UNA INMACULADA DE VICENTE TENA, CASO SINGULAR EN SU VALENCIA NATAL

Juan Bautista Tormos Capilla (06/07/2025)


 

 

Durante el pasado mes de junio y, en este mismo medio, se dio a conocer la imagen de Santa Lucía (1904) de la cofradía homónima de Puerto de Arenas, del municipio jiennense de Campillo de Arenas. Una talla que venía a reivindicar el legado escultórico del maestro de la gubia Vicente Tena Fuster (Valencia, 1861-1946). De hecho, fue gracias al estudio titulado La Casa Tena. Un segle d'imatgeria valenciana (Institució Alfons el Magnànim - Centre Valencià d'Estudis i d'Investigació, 2023, 397 pp., 257 ilus.) donde el signatario de este artículo apuntaba que, a raíz de la publicación de dicho volumen, aparecerían muchas más obras firmadas por este distinguido obrador dedicado a la escultura y a la imaginería tanto de retablo como procesional, sin negligir los trabajos de artesanía religiosa destinada al mobiliario litúrgico y religioso entre los años de 1880 y 1957 en la ciudad de Valencia.

En efecto, gracias a la deferencia de Juan Moreno García, hemos podido catalogar una nueva imagen dedicada a la advocación de la Inmaculada Concepción que salió del taller de la calle de Fresquet, número 3, de Valencia, en torno al año 1913. Según el testimonio de Juan, su bisabuela, Amparo Sellés Saval, encargó la talla al escultor Vicente Tena Fuster para ofrecerla como regalo a su hija Carmen Iborra Sellés con motivo de su Primera Comunión. Desde aquel año y hasta la fecha, la imagen ha estado custodiada por la familia Moreno-García con gran veneración.

La escultura, en un buen estado de conservación, nos presenta a una talla policromada de la Inmaculada Concepción de 80 cm de altura con peana. Por lo investigado con antelación, la madera utilizada en estas obras de tamaño académico solía ser la de peral y ciprés. Con estas especies arbóreas se mecanizaban los diferentes tablones para el ensamblaje de la carcasa de la imagen, y que en la actualidad aún son visibles en la parte oculta de la peana.

En su vista de alzado, los bellos y proporcionados rasgos de la obra nos recuerdan a la Inmaculada Concepción del escultor tardobarroco valenciano José Esteve Bonet (Valencia, 1741-1802), talla mariana icónica para los imagineros valencianos de las generaciones posteriores, que fue entregada por Esteve al cabildo el día 15 de octubre de 1781 para ser depositada en la hornacina principal de la capilla homónima de catedral de Valencia.

 

 

Por lo que respecta a la escultura objeto de este artículo, inspirada en el modelo número 234 del gran catálogo ilustrado de Vicente Tena Fuster publicado en 1903, nos encontramos ante un digno ejemplo de lo que supuso el proceso imaginero llevado a cabo en los Grandes y Acreditados Talleres de Escultura Religiosa en madera de Vicente Tena de Valencia. El dibujado, modelado y tallado del grupo de cabellos (largos mechones ondulados), mascarilla, manos y dedos morfológicamente delicados, acreditan el buen oficio de la gubia de Tena Fuster, destacando igualmente el rostro ovalado de delicadas facciones e idealizada belleza. Todo ello sin omitir aquellos aspectos compositivos como el ligero contrapposto de la pierna derecha.

No obstante, es en las diferentes vistas de perfil donde realmente podemos admirar el complicado trabajo de la labra de la madera. Destacan los ricos ornamentos que presenta el tratamiento mesurado de los pliegues del manto (antebrazo izquierdo), de claro aspecto barroco, y donde los dobladillos de las telas se multiplican en la búsqueda de un efectismo plástico hasta conseguir un alto grado de ejecución. En este sentido, cabe decir que en las diferentes tipologías de imágenes policromadas el estudio anatómico no queda en un lugar preeminente, ya que son tallas en las que suele destacar su decoración, sobre todo si ésta se lleva a cabo con oficio, experiencia y gusto por el trabajo bien hecho, con la máxima de respetar y ensalzar el trabajo del escultor.

En efecto, es en los diferentes aspectos procedimentales destinados a la decoración de la talla: encarnado, policromado, estofado, dorado y plateado, donde también se observa el buen hacer de la platilla multidisciplinar del obrador de Vicente Tena Fuster, todo ello haciendo uso de técnicas ancestrales relacionadas con las artes plásticas y decorativas; principalmente en lo referente a las obras que tenían un acabado extra, como es el caso de esta Inmaculada, con la túnica espolinada e imitando a ricas telas de oro. Un encargo que, según la tarifa de precios consultada para imágenes esculpidas en madera de 80 cm y decoradas en clase extra, ascendía a 265 pesetas en el año 1903. Es decir, un presupuesto actualizado diez años antes al de la fecha de la solicitud de la imagen que nos ocupa.

Llama la atención esa manera sutil de pasar de los colores oscuros del cabello a los suaves de la frente. Asimismo, tanto la encarnadura de la mascarilla -con ojos de cristal y pestañas perfiladas-, como la de las manos y pies está pintada al óleo, aplicado con un "pincel de moquillo" para que tome un aspecto parecido al de la porcelana, pero evitando las marcas de las cerdas del pincel. Sin embargo, en los ropajes la pintura es al huevo, con una leve mezcla de temple para evitar que se cortara al aplicarle el espolinado a la hora de sacar el oro de los dibujos. Destaca el meticuloso dibujo de la puntilla de la túnica en el cuello, como también el rayado y las formas en caracol del espolinado que presentan las mangas de la túnica. Más sencillo se muestra el dibujo de la orla, que gracias a estar rayado, ofrece un aspecto bastante digno. Además, destacar el cincel plano que se observa en la cenefa dorada de los brazos y en el bajo de la túnica. En este detalle nos sorprende lo bien que se ha conservado la plata del conjunto de nubes vaporosas. Tal vez se trate de plata falsa corlada, porque no se ha ennegrecido. Caso contrario al de la plata fina aplicada en la peana que, como se puede apreciar, sí que se ha oscurecido con el paso del tiempo.

Por otra parte, y, al margen de los atributos y aspectos iconográficos relacionados con la Purísima Concepción, cabe decir que en este ejemplo solo se incluyeron la bola del mundo, la media luna y la serpiente mordiendo la manzana. Un simbolismo con fuerte carga iconológica, ya que el segundo representa la castidad de la Virgen, mientras que el ofidio nos recuerda que María triunfa sobre el pecado original y el mal terrenal al pisar la cabeza de Satanás que repta por nuestro planeta.

 

 

En cuanto a los trabajos con los metales nobles y bellos que engalanaban las testas de las imágenes marianas labradas en la Casa Tena, nos encontramos ante un claro prototipo de aureola de doce estrellas que este taller comercializaba en aquellos años. El modelo, con motivos alegóricos al anagrama de María, se puede observar en la Sección de Coronas del catálogo ilustrado antes citado. Unos trabajos de fina orfebrería que se llevaban a cabo en talleres externos a los de la Casa Tena.

Para acabar, y tal y como apuntamos en el libro dedicado a esta saga de escultores, imagineros y artesanos religiosos de Valencia, estamos seguros de que poco a poco irán apareciendo y catalogándose más obras de este prestigioso obrador. Pero, por lo que respecta a esta magnífica talla policromada de la Inmaculada Concepción, queremos concluir poniendo en valor su hallazgo. No solo porque es una nueva obra que engrandecerá el corpus imaginero del brillante escultor Vicente Tena Fuster, sino porque es la segunda obra prebélica que hemos podido localizar en su ciudad natal, al margen de la Virgen del Rosario (1914) para la cofradía homónima de Burjassot (Valencia).

Una bella imagen de la Inmaculada Concepción de carácter devocional para una comitente particular, pero que gracias a su devoción, interés y sensibilidad ha llegado hasta nosotros salvándose de aquella feroz iconoclastia que sufrió el territorio valenciano durante el fatídico trienio bélico de 1936 a 1939, porque se pudo ocultar en un doble techo de la vivienda y fábrica de embutidos que la familia Sellés tenía en la calle Tarazona de Valencia. Una comprometida y loable actuación que ha conseguido hacer de esta talla policromada un caso singular dentro de la producción imaginera del célebre escultor valenciano Vicente Tena Fuster en su período de máximo esplendor (1889-1933).

Por último, solo nos queda hacer público nuestro más sincero agradecimiento a la familia Moreno-García, por la gentil y generosa donación que ha realizado de esta obra, para que siga siendo custodiada, conservada y venerada con la misma unción y mimo con el que lo ha venido haciendo esta familia valenciana a lo largo de más de cien años.

 


 

 
 
 

 

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