LA CANÍCULA EN PÍLDORAS (V)

Jesús Abades


 

 

Píldora pacata

El arte español perseguido por la censura: retiran un monumento de Fernando Sánchez Blanco, recientemente instalado en la plaza del Ayuntamiento de Arenas de San Pedro (Ávila), pretextando la desnudez de las dos figuras mitológicas y su ubicación al lado de la iglesia (en la que espero no haya representaciones de Adán y Eva, Santa Águeda o similares, porque entonces la cosa se lía parda); simultáneamente, una fotografía de Sergio Parra que representa al actor Asier Etxeandia caracterizado para una representación teatral, es eliminada del Festival de Mérida por ser considerada ofensiva, lo que acaba finalmente provocando la dimisión de una de sus directoras, la actriz Blanca Portillo. Curiosamente, la imagen de Etxeandia recuerda la de Enrique Irazoqui en los momentos de la Crucifixión de El Evangelio según San Mateo, la mejor película religiosa jamás filmada según el rotativo oficial de El Vaticano. Definitivamente, hay algunos que son más papistas que el papa. En todo caso, cuidado con estas bajadas de pantalones, pues de ahí al boicot de Viridiana hay menos pasos de los que parece.

Píldora en corto

Donde no hubo censura, afortunadamente, fue en el Islantilla Cinefórum, por el que pasé como una exhalación para ver en la misma arena de la playa una recopilación de cortometrajes que forma parte del Festival Internacional de Cine Bajo la Luna, un evento que comenzó el pasado 1 de julio y acabará el próximo 27 de agosto (el verano entero, vamos), lo que le convierte en el festival de cine más largo de España. Como suele pasar en este tipo de creaciones colectivas, hubo de todo y para todos: denuncia por el calentamiento global, proclama por la igualdad sexual, un guiño a ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este?, una sátira sobre el miedo a volar... Unas brillantes, otras interesantes, otras con más voluntad que buen resultado (algunas piezas fueron demasiado reiterativas) y otras unos auténticos ladrillos. Destacó poderosamente el arte urbano a golpe de skate, y las originales piezas de Ángeles Carrasco y Alfonso Baya, colaborador de este portal, que es el suyo. Y no es peloteo, que conste.

Píldora cañí

Hace mucho que los que enseñan sus entretelas y las que muestran sus tropezones tuvieron que buscar nuevos horizontes para seguir llenando la buchaca a costa del televidente; como todos no se hallaban dispuestos a entrar en la reserva de los que airean con pelos y señales los coitos acumulados en sus interminables años sabáticos, acabaron encontrando su lugar en el sol con los realities, o lo que es lo mismo: la filmación de las miserias humanas durante las 24 horas para goce y adocenamiento del espectador en cautividad. Lo último ha sido el triunfo de una empleada de Telecirco (la cuñada-viuda de Rocío Jurado, como muy bien la define Bob Pop) en el enésimo amaño de la cadena. El asunto no tendría la menor importancia si no fuese porque su repercusión es similar al anuncio del adelanto electoral por el inefable ZP (más le valdría haber anunciado "elecciones precipitadas") y porque, a su lado, las desgracias que nos llegan de Somalia o Palestina no son más que zapatillas rusas.

Píldora imbécil

Dos brasileños que trabajan en un programa de humor (ellos, eximios caudillos de la bufa, lo califican así) se cuelan en el funeral privado de Amy Winehouse haciéndose pasar por desolados amigos de la artista, montan un número de plañidera y luego lo emiten con choteo para el tronchamiento padre de un país cuya natural alegría de vivir está muy por encima de burlas tan infumables. Espero que esta lección de pésimo gusto no de ideas a ciertos directivos que yo me sé para las próximas temporadas.

Píldora gastronómica

Desde la publicación de una de las últimas entregas del especial sobre cine (les confieso que fue un ejercicio de automasoquismo en toda regla), pende sobre mí como espada de Damocles el recuerdo de la sangre que sudé preparando uno de los platos de la película, concretamente las Codornices en Sarcófago cuya receta me dieron en París. Les resumo muy por encima: limpiar, secar, descabezar y deshuesar codornices, reservar huesos y alas para hacer una salsa que lleva 400 ingredientes, amasar una docena de vol au vents de hojaldre, darles forma de sarcófago y hornearlos, hornear también las codornices previamente doradas y rellenas con otros 400 ingredientes, meter cada codorniz en su sarcófago y volverlo a colocar todo en el horno para acabar emplatándolo con más florituras que un cuadro de Fragonard. No me salió del todo mal (duró diez minutos en la mesa, eso sí que es arte efímero) pero imagínense cómo le saldrá a un maestro de la cocina francesa y no a un torpe aprendiz como servidor. Algunos hasta hacen diariamente todo ese marasmo en sus fogones, con lo cual no solo tienen el cielo ganado, sino que, ante semejante arquitectura culinaria (doy fe), los perejiles de Arguiñano no se los comería ni Carpanta.

Píldora recomendable

Con permiso de Antonio López, los tesoros de Polonia y compañía, una de las exposiciones más interesantes de la temporada se encuentra en la flamante (y discutida) capital cultural del 2016. La Sala Kubo-Kutxa de San Sebastián acoge Chagall. Sens Dessus Dessous, una oportunidad de hipnotizarse ante un genio 100% inclasificable, creador de obras tan extrañas y oníricas que pocos son los que, desde entonces, han logrado arte tan hechizante.

Píldora enfermiza

Kurt Cobain, además de un indie kid difícilmente entretenible y susceptible de destrozos, perteneció a la tropa de músicos alucinógenos que, ya sea por darse veneno, por su propio ingenio libre de cuelgues, o por ambas cosas, escribieron sin cesar un buen puñado de las mejores canciones de la historia, muchas veces en los momentos más dolorosos de su atormentado espíritu adolescente. Su localidad natal, Aberdeen, acaba de negarle un puente con su nombre (el puente Alexander Young, mencionado en el tema Something in the Way) alegando su adicción a las drogas, su condición de suicida y (lo que creo más escuece) las malas críticas que, en vida, dedicó al pueblo. Están en su derecho, pero la mitad de los puentes, calles, parques, etcétera, del mundo deberían cambiar sus nombres si impusiéramos como traba para llevarlos los vicios privados (y no tan privados) de sus titulares... Por cierto, echando la vista atrás me hago una pregunta: ¿quién dijo que el verano es época de sequía informativa?

 

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