SAN JUAN BAUTISTA NIÑO. ESCULTURAS
ENCARNACIÓN HURTADO

Con información de Jesús Abades y Sergio Cabaco


 

 

Aunque la escultora Encarnación Hurtado Molina (Utrera, Sevilla, 1964) concibió esta obra como Niño Dios, la presencia del cordero hizo que el público, desde un primer momento, la identificara como San Juanito, hecho que se acentuó con su presencia, el pasado año, en una exposición malagueña.

Es frecuente la confusión, sobre todo en el caso de piezas antiguas sin identificar, entre las figuras infantiles de Jesús y el Bautista si solo aparecen acompañados de un cordero sin reunir más atributos. En el caso de Juan, el cordero suele simbolizar al propio Cristo por su carácter de Precursor del mismo, mientras que con Jesús alude normalmente al sacrificio venidero -"la lucha de la naturaleza con el martirio", como afirmaba Pedro Antonio de Alarcón en sus crónicas sobre el Museo del Louvre-, tomando la composición un carácter alegórico. En ocasiones, el animal dispuesto al lado del Niño Dios hace referencia al alma cristiana, especialmente si se acurruca a su lado buscando la protección divina o es conducido con una soga.

La efigie que nos ocupa es una terracota policromada al óleo de pequeño formato y pertenece a la colección particular de la autora. Observamos que las finas ropas no son las típicas de las representaciones del Bautista, más toscas y con los característicos flecos de camello, lo que delata igualmente su concepción original.

La figura infantil se asienta sobre peana octogonal de madera. Su cabeza, elevada hacia el cielo, muestra un rostro de grandes ojos almendrados, mejillas rosadas, y labios menudos y definidos, que conjuga emoción, piedad y sensibilidad, elementos primordiales a la hora de abordar este tipo de imaginería religiosa. El cabello, con la coronilla baja, se organiza mediante retorcidos mechones con forma de concha de caracol, solución propia del periodo barroco. La combinación de virtuosismo técnico, realismo, movimiento dinámico y dulzura expresiva remite a las creaciones sevillanas de Martínez Montañés y los Roldanes y a las granadinas de los Mora, cuya importancia ha sido fundamental para las generaciones posteriores de artistas.

Hurtado plasmó la figura de San Juanito en un conjunto del mismo material y similares dimensiones (imagen inferior). En este caso se inspiró en la Virgen de las Maravillas, una obra del año 1738, labrada por el escultor sevillano Benito de Hita y Castillo, que fue destruida en la Guerra Civil española.

Como el original, esta última obra representaba con gran encanto a la Virgen sentada sobre una peña, con el pequeño Jesús sobre su regazo y San Juan Bautista ofreciéndole frutas al Divino Infante. Inteligentemente, Hurtado introdujo detalles de su propia cosecha para huir del servilismo que conllevan las meras copias. El semblante y la apostura de la Señora, en este caso, adquieren una solemnidad renacentista. También aquí se prescinde de los atributos, así como de la media luna y la túnica del Niño, que aparece casi desnudo.

 

 

Fotografías de Encarnación Hurtado y Sergio Cabaco

 

FUENTES: DE ALARCÓN, Pedro Antonio. De Madrid a Nápoles, pasando por París, Ginebra, el Mont-Blanc, el Simplon, el Lago Mayor, Turín, Pavía, Milán, el Cuadrilátero, Venecia, Bolonia, Módena, Parma, Génova, Pisa, Florencia, Roma, y Gaeta. Viaje de Recreo realizado durante la Guerra de 1860 y Sitio de Gaeta en 1861, Madrid, Gaspar y Roig, 1681; http://www.encarnacionhurtado.com/catalogo35.htm

 

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