JESÚS CEPEDA

Jesús Abades (13/08/2022)


 

"Reinventarse es sinónimo de ser artista, lo contrario es ser artesano"

 

 

Fue en 2009 cuando publicamos tu primera obra, una reproducción del busto del Cristo del Soberano Poder en su Prendimiento de Sevilla. Recibías entonces las enseñanzas de Jesús Méndez Lastrucci, sobrino biznieto precisamente del autor del titular de la Hermandad de los Panaderos, Antonio Castillo Lastrucci. ¿Qué recuerdos tiene de esa etapa de aprendizaje y porqué te decidiste por esa obra para copiarla?

Esa obra fue, por así decirlo, mi "alternativa" como imaginero. Fue un encargo que no me llega a mí personalmente, sino a mi maestro Jesús, que me lo cede dando a entender que yo puedo establecerme por mi cuenta. De hecho, fue la última obra que haría en el taller de mi maestro.

Tres años después presentas las que creemos son tus primeras obras sacras que reciben culto público: el Nazareno y la Dolorosa para Punta Umbría (Huelva).

No, antes hice la Virgen de la Soledad de El Toboso (Toledo). La hice en una habitación de la casa de mis padres entre el tiempo que salí del taller de mi maestro y monté mi propio taller. Es una dolorosa a la que le tengo mucho cariño ya que gracias a ella pude yo montar mi estudio.

Por tanto, las dos tallas para Punta Umbría las realizaste ya en Castellar, la popular calle sevillana que ha sido cuna de tantos artistas y donde sigues en la actualidad.

Antes estaba dentro, en el local 28 del corralón, y ahora estoy en un estudio cuya puerta da a la misma calle. El Nazareno lo hice en el corralón y la Dolorosa ya en el nuevo taller. Yo fui de los últimos artistas en irme del corralón, en un momento en que aún seguían allí el dorador Manuel Santana, el orfebre Jiménez o el escultor Manolo Carmona. Con este último estaba puerta con puerta; de hecho, el accidente que sufrió cuando, creo recordar, estaba haciendo el último arcángel para el retablo mayor de El Rocío, me pilló allí con él.

En 2013 llega tu primer proyecto escultórico de gran envergadura: las cuatro figuras de misterio para la procesión del Santo Entierro de Escacena del Campo (Huelva). Nuevamente la provincia onubense fue destino de tus obras primerizas, como ha pasado también con muchos imagineros andaluces.

Esas imágenes fueron realmente las que me lanzaron y me dieron proyección dentro del mundo de la escultura sacra. Fue un conjunto para una hermandad a la que estoy muy agradecido por las tablas que me dio y por la oportunidad de explayarme como escultor. Recuerdo que hice las cuatro imágenes en un año y medio.

Un año más tarde presentas en la popular capilla sevillana de Montesión la Dolorosa del Desamparo para Colmenar de Oreja (Madrid), una obra que mezclaba diversos estilos y que supuso otro notable espaldarazo a nivel mediático. Una presentación que vivimos en directo como invitados.

Si el busto de mi maestro fue mi "alternativa", esta dolorosa fue algo así como mi "confirmación". También quizás supuso la explosión del cúmulo de ideas que tenía en mi cabeza a la hora de hacer una dolorosa, de ahí esa diversidad de estilos que comentas. Predominan en ella, sobre todo, las maneras de Juan de Astorga, que para mí sigue siendo el número uno aunque su influencia no se muestra en los últimos años de forma tan notoria en mis trabajos como entonces se mostró en esta dolorosa para esa localidad madrileña.

No fue hasta 2018 cuando llega una creación que supone un antes y un después en tu carrera profesional. Hablamos del Cristo crucificado de la Salud, la primera obra de un conjunto procesional para Bilbao cuya ejecución se ha prorrogado hasta el presente año 2022.

Fue para la hermandad bilbaína de La Pasión, que encarga el paso del Cristo al tallista Francis Verdugo y a mí los relieves ornamentales que lo adornan. A través de estos relieves, la hermandad me encargó el que quisieran que fuese su quinto titular cristífero: una representación de Jesús crucificado. El último imaginero que había trabajado para ellos fue también sevillano, Luis Álvarez Duarte, quien les hizo la Virgen del Rosario.

El Cristo de la Salud empecé a tallarlo en 2017, un año precioso por motivos personales y profesionales, ya que me casé, y con esta obra para Bilbao conseguí hacer mi primer crucificado, la gran obra deseada para todo imaginero. Un Cristo que formaba parte de un proyecto ideado por la Hermandad de La Pasión que me encantó y al que procuré dar mucho vuelo a través de detalles como el cabello y el sudario. Pese a ser mi primer crucificado, todo el mundo me dio la enhorabuena, y yo estoy muy satisfecho con él pese a lo duramente crítico que soy con mi obra. Es también, probablemente, el Cristo de mi producción que más devoción o que a más personas alcanza, junto con el Nazareno de Punta Umbría del que hemos hablado. Fue mi prototipo iconográfico de Cristo crucificado, muy sevillano, para el que tomé como referentes escultóricos al Cristo de la Clemencia de Montañés y al de la Buena Muerte de Juan de Mesa, y como referente pictórico al Cristo crucificado de Velázquez que está en Museo del Prado, pero intentando siempre innovar porque, como sabes, siempre me gusta impactar, dar tres giros de vuelta a cada obra y tomar todo desde el principio como lo que es, un reto de gran complejidad que pide un estudio muy concienzudo tanto expresivo como anatómico.

 

 

 

También has tratado mucho las figuras de apóstoles, con obras como el San Pedro de Ferrol (La Coruña) o el Santiago o el San Pedro para el misterio procesional del Prendimiento de Úbeda (Jaén). De este último San Pedro recuerdo que te sentías especialmente orgulloso.

El apostolado en particular y las tallas de santos y verdugos en particular me encantan porque bajo mucho la figura al trazo realista. Uso entre otras cosas modelos contemporáneos, lo que me da mucho juego, aunque soy consciente que copiar el natural es algo en realidad inviable pues nunca dejas la pieza totalmente acabada, ya que solamente en texturas puedes tardar años con una obra de este tipo. A los santos y otras figuras de misterio, las mal llamadas "secundarias", las bajo mucho del cielo, como he dicho, y las llevo a una esfera más terrenal, lo que hace de paso que se divinice mucho más la imagen principal de Jesús o María a las que acompañan.

En estos casos me inspira mucho Caravaggio, que, junto con Velázquez, es mi gran influencia pictórica. Seguir las pautas del maestro italiano del claroscuro me da profundidad en el modelado de las imágenes y me motiva especialmente a la hora de intentar ir más allá para sacar el alma de cada una de ellas, aunque para eso tenga que sacrificar parte de la unción que deben transmitir. Es algo muy difícil de conseguir, pero cuando lo consigues es apoteósico. Con mi José de Arimatea creo que lo conseguí al cien por cien; desde su modelado en barro, veía en ella el alma de la persona mirándote a los ojos y encima sin perder esa tradicional unción.

Con el grupo de Jesús y María adorando al Niño que realizaste para Madrid, pareció que quisiste fusionar en una sola obra el Nacimiento de Cristo y la Sagrada Familia, dos de los grandes temas navideños.

Lo hice para la misma colección privada que también me encargó el Cristo yacente. Era la primera vez que tocaba en una misma obra la talla completa, el tamaño académico y el belenismo. Estos retos son los que me motivan muchísimo. Seguí con el influjo de Caravaggio, pues el claroscuro en esta obra lo consideré fundamental y porque usé la estructura piramidal tan propia de la pintura y sobre todo de Caravaggio, algo que antes en la imaginería estaba más presente pero que, actualmente, se está perdiendo a favor de otras técnicas. Además, le quité todo tipo de ornamentación para que el efecto de iluminación ultraterrena se potenciara tanto en la policromía como en la talla. Pero por encima de todo quise potenciar la maternidad porque acababa de nacer Martín, mi primer hijo. Potenciar la mirada de la madre con el hijo, ese nexo de unión que se crea entre ambos y que es una de las cosas más fuertes de este mundo. La Virgen, en este caso, tampoco tira tanto al estilo de Juan de Astorga, sino a las madonnas del Renacimiento italiano. Esto último también ocurre en parte con el Niño Jesús, y digo en parte porque esta figura es un retrato de mi hijo.

Si con la pieza anterior hiciste un homenaje a la maternidad, con el San José que presentamos poco tiempo después parece que quisiste hacer lo mismo pero con la paternidad.

Con esta obra más bien quise realzar la realeza de Cristo, que el Niño fuese lo importante. Para ello tiré de influencia castellana, pues quise hacer todo un Niño Dios, muy clásico, muy sereno, pero a la vez muy potente a los ojos del espectador. El patriarca, aun siendo la figura principal del conjunto, adora y se "subordina", por así decirlo a Cristo. Es el amor del padre pero condicionado, en escorzo, a la divina majestad del Niño.

El mencionado Yacente para Madrid es una obra que también marca la diferencia.

Claro, porque mi deseo fue plasmar un Cristo muy mortecino, de pronunciadas carnaciones mate, un Cristo que, dentro de una raigambre castellana, poseyera diversas influencias artísticas, pero interesándome sobre todo el naturalismo cadavérico, para lo cual utilicé también modelos del natural.

Entre las últimas obras destacamos la que has nombrado de San José de Arimatea, en la que demuestras tu admiración por Bernini. El maestro barroco se halla muy cuestionado por la atrocidad que cometió con una de sus musas, algo similar a lo que sucede con Picasso, Gauguin y otros artistas. ¿Cómo crees que podemos, en estos casos, separar las acciones personales de los creadores de su indiscutible maestría artística?

Como bien dices, admiro a Bernini; de hecho, es mi escultor preferido. Yo creo que para juzgar a los artistas como individuos están los jueces, y para juzgar sus creaciones artísticas estamos los amantes del arte. Deben ser las obras las que hablen en estos casos, y si son magistrales yo personalmente me quedo con ellas.

Como Bernini para mí no hay ninguno, ningún artista me ha transmitido como él. Yo es lo que siempre he pretendido como artista; por una parte, aspirar a llegar a las calidades de Bernini, y por otro a ser diferente y crear un estilo propio. Entiendo que en los años 80 y en gran parte de los 90 la información estaba muy limitada, pero en la actualidad no. Muchos artistas españoles fueron a Italia a formarse durante siglos, hoy muchos no lo hacen por diversos motivos, principalmente el económico, pero ahí tenemos Internet como herramienta para emprender viajes virtuales hacia todo lo que cada cual quiera conocer. Pienso que muchos jóvenes pretenden triunfar sin inventar nada, copiando solo modelos anteriores, y creo que para llegar a ser artista hay que introducir tus propias novedades. Reinventarse es sinónimo de ser artista, lo contrario es ser artesano.

 

 

El Cristo resucitado también para la ciudad de Bilbao es sin duda tu obra más importante hasta la fecha. Una escultura que se convirtió en el "sleeper" de la pasada Cuaresma y que todavía no para de recibir visitas, comentarios, "likes" en las redes sociales... Todo ello y mucho más la convierte en una de las figuras más aclamadas dentro de las que La Hornacina ha publicado en los últimos años.

Si el Cristo de la Salud fue la quinta imagen cristífera de La Pasión de Bilbao, el Resucitado fue la sexta. He pensado mucho sobre el Resucitado, y finalmente he llegado a la conclusión de que ha sido una auténtica revelación, no sé si por buena o por mala obra, pero desde luego sí por no esperada.

El Resucitado lo empiezo a finales de 2018 para entregarlo en 2020, pero como muchas otras obras se retrasa por la pandemia hasta que fue entregada en este mismo año 2022. Fue todo un "boom" gracias al cual experimenté ser un artista mediático. Muchas veces me comentan cuánto lo habré disfrutado, pero siempre respondo que, durante su ejecución, en ningún momento lo disfruté porque no me dejó. Su modelado lo llevé a niveles para los que no estaba preparado, y lo mismo en cuanto a formato, talla, preparación, etcétera. Tampoco me ha dejado ni un minuto disfrutar porque siempre estaba pensando que, o era el fin de mi carrera, o era un bombazo.

Siempre he estado en continua evolución con el Resucitado, cada detalle lo he estado corrigiendo y trabajando una y otra vez, incluso he rehecho piezas como extremidades o cabellos. He tenido locos a los carpinteros y he llegado a gastar un metro cúbico de madera de cedro en su hechura. Pero finalmente la imagen está como yo quiero que esté. Con esta obra no había excusas.

El Resucitado fue una obra muy estudiada y trabajada. Con ella vinieron a mi mente Bernini y su éxtasis de Santa Teresa y Caravaggio. Su trabajo fue muy incómodo ya que es una pieza de tres metros de altura llevada a cabo en un taller muy pequeñito como el mío. Pero el resultado ha sido muy satisfactorio. Entre lo que más me ha gustado oír es que es una gran obra dentro de una iconografía que no posee grandes piezas escultóricas y que es una creación que posee cosas nunca antes vistas en este tipo de esculturas sacras. Quizás lo anterior sea porque me gusta llevar las cosas al límite, como en este caso el hecho de querer realzar la ascensión de Cristo por encima de su bendición al pueblo por mucho que su brazo esté levantado, que en este caso además es el izquierdo. También decidí prescindir de la corona de espinas porque lo consideré un concepto muy manido. He de decir que he contado con el asesoramiento en su ejecución de dos teólogos muy importantes que incluso se contradecían entre ellos porque es una iconografía muy contradictoria.

Por último, el Resucitado es una obra que se ha llevado consigo la infancia de mi niño por tantas y tantas horas de trabajo que me ha exigido. No podía ser de otra forma. Yo descansaba solo los domingos por la tarde. Afortunadamente, tengo una familia y unos amigos que me han apoyado y me apoyan mucho. Cuando lo terminé solo contesté un comentario en redes sociales a mi mujer, diciéndole que la artista era ella al haberme permitido hacer esta obra. Mi mujer decía que estaba orgullosa de mí, pero en realidad soy yo el que está orgulloso de ella por comprender las exigencias y las ausencias que conlleva mi trabajo, sobre todo en estas obras de tanta envergadura. La felicidad con esta obra, por tanto, vino cuando la terminé. Una experiencia la del Resucitado para Bilbao de un voltaje tremendo que todavía estoy intentando digerir.

¿No has recibido entonces ninguna crítica negativa por esta obra?

No. Si acaso el notar la extrañeza de algunos por no estar acostumbrados a ver un prototipo similar. Para todo lo distinta que es y todas las cosas diferentes que ha aportado, no me ha llegado critica dañina alguna. Tengo incluso la aprobación de compañeros con los que he hecho amistad a raíz de ella, siendo yo un tío tan cerrado, reacio a cualquier tipo de asociaciones y que le gusta ser libre e independiente a la hora de vivir y trabajar.

¿Cómo afronta un artista una nueva obra tras un encargo tan complejo y laborioso como el Resucitado?

A los 16 años tuve una enfermedad muy dura que afectó a mis pulmones y a raíz de la cual casi tuve que aprender a respirar de nuevo. El médico tenía razón, pues me dijo que al final mis pulmones iban a estar más fuertes y grandes que antes. Pues con el Resucitado me ha pasado algo parecido a nivel laboral. Con esta obra le he perdido el miedo a todo, y me ha capacitado para hacer obras tan grandes y fuertes como ella o más. Dentro de la imaginería, ya estoy para todo lo que me encarguen. Ahora me siento muy cómodo, puedo tener miedo a que mis obras gusten o no, pero ya no a mi trabajo. El Resucitado ha sido como hacer diez másteres.

 

 

 

Tienes dos alumnos habitualmente a tu lado. ¿Qué tal ves el futuro de la imaginería a través de su vocación?

Las nuevas generaciones no solo están más que preparadas, sino que dentro de diez o quince años le van a dar un vuelco a la imaginería, que está viviendo una edad de diamante más que de oro. Los de mi quinta vivimos la transición, pero a ellos les toca ya la plenitud con unas herramientas inmejorables y fascinantes, y unas miras que van mucho más allá de las de los limitados ratones de taller. Son además trabajadores con ganas. Ojalá que sean nobles y no se vendan nunca a nada que no sea el arte. Que sean artistas y no se queden en la artesanía.

Se comenta que la innovación en las artes sacras se deja para fuera de Sevilla, ya sea en escultura o pintura, como en talla en madera, orfebrería o piezas bordadas en oro, sedas y otros metales preciosos. De hecho, en estos días hemos publicado un terno creado y bordado en Sevilla para México, de gran originalidad y calidad. Un tipo de piezas que, lamentablemente, apenas se quedan en el entorno sevillano.

De entre los foráneos, a mí por ejemplo el carácter vasco me encanta porque es muy similar al mío. Soy un tío serio de pocos amigos, pero los amigos que tengo para mí son mis hermanos, y los que vengan pues serán iguales. Amigos tengo muy poquitos, pero con los que tengo voy a muerte. Por otro lado, yo hago lo que quiero y lo que creo que tengo que hacer, no temo a las críticas y si no son constructivas ni les hago caso.

En mi Sevilla lo que pasa es que seguimos viviendo en un ambiente muy cerrado y encorsetado. La gente no se abre tanto a la imaginación. Yo creo que hay que salir de la rutina, aportar y hacer cosas nuevas. También sucede que fuera de Sevilla, y casi de toda Andalucía, es más importante la escultura que la imaginería aunque la primera tenga carácter sacro; fuera, en cambio, los valores escultóricos priman por encima de todo, y no se condicionan tanto por el concepto de la unción. Gente que llega al taller me pregunta por qué no se quedan mis obras en Sevilla, y yo les digo que porque no hay interés y porque mis paisanos deben viajar un poquito más.

En Sevilla a la imaginería hay que darle una revolución e introducir nuevas miradas, como por ejemplo está haciendo Juan Vega en Málaga y otros compañeros andaluces en sus ciudades. No digo que lo de los demás, ni siquiera lo encorsetado, no sea bueno, pero en Sevilla siempre se hace lo mismo y creo que debemos buscar novedades que nos permitan hacer obras tan buenas y nunca vistas, como en su momento lo fueron el Gran Poder o la Esperanza Macarena, solo que ahora habría que hacerlas con otros puntos de vista.

Por razones familiares, frecuentas mucho la zona sur del Levante español. ¿Qué ves artísticamente en ella que te gustaría trasladar a Sevilla?

Si tiramos de escultura, Mariano Benlliure es inalcanzable. Si tiramos de imaginería, los hermanos Cava son un auténtico lujo. El maestro Salzillo es sin duda el gran referente. Y no tanto en Alicante, sino en las ciudades señoriales como Valencia, Madrid o Barcelona, que también las frecuento, veo esculturas ornamentales en edificios como el Palau de la Música que me gustaría cultivar. Aquí nuestro estilo es más regionalista.

Para terminar, qué le pides a nivel artístico a lo que queda de 2022, un año de transición tras la pandemia del que ya estamos a más de la mitad de temporada, y ya puestos hasta al próximo 2023 que está por venir.

Que sigamos disfrutando, que se sigan cumpliendo sueños como esta entrevista en La Hornacina, para mí todo un premio, seguir teniendo la misma ilusión que tengo cada mañana cuando me levanto para ir a mi taller, y por encima de todo seguir teniendo el apoyo de mi familia, que para mí es lo más importante.

 

 

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