EL GRECO. IV CENTENARIO (XXVII)
LA CURACIÓN DEL CIEGO BARTIMEO

Con información de José Rogelio Buendía


 

 

Después de la Reforma protestante, la Iglesia Católica hizo hincapié en el valor de las buenas obras -en particular, el ejercicio de la caridad- como instrumento de salvación, reafirmando la doctrina rechazada por los protestantes. La escena de este cuadro, que muestra este tema tan en boga en la época de la Contrarreforma, representa a Cristo, que, ligeramente inclinado, toca los ojos del ciego devolviéndole la vista.

Al lado de Jesús, dos grupos de hombres, uno a la izquierda indiferente al suceso, otro a la derecha gesticulante e impresionado. En el fondo, una serie de arquitecturas en diagonal acentúan la profundidad de la composición, ya subrayada por el pavimento ajedrezado. Se ha supuesto que los ancianos de la izquierda, algunos con los ojos cerrados, son los fariseos escandalizados e incrédulos, mientras que el personaje de espaldas, semidesnudo y con un brazo levantado, podría ser un discípulo de Cristo, que acepta el prodigio celestial, u otro ciego curado. En este caso, el relato de San Juan se entrelazaría con el de San Mateo.

Buendía sostiene que en el interior de este óleo sobre lienzo (50 x 61 cm), una obra que pintó en Roma hacia 1572-1574 y que se conserva en la Galleria Nazionale de Parma, el retrato del arzobispo Carranza estaría incluido, junto con el de don Juan de Austria y el del Duque de Parma y gobernador de los Países Bajos, Alejandro Farnesio, en la esquina superior izquierda del cuadro, detrás de los fariseos y de otros testigos del milagro.

El cuadro es una de las numerosas versiones del tema que realizó El Greco. La primera es un temple quizá del periodo veneciano, conservado en la Gemäldegalerie de Dresde (imagen inferior). Ésta, más tardía, firmada y ejecutada para los Farnesio, es mencionada en los inventarios de 1644 y 1653 en la "segunda estancia de los cuadros" como obra de "desconocido". Más monumental que la de Dresde, revela una mayor asimilación de la plástica manierista romana y de los desnudos miguelangelescos. Los tonos claros y llenos de luz, como la túnica púrpura y el manto azul de Cristo o las carnes diáfanas del apóstol, son aún por el contrario venecianos.

Es muy significativa la acumulación de citas clásicas en esta obra: a la izquierda, tras el joven semidesnudo, una figura musculosa recuerda al Hércules helenístico que entonces se conservaba en el patio del Palacio Farnesio, tras él un atormentado rostro barbado sugiere el estudio del Laocoonte y, al fondo, cerrando la perspectiva del edificio, aparece ya en ruinas el tepidarium de las termas de Diocleciano.

 

 

FUENTES: AA.VV. El Greco, vol. 5 de "Los Grandes Genios del Arte", publicado en el rotativo Corriere della Sera, Milán, 2003, p. 94; ÁLVAREZ LOPERA, José. El Greco, Madrid, 2001, pp. 17-18; BUENDÍA, José Rogelio. "Humanismo y simbología en El Greco. El tema de la serpiente", publicado en El Greco: Italy and Spain, National Gallery of Art de Washington, 1984, p. 56; AYALA MALLORY, Nina. Del Greco a Murillo. La Pintura Española del Siglo de Oro, 1556-1700, Madrid, 1991, p. 30.

 

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