CENTENARIO DE BOURGEOIS (X)
SIETE EN UNA CAMA


 

 

En 2001, cuando tenía 90 años, Bourgeois realizó esta obra en tela, acero inoxidable, vidrio y madera, la cual remite nuevamente a temas como su niñez y la sofocante promiscuidad de su familia. Con ella la artista francesa demostró que su vigorosa imaginación se mantenía completamente intacta pese a su avanzada edad.

Bourgeois había dicho y demostrado en repetidas ocasiones que su escultura era una prolongación de su propio cuerpo. Con Siete en una Cama, pieza tardía, dulce, erótica y divertida, no solo volvió a evidenciar lo anterior, sino que con ella transformó los vocabularios del arte contemporáneo. Es una obra valiente, femenina y masculina, dura y suave, y aterradora y amable a la vez, que habla con el lenguaje de la forma y el espacio y juega con ambos empleando la extrañeza. Posee muchos significados, pero por encima de todo fue pensada por Bourgeois para evocar los sentimientos ocultos que se esconden dentro de cada ser humano.

Estamos ante una obra en la que la inocencia de la niñez, los cuentos y la poesía infantil son reexaminados a la luz de los conocimientos y la experiencia de los adultos. Aunque Bourgeois usa su propia autobiografía como fuente de inspiración, trasciende lo meramente particular para lograr un arte universal que implica al espectador con diseños que frecuentemente confunden, que a veces hasta chocan, pero que nunca resultan insatisfactorios.

Como hemos podido observar a lo largo de este especial, Louise Bourgeois demuestra una especial fijación con temas como la infancia, la sexualidad, los traumas y la alienación, todos ellos relacionados con sus vivencias personales. Siete en una Cama muestra su interés en el cuerpo humano en particular, un cuerpo que la autora construye a la vez que lo deshumaniza y lo convierte en una especie de objeto.

Bourgeois une formas al mismo tiempo que deforma los cuerpos tumbados sobre el lecho, causando un inquietante efecto entre el público por la turbadora pose que adopta cada figura, cuyas extremidades parecen disolverse con las de la que aparece recostada junto a ella. Las siluetas se despersonalizan al no darle los detalles de un individuo en concreto, lo que unido a la sensación de desmembramiento de las líneas lleva a una peculiar fusión entre el examen de construcción y deconstrucción del cuerpo junto a la recreación tradicional de la figura humana en la escultura, a la que Bourgeois en ningún momento renuncia.

Como hemos apuntado, Bourgeois usa las telas en este simulacro, como es habitual en su última etapa artística. Telas cosidas y teñidas de tonos rosáceos para cubrir superficies de acero. Todo ello encerrado en una habitación de cristal que simboliza la fragilidad de los secretos humanos, los cuales pueden quedar a la vista tan fácilmente como el espectador contempla a los personajes de Siete en una Cama a través del cristal que los envuelve.

 

FUENTES: Con información de Jesús Abades. http://louisebourgeois.yolasite.com.

 

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