LOS TESOROS DEL MBASE. SAN JERÓNIMO PENITENTE DE TORRIGIANO

Antonio Montaño (29/05/2021)


 

 
 
Foto: Tim Adams

 

Los tesoros del MBASE es un programa educativo del Museo de Bellas Artes de Sevilla (MBASE) que, a través de un proceso de selección, analiza periódicamente a través de una charla virtual las mejores obras de su colección permanente. En su última edición de la temporada, celebrada hoy, correspondiente al mes de mayo, ha sido el propio público del MBASE el que ha decidido cuáles son esas tres obras.

Este programa, como todos los programas educativos del MBASE, ha sido posible gracias al patrocinio de la Asociación de Amigos del Museo de Bellas Artes de Sevilla, la Fundación La Caixa y la Fundación Cajasol. Su director es el historiador del arte Antonio Montaño, quien se hace cargo del mismo desde hace seis años.

Una de las obras analizadas ha sido el San Jerónimo penitente de la sala II del MBASE. Una obra maestra del escultor italiano Pietro Torrigiano realizada en la Sevilla del siglo XVI, cuando la ciudad, una de las más importantes del mundo en aquel entonces, vivía su mejor momento histórico tras el descubrimiento de América por Cristóbal Colón. Sevilla llegó a ser conocida como "república de mercaderes" ya que los Reyes Católicos, mecenas de la expedición de Colón, deciden que el puerto de la ciudad tenga el monopolio del comercio con las Américas, de forma que todos los barcos que partían hacia los territorios conquistados debían partir del puerto de Sevilla y, lo que es aún más importante, todos los barcos que vienen de las Américas tenían que llegar obligatoriamente a Sevilla aunque el barco fuese extranjero.

Lo anterior va a provocar que los comerciantes más poderosos del mundo, por entonces italianos y flamencos, se establezcan en Sevilla. De hecho, a modo de curiosidad, muchas de las nomenclaturas de las calles que conforman el casco histórico de la ciudad tienen su origen en dicha época, caso de Francos (donde estaban los franceses), Placentines (los del Piamonte italiano), Alemanes o Génova, actual Avenida de la Constitución, llegando los genoveses a tener consulado propio. Sevilla se convierte así no solo en ciudad importante, sino rica y populosa, llegando a ser una de las mayores urbes de Europa (129.000 habitantes en 1579).

El aumento del dinero y de las instituciones va a provocar también la venida de numerosos artistas a Sevilla, una afluencia que continuaría con la anterior ocurrida a partir del año 1401, fecha en la que el Cabildo Catedralicio decide la construcción de su imponente templo metropolitano, de estilo gótico, para cuya ornamentación y programas iconográficos llegan los primeros artistas procedentes de Flandes e Italia. Todo ello provocó que los artistas sevillanos aprendieran de los mejores creadores del periodo, lo que a su vez dio lugar al surgimiento de una de las escuelas artísticas más importantes del mundo: la escuela sevillana del Barroco.

 

 
 
Foto: Luc

 

Uno de esos grandes artistas es, precisamente, Pietro Torrigiano. Su San Jerónimo penitente del MBASE posee un estudio anatómico que no tiene parangón con ninguna obra realizada en Sevilla hasta la fecha. Una ciudad en la que trabajaban artistas relevantes como Pedro Millán o Roque Balduque, pero cuyas obras no alcanzaban el virtuosismo técnico de Pietro Torrigiano, formado en su Florencia natal.

No hay más que ver la tensión del cuerpo, el estudio anatómico, el aspecto apergaminado, o la caída y los pliegues de los paños del santo para corroborar lo anterior. Una obra de arte, además, realizada en bulto redondo, que se puede rodear y ver por sus cuatro lados, labrada dentro del ambiente escultórico de la Sevilla de la época, donde la gran mayoría de obras estaban hechas para ser adosadas en las paredes. El San Jerónimo penitente es una obra en barro cocido, lo que añade mayor dificultad a su ejecución, ya que mide 160 cm de altura, un tamaño muy grande para una obra realizada íntegramente en dicho material.

En cuanto a Torrigiano, sabemos los aspectos de su vida gracias a las publicaciones de Giorgio Vasari y Antonio Palomino. Nacido en Florencia, en 1472, la formación artística de Torrigiano tuvo lugar junto al escultor Bertoldo di Giovanni, discípulo a su vez de Donatello. Torrigiano abrió taller en el jardín de los Médici, donde rápidamente destacó junto a Miguel Ángel Buonarroti, con quien, según Vasari, Torrigiano tuvo una disputa que acabó en pelea, en la que Torrigiano partió de un puñetazo la nariz de Miguel Ángel, lo que provocó la huida de Torrigiano de Florencia, pues su rival era ya el favorito de su mecenas Lorenzo de Médici.

Torrigiano huyó a Roma. Durante un tiempo, según la biografía de Benvenuto Cellini, trabajó de mercenario o soldado a sueldo. Volvió a la escultura años después, realizando obras para Bolonia. Posteriormente, conocemos su estancia en Inglaterra, donde llevó a cabo varios retratos y otra de sus magnas creaciones: el sepulcro del monarca Enrique VII. No sería hasta 1520, aproximadamente, cuando Torrigiano llegara a Sevilla.

Evidentemente, Torrigiano es un artista que está por delante de los artistas locales sevillanos, lo que vino muy bien para dejar en la ciudad obras realmente magníficas. Conviene especificar que Pietro Torrigiano no fue el primer artista florentino que llegó a Sevilla. En esos momentos también vino a la ciudad, por ejemplo, un artista conocido como Miguel Florentín (hoy también se le identifica con el francés Miguel Perrin), autor de las esculturas de San Pedro, el ángel, San Pablo, la Virgen María y el relieve de la Expulsión de los mercaderes del templo de las Puertas del Perdón de la Catedral de Sevilla que dan acceso al Patio de los Naranjos.

 

 
 
Foto: Luc

 

En cuanto a la imagen representada, San Jerónimo penitente es un santo que nace en Estridón (ciudad de la por entonces provincia romana de Dalmacia, cercana a Venecia), aproximadamente en el año 320 según narran sus biógrafos. Se educó en Roma bajo la tutela del famoso dramático Donatus. Acabó convirtiéndose en gran maestro de lenguas clásicas: griego, latín, hebreo... Aparcó las enseñanzas cristianas de la infancia para dedicarse a la abogacía, profesión con la que tuvo mucho éxito. Se casó y tuvo varias hijas.

Aunque no hay una fecha concreta, se supone que en torno a los 35 años de edad, Jerónimo dio ese giro drástico a su vida. Abandonó a su familia, viajó a la Galia, se encerró en un monasterio de Aquilea y va a ser bautizado. En el año 373 peregrinó a Tierra Santa. Luego se retiró al desierto de Calcis, en Siria, donde pasó cuatro años como anacoreta, sufrió las tentaciones, tantas veces representadas en el arte cristiano, y escribió la "Biografía de San Pablo ermitaño", considerada su primera gran obra.

Posteriormente sabemos que Jerónimo regresa a Roma en el año 382 ya que será secretario del papa Dámaso I, quien le encargó la traducción de la Biblia al latín, popularmente conocida como "La Vulgata". Luego Jerónimo siguió viajando a lugares como Egipto o Belén, fundó numerosos monasterios y visitó los Santos Lugares. Precisamente en su último viaje, cuando visita la gruta donde supuestamente había sido enterrado Cristo, pidió a sus seguidores que, a los pies de la cueva, cavaran una tumba porque ahí es donde Jerónimo quiere ser enterado, falleciendo nada más terminar las excavaciones y siendo en dicha tumba enterrado.

Debemos precisar que a la vida de Jerónimo, con el paso de los años, se le van a ir añadiendo numerosas leyendas: la de la flagelación, la del león, la de las tentaciones, que parte de una carta que el mismo Jerónimo escribe... Finalmente, se convertirá en uno de los santos más representados en el mundo del arte, siendo normalmente representado con una cruz, una piedra, una calavera y los libros como Padre de la Iglesia, siendo las escenas más comunes las de penitente o anacoreta, la de las tentaciones o la de Padre de la Iglesia.

En 1295, será nombrado Padre de la Iglesia, siendo el primero de los cuatro que de la misma existe. Va a ser patrón de la orden jerónima, una congregación de origen español que tiene como casa matriz Nuestra Señora de Guadalupe, y otros muchos monasterios y conventos en la Península Ibérica, como El Escorial, Yuste o San Isidoro del Campo en Santiponce. Va a ser también nombrado patrón de los traductores.

 

 
 
Foto: Dave Gray

 

La maravillosa obra de Torrigiano fue realizada para el monasterio sevillano de San Jerónimo de Buenavista. Estaba en la iglesia, en la capilla del presbiterio, en el lado del evangelio. No estaba en un retablo, sino en una especie de decorado que imitaba una cueva, no sabemos si con el león, la calavera, etcétera.

Como hemos dicho, técnicamente es un gran logro. Es de barro cocido y mide 160 cm, con la fragilidad que ello supone. Aparece San Jerónimo en una actitud penitente, de rodillas, con la pierna izquierda apoyada en una roca. El torso de San Jerónimo penitente presenta un suave giro hacia el lado derecho, al contrario que el rostro, vuelto hacia la izquierda para contemplar la cruz que sujeta con la mano izquierda, mientras con la otra mano, con la derecha, sujeta una piedra para golpearse en el pecho.

El episodio que se muestra, con la piedra y la sangre, responde a una carta que el santo escribió a su discípula Santa Eustoquio, en la que cuenta que, estando en el desierto, sufrió tentaciones del demonio en forma de mujeres que bailaban y danzaban a su alrededor, encendiendo en el santo una pasión que Jerónimo rompía o apagaba golpeándose con una piedra en el pecho y contemplando la cruz.

El rostro, muy expresivo, enmarcado por ondulado cabello y larga barba, se corresponde con el de un anciano. Según Vasari le va a servir de modelo un viejo criado de los Boti, una familia de comerciantes florentinos instalados en España que tenían mucho contacto con la ciudad de Sevilla.

El cuerpo aparece con una suave policromía, con unas carnaciones muy reales, de tonos mate, un tanto diferentes a lo que se estaba haciendo por entonces con la madera en Sevilla. Se halla parcialmente tapado en la cintura por un paño amplio, muy bien plegado, tanto en esos pliegues cóncavos como convexos, y que incluso capta texturas de la propia tela. No está exento ni mucho menos de fortaleza. Su naturalismo está favorecido por ese tratamiento epidérmico apergaminado, quizás por las inclemencias de la vida en el desierto.

Hay que destacar fundamentalmente del San Jerónimo penitente su estudio anatómico, que por entonces estaba mucho más avanzado en Italia que en España gracias a los estudios realizados por Leonardo da Vinci y el mencionado Miguel Ángel Buonarroti, teniendo al parecer Pietro Torrigiano a su disposición varios dibujos anatómicos realizados por ambos grandes maestros.

Otros aspectos que hay que destacar sobremanera son la fuerza, el carácter y la expresividad. A todo ello ayuda la posición inestable del santo, en la que el cuerpo debe estar tenso para no caerse. Si a eso añadimos que lleva una piedra en la mano para golpearse el pecho, la escultura se halla conectada con la llamada "terribilitá" de Miguel Ángel, un concepto que alude a las posturas y anatomías con las que el maestro dotaba a sus pinturas y esculturas para romper las proporciones clásicas a favor del deseo de expresar.

La obra paradigmática de Miguel Ángel al respecto es el famoso "David" de la Academia florentina. Una obra con la cabeza y los pies muy grandes, desproporcionados con respecto al resto de la anatomía, ya que son las partes más expresivas del cuerpo humano y en este caso, desde lejos, lo que se aprecia mejor del mismo, como señal de esa fuerza y ese carácter. De hecho, también el San Jerónimo penitente también posee una cabeza y unas manos ligeramente más grandes de lo que deberían respecto a la proporción del resto del cuerpo.

 

 
     
     
Estado anterior a la restauración
 
Dibujo más antiguo de la obra

 

Por último, comentar que el San Jerónimo penitente ha sido ponderada como una de las mejores esculturas de todo el Renacimiento español. Numerosos historiadores, como Bermúdez, y numerosos artistas, como Goya, la tenían como las mejores de dicha época en España. El pintor aragonés contaba que no se podía encontrar una de tanta calidad en Francia u otros países europeos. Según las crónicas de una de las visitas que hizo Goya a Sevilla, estuvo contemplando la imagen en dos momentos diferentes durante una hora cada uno de ellos.

La obra es por tanto una de las más destacadas del MBASE y un fiel reflejo, tanto de cómo los artistas italianos iban un paso por delante de los europeos, como de la repercusión y el avance que tuvo la llegada de Torrigiano a Sevilla gracias a esta obra y también a la llamada "Virgen de Belén" que también se conserva en el MBASE. Especialmente, el San Jerónimo penitente influirá en la posterior escuela barroca sevillana y en concreto en la obra de su más importante figura, Juan Martínez Montañés.

Como hemos dicho, el santo fue creado para figurar en una escenografía del Monasterio de San Jerónimo de Buenavista. Con la Guerra de la Independencia, fue trasladada a los Reales Alcázares, como muchas otras obras de arte sevillanas. Luego pasó al Convento de San Buenaventura, y entre 1823-1825, en el de Santa Paula, donde el escultor archidonés Juan de Astorga realizó una copia en madera policromada. Después vuelve a San Jerónimo hasta que llega la Desamortización, siendo trasladada en 1840 a la Catedral.

Finalmente, en 1845, llega al Museo de Bellas Artes de Sevilla, Museo Provincial en esos momentos, siendo colocada con una serie de tirantes, con una pequeña base, una calavera y una cruz muy alargada y doblada, muy diferente a la que tiene ahora. La colocación con esos objetos corresponde a las descripciones que se habían hecho de la obra cuando estaba en San Jerónimo de Buenavista.

Sin embargo, a raíz de su restauración, se tomó como modelo una imagen encontrada años después, el dibujo más antiguo encontrado del San Jerónimo penitente. Por eso, tras la restauración, se tomó como referencia dicho dibujo a la hora de colocar de nuevo la obra en el MBASE, sobre todo esa cruz que responde más a la apariencia original que parece que tenía, siendo la cruz anterior sustituida al resultar demasiado larga y el santo parecía que no la miraba directamente, sino a su base. La nueva cruz fue realizada por José Clérigo en 1993.

 


 

 
 
Foto: Albert Edelman

 

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