ARTE INCA (VII)
ARQUITECTURA

Con información de Carlos Cid Priego


 

 

La arquitectura del Imperio inca se diferencia bastante de la del resto del arte precolombino. Los monumentos son los de siempre: grandes ciudades, palacios, templos y las colosales fortalezas tan características en todos los tiempos en esta parte del continente. Sin embargo, sus elementos son bastante particulares. Los muros variaron a través de los siglos: de lajas de piedra muy burdas y sin labrar, pero con barro para darles mayor consistencia; grandes adobes; enormes sillares poligonales, y aparejo isódomo. Los dos últimos, empleados simultáneamente, han dado fama a la arquitectura de los incas.

Las paredes son perpendiculares o algo inclinadas, como las del Antiguo Egipto, para resistir a los terremotos. Los huecos son escasos, cerrados siempre con dintel monolítico; sus jambas están inclinadas hacia dentro, resultando en conjunto una figura trapezoidal. Son frecuentes las líneas de ventanas, a veces ciegas, aligerando la monotonía de los muros. Es típico el doble vano; es decir, un hueco más pequeño enmarcado por otro mayor de la misma forma. Algo parecido al escalonamiento del muro o bocina de las portadas románicas.

Los bajorrelieves de los muros son escasos, casi siempre con jaguares. Hay también moldurajes. En cambio, desaparecen las aves rapaces y las estilizaciones escalonadas de Tiahuanaco. La columna falta por completo y el pilar solo se encuentra como excepción.

Las fortificaciones consistían en terrazas escalonadas, definidas con altos muros y varias torres en el centro. Las plantas eran rectangulares, aunque las esquinas se redondeaban. A veces hay una parte semicircular, como en el Cori-cancha de Cuzco, sobre el que como vimos se edificó luego el Convento de Santo Domingo. Los palacios poseían numerosas cámaras abiertas a patios y jardines. Al igual que las ciudades, los ceñían fuertes murallas.

Al ver los sillares parece que los incas se hubieran vuelto locos o que se tratase de un pueblo de gigantes, proporcionados al tamaño del Sol, de quien se consideraban hijos. La Piedra Cansada, considerada por muchos del tiempo de los incas, pesa un millón de kilogramos, calculándose que para arrastrarla fueron precisos 20.000 hombres. Según el inca Garcilaso, un accidente en su transporte costó la vida a más de 300 de ellos.

El encaje de estos bloques, que se traían de muchos kilómetros de distancia, es tan perfecto que no se puede introducir entre ellos ni una hoja de afeitar. Las juntas son muchas veces invisibles. Esto incluso en los sillares poligonales. Famosa es la llamada Piedra de los Doce Ángulos (imagen superior), en el Palacio de Pachacútec, ubicado en la ciudad de Cuzco. Los sillares poligonales solían estar almohadillados, con relieve decreciente con la altura. Es una curiosa coincidencia con los palacios florentinos del primer Renacimiento, que tuvo repercusiones en la arquitectura colonial. Por cierto, que muchos edificios de esta época están construidos con materiales de los precolombinos.

Sobre estas paredes ciclópeas serían de esperar pesadas bóvedas o enormes dinteles. Paradójicamente, se techaron a una o dos vertientes, con madera cubierta de paja. El Imperio inca desconoció el arco y las bóvedas, incluso las falsas, tan usadas por los mayas. Según Garcilaso, los techos eran de palos amarrados con fuertes cuerdas que sostenían una capa de seis o más pies de espesor y sobresalían de las paredes más de una vara para resguardarlas de las lluvias y guarecer a la gente.

Por su parte, Cieza de León afirmó que los techos eran de paja, pero tan hábilmente realizados, que si no eran destruidos por el fuego podían durar siglos; de hecho, el explorador Squier, en el año 1870, aún encontró en buen estado de conservación la techumbre del edificio circular de Sondor-huasi.

 

 

FUENTES: CID PRIEGO, Carlos. "El Arte del Imperio de los Incas", en El Arte Precolombino,
Barcelona, 1968; INCA GARCILASO DE LA VEGA (Gómez Suárez de Figueroa), Comentarios Reales,
Lisboa, 1609; CIEZA DE LEÓN, Pedro. Parte Primera de la Crónica del Perú, Sevilla, 1553.

 

Fotografías de Fermín Serrano para http://clonfsp.wordpress.com

 

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