CARAVAGGIO. IV CENTENARIO (VII)
LA ESTIGMATIZACIÓN DE SAN FRANCISCO

Diego Suárez Quevedo


 

 

Tenebrismo, luz dirigida, luz indirecta o luz artificial desde un foco externo al cuadro son términos usuales referidos a Caravaggio. Ante todo, denotan la importancia decisiva de los contrastes lumínicos en la mayoría de sus pinturas, mediante los cuales potencia la plasticidad de sus figuras, tanto las completas como las medias, y exacerba el dramatismo, la intensidad y fuerza general de la escena y su ambientación, así como las de sus personajes y sus moti, entendidos a lo Leonardo como afectos y pasiones del alma, traducidos en presencia, acciones, gestos y expresiones de los mismos. Todo Caravaggio, personal y profesionalmente, emerge entre luces y sombras, sus imágenes también, mostrando a menudo un acusado y determinante naturalismo.

El verismo caravaggiesco es otra de las constantes de su obra, casi siempre acompañado de calificativos como pertinaz, crudo, analítico, directo y hasta brutal. Es un hecho incontestable de su pintura y poética, pero que encontró en Roma -se adecuó a él, supo dar respuesta o fue consecuencia- el contexto propicio, tanto desde una óptica cientifista, acaso decisiva en los encargos privados, como religiosa en encargos digamos públicos.

Ambas cuestiones, contrastes lumínicos y naturalismo, han sido explicadas como características, asumidas por Caravaggio, del norte de Italia, entre Venecia y datos bassanescos, y Lombardía, los Campi singularmente, y confluyentes en el taller de Simone Peterzano, donde Caravaggio se formó como pintor. A ello habría que añadir el influjo, seguramente más importante, del bresciano Savoldo, patente en obras como su San Mateo y el Ángel (hacia 1530-1535), realizada para el ámbito milanés; es, al parecer, uno de los "quattro quadri di notte e di fuochi, molto belli", descritos por Vasari en el año 1568, donde la cercanía de la fuente de luz y las pinceladas fundamentan la plástica en el plano luminoso, algo que más tarde será prerrogativa de Caravaggio.

El ambiente milanés y la herencia de Leonardo son, asimismo, el fundamento de otro dato importante respecto a Caravaggio, y sobre ello en cambio no suele insistirse: el concebir la pintura como cosa mentale, es decir, como portadora o definidora de ideas, de uno o varios conceptos.

En Roma, cabeza y centro de la catolicidad, confluyen, se elaboran y de ella emanan todos sus idearios; durante la segunda mitad del siglo XVI e inicios del XVII, tuvieron considerable peso los Ejercicios Espirituales (hacia 1526-1527) de San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, publicados en 1548. En ellos se insiste en la llamada "composición de lugar" que, respecto a las imágenes religiosas, incidía en que fueran cercanas, aprehensibles y casi cotidianas a la feligresía, de modo que con aquéllas pudiera identificarse.

Se pretende, en suma, la mayor eficacia de dichas imágenes que, además, deben ser convenientemente realistas, como reseñaba San Juan de la Cruz. También preconizaba nuestro gran místico la necesidad previa de una suerte de enajenación mental en la noche espiritual para alcanzar la luz divina, pues "conviene que, para que el entendimiento pueda llegar a unirse con ella, y hacerse divino en el estado de perfección, sea primero purgado y aniquilado en su lumbre natural", y quede así a oscuras. "La cual tiniebla conviene que le dure tanto cuanto sea menester" para expeler su entendimiento natural, "y en su lugar quede la ilustración y luz divina".

La lírica Estigmatización de San Francisco o San Francisco de Asís en Éxtasis, conservada en el Wadsworth Atheneum de Hatford (Connecticut, Estados Unidos), fue pintada en torno a 1594-1595. Se trata de la primera obra nocturna de Caravaggio y constituye un magistral ejemplo de todo lo dicho. Incluso la disparidad de proporciones entre el ángel y el santo yacente pudiera ser algo voluntario para acentuar la fragilidad del último y, al tiempo, potenciar el papel de la consolación angélica, entonces en auge devocional; consolación real en el momento previo al milagro, que supone el nacimiento espiritual del santo, imitador de Cristo, por lo que se buscan concomitancias con temas propios de éste como la Piedad o La Oración en el Huerto, pudiendo haber sugerido el último la idea de nocturnidad; desde esta noche llegará el estigmatizado a la luz, que aquí tiene una presencia casi física. No olvidemos que en Giordano Bruno, a fines de la década de los ochenta, la noche, si bien simbólica, es considerada materia prima y el mundo se presenta como objeto a iluminar.

 

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