CÁDIZ, CIUDAD CONSTITUCIONAL (1812-2012)
SEMANA SANTA
Con motivo del Bicentenario de la Proclamación de la Constitución de 1812 y el nombramiento de Cádiz como Capital Iberoamericana de la Cultura en 2012, se realiza este especial en el que haremos un repaso por el valioso patrimonio de la ciudad andaluza. Los mejores historiadores e investigadores sobre la ciudad, junto con nuestras modestas aportaciones, darán forma a un reportaje dividido en 20 entregas que podrán consultar también en la sección Atajos del portal, donde quedará definitivamente inserto una vez concluido. |
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Cristo de la Humildad y Paciencia |
Jesús Atado a la Columna |
El Domingo de Ramos procesiona el CRISTO DE LA HUMILDAD Y PACIENCIA, obra realizada por Jacinto Pimentel entre 1637 y 1638. Mucho se ha hablado sobre esta magnífica imagen, probablemente la mejor de las descubiertas hasta ahora de Pimentel, la cual posee un excelente tratamiento del desnudo especialmente visible en la espalda de la misma donde demuestra sus profundos conocimientos de anatomía. Representa a Cristo meditando sentado encima de una peña y esperando el momento de la Crucifixión. El modelo pudo tomarlo en parte, al menos en cuanto a composición, de la estatua de Lorenzo el Magnífico de Miguel Ángel de la Basílica de San Lorenzo de Florencia, aunque en posición invertida. La imagen está realizada en madera de cedro, demostrando una excelente técnica en el manejo de gubias y aparejos. Recientemente se ha descubierto además la más que probable intervención del pintor extremeño afincado en Sevilla Francisco de Zurbarán (1598-1664) en la policromía de la imagen (amén de firmar en el contrato de realización de la obra), lo cual realza más si cabe el valor de esta imagen que se puede situar en la cumbre de la imaginería andaluza y que es sin lugar a dudas la mejor de las de su advocación y punto de partida de otras obras similares como el Cristo de la Humildad y Paciencia de Chiclana, realizado por Tomás Vadillos en el año 1697 y tomando claramente como modelo el Cristo gaditano. El Cristo de la Humildad y Paciencia revela por sí solo a Pimentel como uno de los grandes maestros del barroco andaluz debido a su excelente modelado y terminación, al magnífico estudio anatómico y a su cuidada policromía, estando a la altura de las grandes obras del siglo XVII. Fue restaurada por Francisco Arquillo Torres, quien descubrió en el año 1983 una inscripción situada en un hueco en la base de la imagen: "acaboce anno 1638 Jacinto Pimentel faciebat", lo cual indicó claramente la hechura de la talla por parte de Jacinto Pimentel y acabó con su atribución a Alonso Martínez, imaginero al cual se le atribuyen erróneamente diversas obras del maestro. El Martes Santo sale JESÚS ATADO A LA COLUMNA, obra también en cedro policromado de Jacinto Pimentel (1660-1661), popularmente conocida en Cádiz como El Aguador por haber sido sacada varias veces durante períodos de sequía. Al igual que la talla anterior, esta imagen, con notables parecidos con el Cristo de la Expiración del templo gaditano de San Francisco y el Nazareno de La Campana (Sevilla), había sido atribuida erróneamente a Alonso Martínez, hasta que en la restauración realizada por Enrique Ortega en el año 1996 se encontró la firma de Pimentel en unos pergaminos situados en un hueco de su espalda, amén de estar escrito su nombre y fecha de ejecución en el interior de la imagen. Es una de las mejores tallas que podemos admirar de este género, mostrando con gran realismo los suplicios de la flagelación. Su rostro es impresionante por el dramatismo que encierra, con los caracteres habituales de la producción de Pimentel tales como son la división en dos del cabello por medio de una raya central, el tallado menudo de los mechones de cabello, los ojos de rasgos orientales, la barba abundante y dividida en dos mechones, pómulos marcados, la curvatura inversa en la posición de los ojos, nariz recta y pequeña, frente lisa, espacio entre las cejas en forma de triángulo invertido, etcétera. El sudario es idéntico al del Cristo de la Expiración, sólo que invertido. La columna, de tipología baja, es también una obra de gran valor realizada en plata en el año 1666 por el platero mejicano Francisco Suárez y regalada por los capitanes Sierra y Velázquez. Consta que en el siglo XVIII le colocaron ojos de cristal. Acompañan a Jesús dos sayones que le azotan, realizados en madera de pino por el imaginero genovés Jácome Maggio (1783), quien percibió por su trabajo 2.250 reales de vellón. |
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Ecce Homo |
Cristo de la Piedad |
También el Martes Santo desfila el ECCE HOMO de José Montes de Oca (1730), soberbia talla que, tal y como advirtiera el historiador sevillano Antonio Torrejón Díaz, se relaciona con otras creaciones del escultor como el Nazareno sin Soga, de Écija (Sevilla), o el hispalense Cristo de la Providencia, y denota un profundo conocimiento y asimilación de la plástica montañesina y el arte dramático de Juan de Mesa. Jesús aparece de pie y maniatado, portando una caña entre ambas manos a modo de cetro, atributo propio del pasaje de la Presentación al Pueblo por Pilatos. Inclina la cabeza hacia el lado izquierdo y mantiene la mirada baja, en señal de humillación. El cabello, organizado en gruesos y ondulados mechones, presenta un modelado similar al de la bífida barba y deja al descubierto ambas orejas. El bellísimo semblante de Cristo, pleno de hermosura varonil, presenta el ceño y la frente arrugados para reflejar su dolor, los ojos y las pestañas policromados en la madera, el perfil hebraico, los pómulos huesudos y los carnosos labios entreabiertos, dejando ver en su interior la dentadura tallada. El estudio anatómico es magistral y revela un cuidado realismo tanto en la recreación de huesos, tendones y venas, como a la hora de representar unas carnes que fueron vigorosas y ahora se hallan maltrechas por los azotes sufridos, lo cual se ve realzado gracias a una policromía prolija en vías de sangre, contusiones y heridas que muestra con suma crudeza las huellas del suplicio. Fue restaurado en el año 1986 por José Miguel Sánchez Peña. Durante la procesión y en algunos cultos, el Cristo lleva una larga clámide de terciopelo rojo, bordada en oro, a modo de los mantos de nuestras Dolorosas. Respecto al CRISTO DE LA PIEDAD, se trata de un magnífico Crucificado, concebido con marcado sentido de la verticalidad, además de una de las pocas obras fechadas y documentadas del genovés Francesco Maria Maggio (1754). Viene a resumir los caracteres propios de su estilo personal y, por ende, del que ofrece buena parte del círculo genovés de imagineros. A pesar de haber sido restaurado poco tiempo después de su ejecución por Francesco Maria Mortola y Pedro Laboria (1759), al no ser la policromía original del agrado de la hermandad, no creemos que su impronta primitiva haya variado tanto vistas las semejanzas con muchos Crucificados que proceden también de la escuela genovesa. El Varón, representado muerto, inclina dulcemente la cabeza hacia la derecha, cayendo un amplio mechón de pelo sobre el hombro y dejando al descubierto la oreja izquierda. La corona de espinas, superpuesta y trenzada con cuerdas, se coloca sobre una cabellera larga y trabajada con gran detalle, mediante finas estrías. El plácido rostro, liberado ya de todo sufrimiento, muestra los ojos y la boca completamente cerrados, nariz larga y afilada, cejas en forma de arco, pómulos huesudos, picudo labio superior y barba que parte separadamente de la patilla y se pierde detrás de la oreja, detalle muy propio del maestro. La composición de Jesús en la Cruz ofrece un gran patetismo, con un recio estudio anatómico, acusada frontalidad y abundancia de heridas y regueros de sangre. Los brazos subrayan los tendones y aparecen alineados con el travesaño, con las manos semicerradas y los dedos flexionados. El tórax, algo hinchado, resalta las costillas mientras el vriente muestra una ligera prominencia. El sudario, de gran vuelo, presenta sencillo modelado y se halla formado por un paño anudado al costado derecho de Jesús. Se halla crucificado por tres clavos, montado el pie derecho sobre el izquierdo y con las piernas unidas entre sí. Sobre sus aceitunadas carnaciones quedan señaladas numerosas contusiones en las manos, costado izquierdo, la lacerada espalda, el pómulo izquierdo, frente, rodillas y pies. Mide 183 cm y costó 3.580 reales de vellón. En el año 1962 fue intervenido por el escultor onubense Sebastián Santos Rojas, quien consolidó los ensambles de los brazos. El gaditano José Miguel Sánchez Peña lo restauró en el año 1984, esculpiendo además un nuevo madero de sección arbórea en madera de pino. |
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Jesús de la Sentencia |
Virgen de las Angustias |
El Miércoles Santo la Cofradía de los Estudiantes procesiona a JESÚS DE LA SENTENCIA, una obra que representa la Publicación y Lectura Pública de la Sentencia a Muerte de Cristo. A raíz de su última intervención por el sevillano Juan Manuel Miñarro (1995), la ejecución de esta imagen, tradicionalmente atribuida a la escuela genovesa del XVIII, se adelantó al siglo XV, atendiendo a sus afiladas facciones y al arcaísmo de la composición, propio de las tallas góticas. Por nuestra parte, no rechazamos la nueva opinión sobre su cronología, aunque también dejamos constancia de las intensas reformas que ha sufrido posteriormente, sobre todo en el XVIII; sin embargo, adelantamos la fecha de su hechura al Quinientos, época en la que se observa un naturalismo más avanzado en la escultura junto a los influjos góticos que pervivieron durante la primera mitad de la centuria. De pie y maniatado, muestra acusada frontalidad y angustiada expresión ante su condena. La corona de espinas, cincelada en plata dorada, se halla superpuesta a una larga peluca de pelo natural que acentúa el realismo propio de la estatuaria barroca del Setecientos. Debajo de ella, conserva una corta y abocetada cabellera tallada y partida a dos aguas. Los ojos son de cristal y las pestañas están policromadas en su parte inferior, siendo postizas las superiores. La nariz es recta; los pómulos, huesudos y los labios, entreabiertos, permiten ver los dientes superiores tallados. Bigote y barba, terminada en dos afiladas puntas, son ralos y dejan muy despejadas la boca y las mejillas. Es una talla en madera de cedro (cabeza, manos y pies) y pino de Flandes (resto del cuerpo), de policromía atezada y cruenta, con abundancia de regueros de sangre que parten de la cabeza y las comisuras de los labios y se extienden hasta el cuello. Se observa un fuerte golpe, con equimosis, en el pómulo izquierdo. La efigie, de talla completa y brazos articulados, se encuentra revestida con túnica de terciopelo. Miguel Láinez Capote sustituyó en 1950 el primitivo candelero por un cuerpo anatomizado. El Miércoles Santo sale también la Cofradía del Caminito. Su titular es una obra del taller de Pedro Roldán (principios del siglo XVIII), titulada VIRGEN DE LAS ANGUSTIAS y labrada en madera de pino de Flandes policromada. El interesante conjunto escultórico representa a la Virgen sosteniendo en sus rodillas el cadáver del Hijo muerto. La Dolorosa, cuyas juveniles facciones nos recuerdan a la sevillana Virgen de la Amargura, inclina la cabeza hacia la derecha y dirige la afligida mirada hacia el rostro de Jesús. Los párpados, vencidos por el llanto, encierran unos ojos realizados en pasta vítrea. El perfil de la Señora es agudo; su mentón, redondeado, y la boca, grande y entreabierta, posee tallados los dientes superiores en su interior. Lleva seis lágrimas de cristal, en alusión a la Sexta Angustia de María, corriendo tres por cada mejilla. La mano derecha sostiene la cabeza de Jesús, mientras la izquierda se aferra a su brazo derecho para evitar que se desplome hacia el suelo; en ambos casos, se observan dedos carnosos y escrupulosamente gubiados. La efigie es de talla completa, presentando la túnica y el manto esculpidos, policromados y estofados en la misma madera, empleando tonos carmín y azul cobalto en la pintura, respectivamente. Una toca color marfil cubre su cabeza y se pierde por la cintura. A efectos procesionales, aparece revestida con manto bordado en hilo de oro sobre terciopelo negro por los Talleres San Martín (1958). La hechura cristífera, carente de advocación, muestra la cabeza desplomada hacia el lado derecho, no presentando potencias ni corona de espinas. Su dolorido semblante muestra signos propios del arte de Roldán, caso de los largos y apelmazados cabellos, la puntiaguda barba o los labios abultados. Los ojos se hallan cerrados, la nariz es afilada y la boca, entreabierta, permite ver en su interior la dentadura tallada. El estudio anatómico ofrece formas prietas y robustas, con los brazos descansando sobre el vientre y las piernas flexionadas, conservando la rigidez de la forzada postura en el madero. El sudario es un paño de tonos grisáceos que envuelve con varias vueltas la cintura del Varón, cuyas carnaciones de color tostado están salpicadas de heridas, amoratamientos y suaves regueros de sangre. El madero, labrado por Francisco González Campos (1980), es de sección cilíndrica y arbórea. Juan Luis Vasallo Parodi, entre 1949 y 1950, repuso elementos perdidos por las mutilaciones perpetradas en la talla con el fin de vestirla con tejidos naturales, reintegró lagunas pictóricas, desinsectó la madera, reparó desperfectos, reintegró zonas desaparecidas del estofado y colocó pestañas postizas en los párpados superiores de la Virgen. Por su parte, José Miguel Sánchez Peña consolidó ensambles, eliminó repintes, fijó la policromía y realizó una limpieza superficial de la escultura (1982-1984). Recientemente, Francisco Espinosa de los Monteros la ha relacionado con el imaginero Diego Roldán y Serrallonga, al estimar de sus gubias las efigies de San Juan Evangelista y Santa María Magdalena que posee la cofradía. |
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Virgen de la Trinidad |
Cristo de la Expiración |
En la Madrugada del Viernes Santo procesiona la VIRGEN DE LA TRINIDAD, magnífica talla de Francisco Buiza Fernández (1967), a medio camino entre dos Dolorosas sevillanas: la Virgen de los Dolores y Misericordia, de Antonio Eslava Rubio, y la Virgen de las Aguas, labrada en el siglo XVIII por Cristóbal Ramos, imprimiendo el escultor carmonense su sello personal a la hora de modelarla. La imagen, que desfila bajo palio, eleva la cabeza hacia el lado derecho y fija su implorante mirada en el cielo. El ovalado rostro queda enmarcado por una cabellera peinada al centro y recogida en un moño bajo que deja parcialmente visible ambas orejas. El semblante muestra una belleza madura, con los ojos hinchados y desencajados por el llanto, perfil clásico y labios abiertos en fervorosa súplica, mostrando claramente en su interior la lengua y la dentadura talladas. Cinco lágrimas de cristal corren por sus mejillas, dos en la izquierda y tres en la derecha. Las pestañas superiores son postizas. Como es habitual en Buiza, las manos de la Virgen aparecen muy crispadas y extendidas, portando un pañuelo en la derecha y un rosario en la izquierda. Las carnaciones son pálidas y pulidas, con los párpados y los pómulos enrojecidos por los sollozos. Esta hechura mariana de candelero para vestir, que mide 165 cm, costó 65.000 pesetas. El Viernes Santo, desde la Iglesia del Santo Ángel Custodio, sale el CRISTO DE LA EXPIRACIÓN, interesante Crucificado vivo y expirante (segunda mitad del siglo XVIII), de marcada verticalidad, relacionado con el genovés Domenico Maria Giscardi y con los valencianos Francisco e Ignacio Vergara. Jesús eleva la cabeza y dirige la dolorida mirada, ya perdida la visión, hacia el cielo. La corona de espinas es superpuesta. Los ojos son de cristal y las pestañas, policromadas, aunque no hace mucho las llevaba postizas en los párpados superiores. La nariz es recta y alargada, y los amoratados labios, entreabiertos, permiten ver en su interior la dentadura tallada. La imagen tiene en la nuca un cuadrado de, aproximadamente, 10 ó 12 cm, que pudiera ser la tapa de un registro. Hace poco, ante unos estudios previos a una intervención de la imagen, se habló de la posibilidad de que la cabeza sea anterior al cuerpo. Al hallarse exhalando el último suspiro, presenta el torso hinchado, el vientre hundido y el arco condrocostal y el hueco epigástrico muy marcados. Los brazos, por su parte, aparecen alineados con el travesaño y las manos, abiertas, con los dedos extendidos. El sudario es un lienzo ceñido a las caderas del Varón. La policromía, tostada y con abundancia de hematomas y regueros de sangre, remite directamente a los modelos genoveses. Se halla crucificado por tres clavos, con las piernas frontales y paralelas, y montando el pie derecho sobre el izquierdo. La cruz, labrada en madera de cedro, es de sección arbórea. |
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Cristo de la Buena Muerte |
Virgen de la Soledad |
Otra venerada imagen del Viernes Santo gaditano es el CRISTO DE LA BUENA MUERTE, una de las creaciones más destacadas de la estatuaría religiosa en España. Una encuesta realizada hace algunos años entre expertos de arte, procedente de la Santa Sede, la ha considerado como la mejor representación de Jesús Crucificado que existe en la cristiandad. Lo cierto es que esta magistral composición de Cristo muerto en la cruz del año 1648 ha sido relacionada con las gubias de Juan Martínez Montañés, Alonso Cano, José de Arce y, más acertadamente, Alonso Martínez, aunque no se descarta la participación de varias manos en la ejecución de su hechura. El Varón, representado en los instantes inmediatamente posteriores a su muerte, ha desplomado su cabeza hacia la derecha. La melena, de ondulados bucles, cae a ambos lados del rostro de Jesús, un rostro que ha alcanzado la paz después del martirio y muestra los ojos completamente cerrados, con las pestañas pinceladas en la madera. La nariz es del tipo semítico; los pómulos, angulosos, y la boca, menuda y levemente abierta, permite ver en su interior la lengua y la dentadura talladas. La corona de espinas, muy recta y gruesa, ha sido esculpida en el mismo bloque craneal. La anatomía es corpulenta y heroica, propia de quien ha procurado labrar un Jesús victorioso en el madero, provisto de gran concepción escultórica. El vientre se halla hundido, los fuertes brazos aparecen colgados del travesaño y las manos, semicerradas, muestran los dedos flexionados tras haber sido taladradas por las palmas. El sudario, cordífero, se ciñe con caprichosas vueltas a la cintura y deja al descubierto el costado derecho. La policromía es ligeramente cetrina, no incurriendo demasiado el autor en las señales del martirio. Se encuentra fijado por tres clavos a un arbóreo madero labrado en 1987 por José Miguel Sánchez Peña, con las piernas juntas y el pie derecho montado sobre el izquierdo. Por último, mencionar en esta breve selección la VIRGEN DE LA SOLEDAD que en la Madrugada del Sábado Santo procesiona la congregación mariana Ecce Mater Tua desde la Iglesia de Santiago. Representa a la Virgen tras la Crucifixión de Cristo, inmersa en su soledad, con la mirada elevada hacia el cielo en busca de la compasión del Altísimo. La cabeza se halla levemente ladeada hacia la izquierda y el maduro semblante, de honda expresividad dramática, muestra los ojos de cristal, recta nariz, mejillas carnosas, abultado mentón y picudos labios entreabiertos, dejando ver en su interior los dientes superiores tallados en la madera. Las pestañas son postizas en el párpado superior y policromadas en el inferior. Por el rostro corren cinco lágrimas de cristal, tres en el lado derecho y dos en el izquierdo. El cuello es ancho y someramente anatomizado. Los brazos de la Dolorosa, labrada en el año 1950 por el granadino Domingo Sánchez Mesa, aparecen extendidos, y las manos abiertas en señal de desconsuelo. Presenta la singularidad de ser una efigie procesional labrada por el artífice granadino en talla completa, con los brazos articulados, aunque se muestra revestida al culto con severos ropajes de terciopelo negro. Ha sido restaurada por José Miguel Sánchez Peña, quien eliminó repintes de la talla y resanó la policromía. |
Fotografías de Jesús Guerrero Alba para www.pasionygloria.net
FUENTES: Con información de Jesús Abades, Sergio Cabaco, Antonio Torrejón Díaz,
Francisco Espinosa de los Monteros Sánchez y José Miguel Sánchez Peña.
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