IMÁGENES PARA LA DEVOCIÓN

Manuel Salvador Sánchez Aparicio (28/12/2012)


 

 

 

La devoción de los fieles hacia los simulacros sagrados invita a crear reproducciones de estas piezas incluso al ámbito doméstico. El arte no es oficio cercano al alcance del público en general; por ello, las representaciones plásticas populares se multiplicaron para paliar esta demanda del pueblo devoto.

Son numerosos los ejemplos plásticos custodiados en espacios privados; en no pocas ocasiones, es una grata sorpresa comprobar cómo entre los numerosos ejemplos existentes abundan piezas de extraordinaria calidad.

La muestra Imágenes para la Devoción: Una Muestra de la Piedad Popular en la Diócesis de Guadix-Baza, cuyo comisario es el Rvdo. P. D. Antonio Fajardo, delegado diocesano de patrimonio en dicha diócesis, es un excelente exponente de las afirmaciones que hemos advertido.

La exposición, inaugurada el pasado 22 de Diciembre en la Oficina de Turismo (Plaza de la Constitución de Guadix), ha contado con la colaboración del Ayuntamiento de dicha localidad. La titular del área de cultura, Marina Sánchez López, colabora en este proyecto, que podrá visitarse hasta el 7 de enero de 2013.

En múltiples casos se da la circunstancia de que las piezas, veneradas originalmente en el ámbito privado, han sido donadas posteriormente a las parroquias, lo que ha propiciado que muchas de indudable valor, procedentes de entornos domésticos y conventuales, puedan ahora ser disfrutadas por todo el público en general.

 

 

 

La muestra se abre con una espléndida composición del Stabat Mater, catecismo plástico de la asociación de María a la Pasión del Hijo; junto a la Passio Christi aparece la Compassio Mariae. El Crucificado que corona la pieza, custodiado por las Hermanas de los Ancianos Desamparados de Guadix, es una pieza de gran valor; no es un Cristo patético o vencido, sino un Varón que parece en letargo y en su último suspiro rebosa esperanza, léxico empleado por los grandes artífices de barroco granadino como José Risueño, Alonso Cano o Torcuato Ruiz del Peral. La Dolorosa, sentada y con la mirada interrogante al infinito, es una imagen de "cap i pota" de acertada maestría; tiene las manos abiertas y muestra los pies cubiertos por sandalias sobre un Calvario rocoso. Porta en su regazo el sudario y la corona de espinas de Jesús. La pieza fue intervenida recientemente por el escultor cordobés Sebastián Montes Carpio, que la dotó de una impecable policromía.

Portentosa es la imagen de San Juan Bautista procedente de la Catedral de Guadix. Su gesto valiente y expresivo, así como la resolución de los bucles del cabello y sus carnaciones, nos recuerdan los modelos sevillanos de los siglos XVII y XVIII. Presenta los atributos propios de su iconografía, como el cordero cuyo pelaje tan elaborado demuestra la maestría del anónimo artífice modelando la terracota. Lleva también nimbo rayado y la cruz-estandarte, en cuya filacteria puede leerse la cita evangélica: "Ecce Agnus Dei" (Jn 1, 29).

Destacan también una efigie de San Antonio procedente de una colección privada de Málaga: tanto el santo como el Niño, de carnaciones rollizas y rosadas, evidencian matices italianizantes que dan a la pieza exquisitez preciosista; dos ejemplares de San Torcuato, siendo el más destacado el que custodia el Obispo de Guadix, y una pequeña imagen de San Francisco Javier en éxtasis y transido hacia los cielos que formó parte de un retablo; propiedad del Obispado, se halla cercano a los modelos de finales del siglo XVIII.

Sobre el tema de la Inmaculada Concepción se exhiben cuatro ejemplos: la de Villanueva de las Torres, cercana al taller de Alonso de Mena; la de Puebla de don Fadrique, en lamentable conservación con abundante craquelado pero mostrando un gesto italianizante pese a su génesis levantina (quizá por influencia de Francisco Salzillo); una "cap i pota" de taller levantino del siglo XIX, con la cabeza tocada por diadema y elevada al cielo, sobre peana de nubes con orificios que parecen evidenciar la presencia del dragón, símbolo satánico cuya cabeza es aplastada por María; y una obra del año 1950 de la Parroquial de Castril, realizada por Luis Fajardo, quien reinterpreta con lenguaje contemporáneo las directrices de Pedro de Mena en este tipo de obras.

También se exponen una imagen de la Virgen del Rosario, fechada en el siglo XVIII, a la que se ha añadido un Niño de factura reciente realizado por el malagueño David Anaya; una levantina de la Virgen del Carmen (siglo XIX), ataviada con hábito, escapulario y capa, que porta en su regazo un precioso Infante; un Niño Pasionario de colección particular, cuyos rasgos se enmarcan en el barroco granadino; una imagen de Jesús Atado a la Columna que recuerda los modelos granadinos de los siglos XVII y XVIII, con sudario de encajes suntuosos y peluca postiza que cubre parcialmente la espalda; y tres Nazarenos itinerantes: el más reciente, realizado por David Anaya para colección privada (2011); un espléndido simulacro de finales del siglo XVIII que recuerda los modelos granadinos de Mora y Risueño, con ojos vítreos de color celeste, y una soberbia talla completa de pequeño formato, labrada por Ruiz del Peral en el XVIII, cuyas dimensiones evidencian que pudo ser venerada en el ámbito doméstico y posteriormente donada a la parroquia oscense de Santa María oscense.

 

 

 

La fiesta de la Purificación de María está representada por una obra de José Manuel Bonilla Cornejo, poco conocida por encontrarse en una pequeña población (El Marchal), de mirada regia y serena fija en el espectador. Cercano a este simulacro mariano aparece otro de San José, juvenil y de gesto amable y cariñoso, que porta al Divino Infante al que custodia y eleva sobre el ámbito terrestre para reflejar que es Dios encarnado. A Santa Teresa de Jesús, gran devota del santo, le disgustaba que fuese representado en avanzada edad.

El dolor en la escuela granadina, intimista, interno e interiorizante, esto puede contemplarse en el busto de la Dolorosa que, procedente de la Iglesia Parroquial de Puebla de Don Fadrique, fue realizada por el granadino José de Mora entre los siglos XVII y XVIII. Es sin duda la mejor pieza de la exposición. No hay en ella expresividad ni desgarro castellano; su dolor es psicológico, es un martirio espiritual que Mora plasma con maestría, recurriendo incluso a efectos pictóricos al simular un efecto de claroscuro en el amplio y voluminoso velo que parece custodiar el dolor inmenso que alberga. No hay presencia de lágrimas en el rostro, si bien el gesto doloroso es suficiente para exponer ante el fiel la aflicción padecida por María.

Por otro lado, sobresalen un bello ejemplo, sin duda levantino ("cap i pota"), de la Asunción, procedente de la clausura de las Concepcionistas (que lo procesionan por el espacio conventual); un Crucificado expirante de la Parroquial de San Miguel, fijado por cuatro clavos y gubiado con preciosismo decorativo (recuerda las creaciones en marfil) y un Desenclavamiento de Cristo, piadosa obra cuyas extremidades superiores aparecen articuladas a la altura de los hombros, lo cual revela su misión teatral en las ceremonias del Viernes Santo.

No existe, en una ciudad perteneciente a la demarcación provincial de Granada, mejor colofón que la que se considera Madre y Patrona de Guadix, Nuestra Señora de las Angustias; por ello, en la exposición, este tema está presente en dos simulacros: uno de muy pequeño formato que imita los grabados existentes sobre la Patrona de Granada, y otro procedente de la Parroquial de Purullena, "cap i pota" de taller levantino. Su contemplación puede invitarnos a meditar, tomando como referencia las palabras que Santa Brígida atribuye a la Virgen María en su libro Meditaciones: "le recibo sobre mi rodilla como un leproso, lívido y descompuesto: sus ojos muertos y llenos de sangre, su boca fría como la nieve, su barba dura como una cuerda".

 

Nota de La Hornacina: Manuel Salvador Sánchez Aparicio es licenciado en Historia del Arte, máster en Historia del Arte: Conocimiento y Tutela del Patrimonio Histórico y doctorando en Historia del Arte por la UGR.

 

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