BOUGUEREAU: EL JARDÍN DE LAS DELICIAS
LAS SANTAS MUJERES EN EL SEPULCRO

17/10/2025


 

 

En 1890, Bouguereau sucedió a su difunto colega Alexandre Cabanel como miembro regular de la Academia de Amberes. Por tradición, tuvo que donar una obra representativa de su estilo y un autorretrato. El pintor eligió Las Santas Mujeres en el sepulcro (1890), un óleo sobre lienzo de 259 x 161 cm que ya se había exhibido en el Salón de 1890 en París, luego viajó a Stuttgart, Berlín y Chicago antes de deslumbrar a los visitantes de la Feria Mundial de Amberes.

Con su peculiar mezcla de antiguas tradiciones y nuevos efectos artísticos, Bouguereau cautivó tanto a los académicos como al público burgués de los Salones. La nueva generación de amantes del arte ya no quería pinturas históricas solemnes, sino el tipo de arte que entretenía, hechizaba y divertía. Incluso cuando los jóvenes artistas rechazaron los valores desgastados de la tradición académica, pintando la vida cotidiana contemporánea en todas sus facetas y con un estilo sorprendentemente novedoso, el versátil Bouguereau siguió siendo un ferviente defensor de la tradición académica y mostró poca simpatía por las nuevas ideas de Courbet o Manet, entre otros.

Las Santas Mujeres en el sepulcro demostró una vez más el virtuoso talento académico de Bouguereau. De una manera completamente renovada, a la vez que "académica", recreó un episodio del Evangelio de San Marcos que narra los instantes en que María Magdalena y otras dos mujeres santas, identificadas por algunos autores con María Salomé y María de Cleofás, descubren que la tumba de Jesús estaba abierta y vacía. Fue entonces cuando un ángel emergió del sepulcro y les anuncia que Cristo había resucitado, ante lo cual las mujeres temblaron de miedo y se postraron de dolor.

Bouguereau ejecutó la referida escena bíblica a gran escala, llena de refinamiento técnico y prestando una gran atención a los detalles. El manejo de la línea es perfecto, la composición original, la paleta armoniosa y la iluminación fascinante. Para los críticos conservadores, se trataba de la obra maestra perfecta. Elogiaron a Bouguereau como el abanderado del estilo académico y del arte más elevado y digno. Sin embargo, los artistas progresistas, entre ellos los escritores Émile Zola y Joris-Karl Huysmans, le acusaron de estar obsesionado con la tradición y la artesanía, y calificaron este lienzo como algo sin vigor ni vitalidad.

 

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