LA ICONOGRAFÍA DEL BUEN PASTOR
BARTOLOMÉ ESTEBAN MURILLO
25/06/2025
Las pinturas de Bartolomé Esteban Murillo (1618-1682) sobre la iconografía del Buen Pastor, en todas ellas representado niño, se encuentran entre las mejores y más populares obras del maestro sevillano. Son creaciones caracterizadas por una espiritualidad amable y cercana a los fieles, como todas sus escenas religiosas, y a la vez por un tono alegre, desenfadado y lúdico, propio de sus temas profanos, especialmente los cuadros de género infantil. En este tipo de obras, muchas destinadas al culto privado, Murillo es un verdadero maestro a la hora de conjugar un estilo sabio y delicado con un contenido amable y dulce. Sin embargo, dueño como era de un poderoso sentido de la composición, las dota de notable monumentalidad y equilibrio. Por ejemplo, las ruinas de arquitectura que aparecen al fondo de la versión conservada en el Museo del Prado tienen un doble sentido: por una parte se enmarcan dentro de una tradición virgiliana que se manifiesta en literatura y artes plásticas y que gusta mucho de la imagen del pastor entre los restos caídos de un pasado esplendoroso; por otra, la iconografía cristiana utilizó frecuentemente la referencia a ruinas clásicas como símbolo del paganismo vencido. |
En otra versión, subastada hace tres años, el Niño Jesús Buen Pastor aparece de pie. La técnica de Murillo, identificada por Enrique Valdivieso, es perfectamente identificable en la composición, el dibujo, el colorido y, sobre todo, en la expresividad con la que el artista ha conseguido plasmar la dulce y tierna figura del Niño que alza la mirada al cielo, expresando emocionado al Padre su gratitud por haber podido recuperar la oveja perdida de su rebaño, símbolo del alma que se ha desviado de la doctrina cristiana, lo que motiva al Buen Pastor a buscarla y traerla de vuelta al redil de la fe. Se cree que pudo formar parte, junto a otras piezas de Murillo de un altar efímero erigido en Sevilla en 1665 con motivo de las festividades de la inauguración del templo de Santa María de la Blanca. De composición similar a la anterior es la del Museo Städel de Frankfurt, la tercera y última que por el momento se conoce, sobre la cual los expertos han afirmado que su mirada extasiada hacia el cielo sugiere la influencia de Guido Reni, si bien la paleta aplicada por un Murillo ya anciano recuerda profundamente a Rubens y Van Dyck. |
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FUENTES |
www.lahornacina.com