CONSUMMÁTUM EST

Juan Delgado Roig, Miguel González Gómez, Filomena Garrido Curiel,
Rafael Martín Hernández, Jesús Abades y Sergio Cabaco


 

Según los evangelios canónicos hasta la misma naturaleza, con varios fenómenos cósmicos, dio testimonio del gran crimen que cometieron los hombres con el deicidio. Las últimas palabras de Cristo, arrancadas del Salmo 31, 6, expresan la sumisión y la confianza que el llamado Salvador de los Cristianos tuvo en su Padre

 

"En tus manos mi espíritu encomiendo, tú me rescatas, oh Yavé, Dios Fiel".

 

El alma ("mi espíritu"), infundida por Dios (Gen 2, 7), volvió a Cristo después de su muerte. Jesús pronunció esta frase al morir en la cruz (Lc 23, 46 y Ecl 12, 7); con ello, cumplió la misión que el Padre le había encomendado. En su persona se habían cumplido también todas las profecías del Antiguo Testamento.

El pasaje de la Expiración, del que les mostramos algunos ejemplos escultóricos, casi todos pertenecientes al ámbito de las procesiones de penitencia españolas, ha gozado desde hace siglos de gran difusión en el arte sacro de nuestro país y toma su iconografía de los escritos redactados por los Cuatro Evangelistas:

 

"Y Jesús, con fuerte voz, dijo: "Padre en tus manos encomiendo mi espíritu". Y al decir esto expiró" (Lc 23, 46).

"Y Jesús, dando de nuevo un fuerte grito, exhaló su espíritu" (Mt 27, 50).

"Pero Jesús, lanzando un gran grito, expiró" (Mc 15, 37).

"Cuando Jesús tomó el vinagre, dijo: "Todo está cumplido". E inclinando la cabeza, entregó el espíritu" (Jn 19, 30).

 

 

 

Cristo de la Expiración (Cádiz)

Interesante Crucificado vivo y expirante, de marcada verticalidad, relacionado con el genovés Domenico Maria Giscardi y con los valencianos Francisco e Ignacio Vergara. Se fecha en la segunda mitad del siglo XVIII. El Cristo, tallado en madera policromada al óleo, eleva la cabeza y dirige la dolorida mirada, ya perdida la visión, hacia el cielo. La corona de espinas es superpuesta. Los ojos son de cristal y las pestañas son policromadas, aunque no hace mucho las llevaba postizas en los párpados superiores. La nariz es recta y alargada, y los amoratados labios, entreabiertos, permiten ver en su interior la dentadura tallada. La imagen tiene en la nuca un cuadrado de, aproximadamente, diez o doce centímetros, que pudiera ser la tapa de un registro. Recientemente, ante unos estudios previos a una intervención de la imagen, se habló de la posibilidad de que la cabeza sea anterior al cuerpo. Al hallarse exhalando el último suspiro, presenta el torso hinchado, el vientre hundido y el arco condrocostal y el hueco epigástrico muy marcados. Los brazos, por su parte, aparecen alineados con el travesaño, y las manos, abiertas, con los dedos extendidos. El sudario es un lienzo ceñido a las caderas del Varón. La policromía, tostada y con abundancia de hematomas y regueros de sangre, remite directamente a los modelos de los autores de la escuela gaditano-genovesa de imaginería. Se halla crucificado por tres clavos, con las piernas frontales y paralelas, y montando el pie derecho sobre el izquierdo. La cruz, labrada en madera de cedro, es de sección arbórea. Recibe culto en la Parroquia Castrense y Diocesana del Santo Ángel Custodio.

Cristo de la Expiración (Córdoba)

Este Crucificado, venerado en la Real Iglesia de San Pablo, aparece fijado también a una cruz arbórea, con la cabeza ladeada hacia la izquierda y la mirada elevada al cielo. El resignado semblante expresa el último aliento de Cristo y la inmediata consumación de su sacrificio. Tanto los ojos como la boca se encuentran muy abiertos, como corresponde al dramático instante. La cabellera es ondulada y muy larga, cayendo sobre la espalda a excepción de una retorcida guedeja que se extiende sobre el hombro izquierdo. La barba, por el contrario, es bífida, corta y de fino bigote que no oculta el carnoso labio superior. La corona de espinas ha sido labrada en el mismo bloque craneal. Pese al desafortunado retoque efectuado por José Rodríguez Rivero-Carrera en 1985 con el fin de elevar sus manos, los brazos del Varón siguen apareciendo muy rectos y bastante paralelos al travesaño de la cruz. El tronco muestra el torso expandido y el vientre muy hundido, reflejando la profunda inspiración previa al fallecimiento. Las manos, por su parte, quedan abiertas, y las rodillas unidas, superponiendo el pie derecho sobre el izquierdo. El paño de pureza, antaño recubierto con un faldellín natural, queda anudado en diagonal sobre el costado derecho de Jesús. La composición de la figura, de 184 centímetros de altura, se ha vinculado tanto a la escuela granadina del Seiscientos, dentro del círculo del escultor Alonso de Mena, como a la sevillana de principios del siglo XVIII, ofreciendo una anatomía correcta, aunque lejos de las virtuosas descripciones de los grandes maestros, y un rostro menos crispado de lo habitual en las esculturas que recrean el pasaje de la Expiración.  Hay que tener en cuenta también las numerosas intervenciones sufridas: en fecha indeterminada, fue intervenida la cabeza, modificándose la nariz y el bigote; documentalmente consta que ha sido restaurado por Victoriano Chicote (1924), Miguel del Moral (1953), Juan Martínez Cerillo (1959), Rafael Díaz Peno (1965) y el mencionado Rivero-Carrera (1985), quien apuntó la posibilidad de que la cabeza y los brazos no se correspondieran con el resto de la talla.

 

 

 

Cristo de la Expiración (Granada)

Esta imagen, concebida con gran monumentalidad por el artista granadino Domingo Sánchez Mesa (1943-1944), eleva la cabeza hacia la derecha, dirigiendo la mirada hacia el cielo con el fin de reflejar la entrega de su espíritu al Padre. Es de tamaño ligeramente superior del natural (199 cm) y se encuentra tallado en madera de pino rojo. Su cabello y la bífida barba se organizan en apelmazadas y ondulantes guedejas que enmarcan un rostro provisto de ojos de cristal y pestañas postizas en los párpados superiores, las cuales realzan el naturalismo de la figura. La boca, abierta para clamar a Dios, muestra claramente la dentadura tallada. El tronco y las extremidades del Varón presentan una espléndida anatomía y mayor interés artístico que su testa, con el tórax muy hinchado en actitud de contener el último suspiro, los brazos colgados del travesaño, las manos abiertas y crispadas, y los pies amoratados, montado el derecho sobre el izquierdo al hallarse fijado en el arbóreo madero por tres clavos. El paño de pureza, cordífero, descubre el costado derecho. Las carnaciones son claras, con finos y escasos regueros de sangre y amoratamientos en hombros, rodillas, manos y pies. En el año 1990 fue restaurado por el escultor granadino Miguel Zúñiga Navarro.

Cristo de la Expiración (Huelva)

Hablamos ahora de otra dramática representación de Cristo vivo en la cruz, en el momento de su expiración. Jesús, obra del valenciano Ramón Chaveli (1939), artista afincado en Jerez de la Frontera, eleva ligeramente la cabeza hacia la derecha, y dirige la mirada, ya carente de visión, al cielo. La corona de espinas es superpuesta y la larga cabellera, caída sobre ambos hombros, se organiza en suaves y ondulados mechones. La barba, también partida a dos aguas, recibe el mismo afán naturalista en su modelado. El semblante del Varón, tallado en madera de cedro policromada (171 cm de altura), ofrece una expresión de angustia y abandono, con el entrecejo muy fruncido en forma de uve, los ojos de cristal, las pestañas pintadas en la madera, el perfil hebraico, y los labios amoratados y abiertos, mostrando claramente la lengua proyectada hacia delante y los dientes superiores tallados. El cuello aparece notablemente tensionado por la forzada posición de la testa. La talla presenta una anatomía esbelta, con el tórax hinchado por la expiración, las piernas rígidas, los brazos colgantes del travesaño y las manos abiertas, con los dedos levemente flexionados. El sudario es de tipo cordífero, dejando al descubierto ambos costados. Es un Crucificado de carnaciones morenas, con abundancia de heridas en su piel y regueros de sangre, éstos últimos tratados en relieve, destacando las desolladas heridas y la fractura del pómulo izquierdo. Se halla clavado por tres clavos, montado el pie izquierdo sobre el derecho, a diferencia de lo habitual. La cruz es de sección cilíndrica y arbórea. Se trata de una interpretación muy libre del popular Cachorro, talla sevillana labrada por Francisco Antonio Ruiz Gijón (1687), que tiene como precedente procesional a un Crucificado de pasta policromada, modelado en torno al año 1600, que fue destruido en los disturbios de 1936.

 

 

 

Cristo de la Expiración (Jerez de la Frontera)

El escultor e imaginero gaditano Juan Luis Vassallo Parodi recrea bajo su personal óptica escultórica una imagen anterior de principios del siglo XVII, modelada en papelón, que dejó de procesionar por el deterioro provocado por la fragilidad de su material y, lamentablemente, fue incinerada, guardándose sus cenizas en el interior de la actual efigie. De ahí el arcaísmo de las facciones y el modelado de la barba, y detalles como el faldellín de tejido natural, la corona de espinas metálica y la larga cabellera de pelo natural. En una postura bastante forzada, el Crucificado o Santo Cristo jerezano, bendecido en el año 1950, ladea la cabeza hacia la derecha y alza la mirada hacia el Padre, dispuesto a exhalar su último suspiro. Es en el estudio anatómico donde el autor se permite una mayor plasmación de su sello personal, acercándose la corpulenta anatomía a la reflejada en otras creaciones de Vassallo Parodi como el Cristo Expirante venerado en el municipio jiennense de Úbeda. El de Jerez de la Frontera se halla fijado a una valiosa cruz cincelada en plata de ley por el orfebre Francisco Márquez (1674), con basamento repujado por Orfebrería Triana (1992). De ella pende un paño triangular, bordado en oro sobre malla del mismo metal y terciopelo negro por el sevillano José Guillermo Carrasquilla (1952), que simboliza tanto el eclipse como la rotura del velo del Templo que tuvieron lugar tras la muerte de Cristo. La imagen mide 190 cm de altura.

Cristo de la Expiración (El Museo-Sevilla)

Otra espléndida representación de Cristo Expirante, en este caso inmersa en la estética del manierismo e influida por el modelo de Miguel Ángel para Vittoria Colonna. El Varón, modelado por Marcos Cabrera (1575) en pasta vegetal y telas encoladas y policromadas, aparece clavado en un madero de tipo cilíndrico y arbóreo, labrado por el escultor e imaginero sevillano Francisco Berlanga de Ávila (1993). El Titulus Crucis figura en latín, calado en una cartela de plata dorada, cincelada por el orfebre Jesús Domínguez. Se fija a la cruz por tres clavos, montando el pie derecho sobre el izquierdo. La corona de espinas ha sido modelada muy separadamente del bloque craneal. El movido paño de pureza, realizado en 1895 por Manuel Gutiérrez Reyes siguiendo los cánones del Barroco, es cordífero y forma un nudo en la cadera derecha. Dicho perizoma sustituyó a un faldellín. El Cristo, cuya altura es de 179 centímetros, eleva la cabeza hacia la izquierda y dirige la mirada, ya nublada, hacia el cielo. El rostro, desencajado, ha sido concebido con gran dramatismo: los ojos, de párpados abultados, y la boca se muestran muy abiertos; la nariz es hebraica; la lengua se proyecta hacia delante y, al igual que la dentadura, se encuentra perfectamente tallada, y los labios, muy jugosos, se hallan en actitud de clamar al Padre las últimas palabras. Los rasgos resultan viriles y demacrados. La abundante cabellera ha sido modelada a base de suaves rizos que caen sobre la espalda y los hombros, dejando descubiertas ambas orejas; la izquierda, atravesada por una espina de la corona. La barba bífida y redondeada presenta idéntico tratamiento. La composición, en general, es sinuosa y acusa un marcado contrapposto por su disposición en eses enlazadas. Los brazos aparecen alineados con el travesaño y las manos, con las palmas extendidas y los dedos semiflexionados. El cuerpo es un puro espasmo, con el torso arqueado, las piernas curvadas, el abdomen hundido y el tórax hinchado como consecuencia de exhalar su último suspiro. La policromía es aceitunada, concentrándose las heridas en las manos, frente, hombros, muslos y rodillas. Se observan numerosas contusiones longitudinales, provocadas por el látigo usado para su martirio. Fue restaurado en 1978 por Francisco Peláez del Espino y en 1991 por el ICRBC, a través de Antonio y Joaquín Cruz Solís.

 

 

 

Cristo de la Expiración (El Cachorro-Sevilla)

Cristo de un patetismo extraordinario, cuyo autor, el utrerano Francisco Antonio Ruiz Gijón, trata de representarlo en este momento inicial de la muerte y final de la vida. Sin embargo, esta maravillosa escultura representa el momento mismo de la muerte, el periodo liminar de la agonía y la defunción, porque los ojos aún no se han cerrado, ni su boca ha plegado sus labios, ni su cabeza ha caído sobre el pecho. La muerte ha llegado, pero aún hay un resto de vitalidad en aquel cuerpo derecho, contraído y tembloroso. Aún parece que sigue resbalando la sangre caliente sobre el pecho y vientre del Crucificado. Y, sin embargo, ya empiezan a observarse en esta escultura sin igual, signos inmediatos de la muerte. Los ojos muestran el arrugamiento de las córneas, reverberando la luz del atardecer en su colorido turbio. En el ojo derecho puede observarse la mancha negra esclerótica. La boca, entreabierta, muestra los labios resecos y la lengua ennegrecida. En los pies se observa la piel arrugada por la deshidratación. La piel del cadáver presenta, en virtud de la deshidratación general, un color amarillo, que puede pasar del tono claro al oscuro, con ligeras escoriaciones de la misma. Labrado en madera policromada de cedro, con una altura de 189 cm, costó 900 reales de vellón en el año 1682. Ha sufrido varias intervenciones: en el año 1898 fue restaurado por un escultor anónimo, quien le colocó ojos de cristal y reintegró una de las manos, al quedar enganchada en un balcón durante la procesión; en el año 1940 sus ensambles fueron consolidados por Agustín Sánchez-Cid Agüero; en el año 1947 Juan Miguel Sánchez retocó la policromía, y en el año 1973 los hermanos restauradores Antonio y Joaquín Cruz Solís repararon los daños sufridos en el incendio fortuito que afectó, principalmente, a la pierna y talón derecho del Crucificado.

Cristo de la Expiración (Écija-Sevilla)

Documentalmente consta que este Crucificado, en madera de cedro policromada, de 1,73 m de alto, fue gubiado por Pedro Roldán en 1680. Vino a Écija, procedente de Sevilla, el 29 de Marzo del referido año, ubicándose en la capilla de Ánimas de la iglesia de Santiago. Desde el punto de vista artístico, es una de las esculturas más bellas de la producción roldaniana; al parecer, de las pocas que fueron talladas completamente por la propia mano del maestro. Según María Elena Gómez Moreno es el precedente inmediato de la portentosa efigie anterior. Se fija a una cruz arbórea con tres clavos, describiendo una composición triangular. El ajustado dibujo, el modelado de gran naturalismo, la anatomía de elegantes proporciones, el movido paño de pureza de sencillos pliegues, etc. subrayan el ritmo ascendente y la dramática expresión corporal. La patética cabeza, de cuidada factura, se reclina hacia atrás y hacia la izquierda. El rostro afligido es propio del último instante agónico. Las órbitas oculares enrojecidas, los pómulos prominentes, la nariz afilada, etc. insisten en la consabida facies hipocrática. La mirada suplicante se dirige hacia lo alto. La boca entreabierta, enmarcada por el bigote y la barba, parece pronunciar la séptima y última palabra de Jesús expirante: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu" (Lc 23, 46). Y la carnación original, de tonos cálidos, refuerza las notas martiriales y la armoniosa desnudez del simulacro. La testa, cuyos largos mechones determinan masas compactas de cabello, se complementa con la usual corona de espinas, símbolo de tribulación y pecado; y con las tres potencias, corrupción del nimbo cruciforme. En 1991 fue restaurado por José Rodríguez Rivero-Carrera.

 

 

 

Cristo de la Expiración (Baeza-Jaén)

La Cofradía del Santísimo Cristo de la Expiración del municipio jiennense de Baeza rinde culto a Cristo Crucificado, expirante, en el momento de su último aliento. La imagen es probablemente la misma desde su fundación, atribuida al escultor Sebastián de Solís o a su círculo, ya que por aquellos años realiza parte del retablo de la parroquia de San Andrés, con cuyo Crucificado existen notables semejanzas. En una breve descripción podemos decir que es una talla de madera policromada y estofada de tamaño natural, de aproximadamente 180 cm de altura, con paño de pureza tallado, anudado a un costado, y con corona de espinas también tallada. Nos presenta un Jesús estilizado y esbelto. Está exento de la cruz y sólo se fija en ella por los tres clavos, los dos que atraviesan sus manos y el de sus pies. Su rostro con una barbilla prominente es conmovedor, se presenta con la boca entreabierta, al igual que sus ojos y el tórax, reteniendo ese último aliento antes de encomendarse al Padre. Todo se ha cumplido, como recoge Isaías siete siglos antes y como narran los Evangelistas. Es un Cristo que conmueve porque desde la Cruz, su Cruz, se labra su propia Victoria.

Cristo de la Expiración (Valladolid)

Esta expresiva talla del escultor borgoñés Juan de Juni se encuentra en el convento vallisoletano de Santa Teresa y muestra un perfecto estado de conservación. Podríamos encuadrarlo en la tercera etapa escultórica del afamado artista (1560-1577), más concretamente entre los años 1560 y 1570. Se trata del único Crucificado vivo y expirante del maestro francés y uno de los más expresivos que se conservan en España. No presenta retorcimientos extremados ni violentos como en otras de las obras de Juni; su dramatismo se concentra, sobre todo, en el rostro y las manos. La cabeza, alzada en un forzado escorzo tiene una expresión de phatos muy al gusto manierista, inspirada directamente en el Laocoonte. Recordemos que Juan de Juni viajó a Italia y quedó prendido tanto de esta obra helenística de Polidoro, Atenodoro y Agesandro, como de la terribilitá del Moisés de Miguel Ángel Buonarroti. La expresión del rostro posee ciertos paralelismos con el de la vallisoletana Virgen de las Angustias, su obra más conocida y popular, también gubiada durante la misma década. El cuerpo, de preciosista y blando modelado, proporciona mayor expresión de asfixia y agobio mediante su canon achaparrado de siete cabezas y cortas piernas, coherente con el estilo de Juni. El paño de pureza, anudado a la izquierda, cae por detrás hasta la mitad de la pierna. La policromía está realizada mediante la técnica de pulimento a la vejiga, otorgándole un aspecto marmóreo a la usanza manierista.

 

FUENTES: DELGADO ROIG, JUAN. Los Signos de la Muerte en los Crucificados de Sevilla, Sevilla, 2000, pp. 48-55; GONZÁLEZ GÓMEZ, Juan Miguel. "Restauración del Cristo de la Expiración de Écija, Obra de Pedro Roldán", publicado en Laboratorio de Arte, Sevilla, nº 12, 1999, pp. 163-170; GARRIDO CURIEL, Filomena. "La Cofradía de la Expiración de Baeza (Jaén)", publicado en Los Crucificados, Religiosidad, Cofradías y Arte, Actas del Simposium celebrado entre los días 3 y 6 de Septiembre del año 2010, San Lorenzo de El Escorial (Madrid), pp. 309-322; http://rafaelmartinhernandez.blogspot.com

 

Fotografía de Cádiz de Jesús Guerrero Alba para www.pasionygloria.net
Fotografía de Córdoba de Antonio Arrebola Romero
Fotografía de Granada de www.cofradiaescolapios.com
Fotografía de Huelva de Juan Antonio García Delgado (Pichi)
Fotografía de Sevilla (El Museo) de Roberto Villarrica para www.fotoscofrades.com
Fotografía de Baeza de www.expiracionbaeza.es
Fotografía de Écija de Yolanda Pérez Cruz para http://dondepiedad.blogspot.com
Fotografías de Sevilla (El Cachorro) de Sergio Cabaco

 

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