RESTAURACIÓN DE UNA OBRA DE MURILLO POR EL MUSEO DEL PRADO

10/09/2015


 

 
 
Estado inicial

 

La obra San Pedro Penitente de los Venerables fue propiedad de Justino de Neve, uno de los patronos más inteligentes y expertos que tuvo el pintor, y sobre el que el Prado, la Fundación Focus-Abengoa y la Dulwich Picture Gallery, de Londres, organizaron hace tres años una exposición (ver enlace superior).

En su testamento (1685), Justino de Neve legó dicha obra al edificio barroco del Hospital de los Venerables de Sevilla (ver enlace inferior), sede de la Fundación Focus-Abengoa, donde volverá tras su estancia en el Museo Nacional del Prado de Madrid del 11 de septiembre de 2015 al 17 de enero de 2016 (Sala 17. Edificio Villanueva), culminando así la restitución de esta obra maestra de la pintura sevillana.

En la iglesia del Hospital de los Venerables se conserva el retablo en el que se expuso desde al menos 1701 hasta que, durante la Guerra de la Independencia, la obra fue confiscada por el mariscal Soult, en cuya colección permaneció hasta su muerte en 1851. Desde entonces la obra ha permanecido en colecciones privadas.

La obra San Pedro Penitente de los Venerables tiene como punto de partida una composición del maestro José de Ribera, y su temática fue muy popular durante la España del Siglo de Oro: el retiro y arrepentimiento de San Pedro, que junta sus manos, avergonzado, y dirige sus ojos, acuosos por las lágrimas, al cielo.

 

 
 
Estado final

 

Cuando la obra de Abengoa llegó al Prado estaba en un buen estado de conservación, pero oscura, apagada y sin volumen. Los barnices acumulados y restauraciones anteriores restaban transparencia e impedían ver con claridad el lugar que debía ocupar cada una de las partes diseñadas para esta composición. Por eso, a pesar de su aparente buen estado, no mostraba estas necesarias referencias de espacio y profundidad.

Los tratamientos efectuados han ido dirigidos a la consolidación de la pintura -para evitar desprendimientos o levantamientos de su craquelado- y a la eliminación de intervenciones anteriores que ocultaban la pintura original. Al suprimir los barnices y los repintes, la obra muestra el virtuosismo técnico y estilístico de Murillo en esta etapa de madurez. Los análisis técnicos y químicos han respaldado la pauta de intervención, a la vez que ayudan a entender la técnica y proceso creativo del autor. La restauración ha permitido volver a entender el mensaje, y comprender cómo se comunica el autor a través de la materia pictórica.

En esta obra, donde la iluminación es uniforme pero con marcados contrastes, Bartolomé Esteban Murillo proyecta primero el celaje y los fondos sobre el medio tono de la preparación, que tiene un color grisáceo. Después encaja la figura en la zona que ha dejado reservada para ello, la penumbra de la gruta, resaltando del fondo por su pincelada mucho más empastada.

La pincelada es muy versátil, y es la protagonista del estilo del pintor sevillano. Con el pincel cargado modela las carnaciones, marcándose la huella del pincel. Consigue los efectos etéreos en el paisaje diluyendo su carga, y alcanza las transparencias de los fondos licuando al máximo el pigmento. Los toques finales los hace con pinceladas secas que marcan los puntos importantes de luz. Murillo trabaja por capas, superponiendo las claras sobre las oscuras, para hacer que se aprecien los contornos. El modelado de rostro y manos es más pastoso que el del manto. A su vez las telas son más empastadas que el fondo. El efecto oscuro de la gruta se consigue con una pincelada muy homogénea y poco marcada.

En paralelo se ha restaurado el marco, que si bien no es el original que se conserva en el altar de la iglesia hispalense del Hospital de los Venerables, se trata de una magnífica pieza del llamado estilo "Primer Imperio", realizada, probablemente, cuando el cuadro llegó a Francia por obra del ejército de Napoleón.

 

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