INTERVENCIÓN DE MANUEL MARTÍN BOILLO PARA CÓRDOBA

Eva Hernández y Jesús Abades (01/03/2023)


 

 

Los trabajos han sido realizados en una de las imágenes más conocidas del escultor e imaginero cordobés, el Cristo de la Vida Eterna, una obra realizada en terracota policromada, madera y telas naturales que figuró en la exposición Barro Madera y Sangre, y que ya se encuentra en el templo parroquial Jesús Divino Obrero de Córdoba, donde será oficialmente consagrado el próximo sábado, 4 de marzo, a las 19:30 horas.

La escultura, cuyas dimensiones aproximadas son 200 x 160 x 105 cm, representa a Cristo en majestad recibiendo nuevas almas en su paso a la vida eterna. Lo patético, siempre entendido como aquello que mueve el sentimiento, alcanza aquí su expresión máxima. Aunque su actitud es de total serenidad, no existe en este Cristo ningún rasgo de rigidez, algo que ya ha dejado patente Boillo en muchas de sus esculturas; por el contrario, transpira pura vida, la misma que esas almas están a punto de encontrar bajo los pliegues de su brazo.

 

 
     
     
     
     
 

 

Para Barro Madera y Sangre, la exposición de imaginería contemporánea más importante hasta la fecha, Boillo concibió esta obra como una escenografía, de manera que una composición de tendencia más clásica fue convertida en una instalación contemporánea pero sin obviar el sentido de su contexto religioso. Fue una de las piezas de mayor tamaño de la muestra y estuvo expuesta en una de sus dos sedes: el Conjunto Monumental San Juan de Dios (Murcia). La otra sede fue la galería murciana Two Art Gallery.

El Cristo de la Vida Eterna vino a resumir la maestría adquirida durante los últimos años por Martín Boillo, su evolución evidente tanto en la manera de entender los volúmenes como en el uso de la policromía, abriendo nuevos caminos para la escultura en general y la imagen religiosa en particular.

 

 

Para su puesta al culto público en Córdoba el escultor ha remodelado la cabellera de la imagen -de forma que ahora se halla más adherida a su espalda- y la peana de rocas sobre la que se asienta, enriqueciéndola y renovando su policromía. Por otro lado, también estrena nuevo atuendo, así como el dosel del fondo con marco dorado, a modo de altar, y la mesa sobre la que será venerada en la iglesia.

Con la efigie del Cristo de la Vida Eterna, Martín Boillo trajo nuevos aires a la imaginería contemporánea pese a la aparente reticencia de los sectores más tradicionales. Una creación que marcó un antes y un después en su trayectoria artística y que, tanto por su modelado como por su policromía y sus pátinas, aportó un fresco velo de modernidad, pero sin perder un ápice de espiritualidad en el mensaje iconográfico que representa.

 

 
 
La imagen en la exposición Barro Madera y Sangre

 

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