin embargo exultante sobre las llamas ante la palma del martirio que le extiende el ángel, en una obra conservada en el Palazzo Bianco de Génova (imagen superior) inspirada en el dinamismo y la grandeza de Rubens.

 

 
 
Fotografía de Alejandro Zunino

 

Otro violento martirio fue el de Santa Catalina de Alejandría, sometida a la rueda dentada, un método terrible de tortura mediante el cual la carne del torturado se desgarraba hasta morir. Sin embargo, por intercesión divina el instrumento se rompió durante la tortura y la santa finalmente fue decapitada. El prodigio fue inmortalizado por el escultor genovés Anton Maria Maragliano (1664-1739) en una de sus mejores esculturas procesionales (imagen superior), conservada en el templo de San Pietro in Vincoli de la localidad italiana de Sestri Levante.

Por mencionar un macabro martirio no romano, tenemos el de los de los priores de las cartujas inglesas de Londres, Nottingham y Axholme, pintado por el florentino Vicente Carducho (hacia 1576-1638) con John Houghton, Robert Lawrence y Agustine Webster en primer plano (imagen inferior), todos ellos colgados y desmembrados en el siglo XVI por no reconocer a Enrique VIII como nueva cabeza de la Iglesia de Inglaterra tras su ruptura con el catolicismo. La escena pertenece al gran ciclo pictórico de Carducho para El Paular.

Estas imágenes, que hoy en día podrían parecernos sanguinariamente agresivas, en la época se veían como un discurso teatral muy útil que conmovía a los fieles. Los autores del Barroco no tenían miedo a la hora de representar escenas impresionantes y violentas pues, mediante ellas, la Iglesia quería glorificar el valor de los mártires, pero buscaba también inflamar el alma de sus hijos. 

En otras palabras, podríamos decir que el gusto por las imágenes violentas y macabras de la muerte obedecía a un constante recordatorio de que, si se seguía el ejemplo de Cristo y los santos, la muerte no era el verdadero fin, y aquellos que lo hicieran serían recompensados con la vida eterna y participarían de la gloria.

 

 

FUENTES

CAMARILLO GÓMEZ, María del Carmen. "Teatralidad devocional en el barroco español y novohispano", en XVI Congreso Internacional de Filosofía, Universidad Autónoma del Estado de México, 2011, pp. 23-25.

 

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