EL ARTE CHINO (VIII)
PABELLÓN DE LAS BUENAS COSECHAS (ARTE MING)

Jesús Abades y Sergio Cabaco


 

 

Como hemos mencionado en el anterior capítulo, a lo largo del siglo XIII se produjo la paulatina invasión de China por Gengis Khan y sus sucesores, quienes, en el año 1279, implantaron la dinastía Yuan, que dominaría el país durante un siglo escaso. El nacionalismo chino consiguió rebelarse contra los Yuan y derribar un imperio que abarcaba más de la mitad del continente asiático. En el año 1368 se hundió el formidable aparato político de los mongoles y Chu Yuan-Chang fundó la dinastía Ming, que conservó su hegemonía hasta 1644. Rechazados los mongoles más allá de la Gran Muralla, se estableció la capital imperial en Nankín, donde se implantó un gobierno de cariz absolutista.

La reacción contra los extranjeros expulsados suscitó un exacerbado sentimiento nacionalista que preconizó el retorno a las antiguas tradiciones, creándose un Estado rígidamente conservador. Esta mentalidad trascendió a la política, a la sociedad y, por supuesto, a las artes. La época ming hubiera podido suponer un renacimiento, en correspondencia cronológica con el europeo, pero se malogró por ese espíritu vuelto al pasado y cerrado a las novedades, aunque ello no impide que dicha etapa fuese una de las más prosperas y fecundas de China.

A partir de 1403, la ciudad de Pekín se convirtió en capital de los Ming. La conformación actual de su estructura urbana histórica data de aquella dinastía, siendo su diseño completado en 1524. Aunque dicha estructura no varió hasta el final del Imperio, los grandes edificios fueron reconstruidos en la época ts'ing.

De adentro hacia afuera, el Pekín histórico contaba con la Ciudad Prohibida, residencia imperial amurallada; un segundo recinto, hoy desaparecido, rodeaba la Ciudad Imperial, centro administrativo del Estado; un tercer rectángulo amurallado, que rodeaba a los anteriores, formaba la Ciudad Interior, creada por los Ming en el siglo XVI; por último, la Ciudad Exterior fue construida a principios del periodo ts'ing y reconstruida parcialmente entre los siglos XVII y XVIII.

Precisamente, en la Ciudad Exterior podemos contemplar uno de los monumentos más emblemáticos: el Pabellón de las Buenas Cosechas o Templo del Cielo, de planta circular, con tres techos (el mayor, de 30 m de diámetro), construido en 1540 y modificado en 1572. Destruido por un incendio en el año 1899, se reconstruyó según el diseño original.

Ciudad fastuosa, concebida como manifestación externa de la grandeza imperial y levantada para acrecentar el prestigio de los soberanos, en las afueras de Pekín se construyó el extenso Cementerio Imperial, al que se accede por una larguísima avenida flanqueada por estatuas de guerreros y animales de gran tamaño: leones, camellos, elefantes, etcétera. Al fondo de ella, una triple puerta, fraccionada en pintorescos volúmenes, con los consabidos tejadillos y la abigarrada policromía, permite el acceso al recinto que guarda las tumbas.

 

FUENTES: A.A.V.V. "El Arte Chino", en El Arte en América, África y Asia, Barcelona, 1998, pp. 214-216.

 

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