MANUEL PINEDA CALDERÓN EN EL 100º ANIVERSARIO DE SU NACIMIENTO (Y III)

Sergio Cabaco


 

Con este artículo, concluimos nuestra aportación sobre la obra del artista de Alcalá de Guadaira (Sevilla) con motivo de su centenario. Pese a que, en un principio, anunciamos un análisis de tres de las creaciones de Manuel Pineda Calderón menos conocidas por el gran público, finalmente hemos decidido abordar el estudio de dos piezas en esta última entrega por el interés que ambas nos han suscitado: la Virgen de la Soledad de Conil de la Frontera (Cádiz) y la Virgen de la Caridad de Puebla de Guzmán (Huelva).

 

 

La talla gaditana de la Virgen de la Soledad, de candelero para vestir, fue labrada en 1950 y constituye una juvenil recreación de la Mater Dolorosa. Sus facciones adolescentes traslucen una aflicción intensa y contenida. Los ojos, bajo un ceño levemente fruncido y realzados por tupidas pestañas en el párpado superior, derraman cinco lágrimas que corren por sus mejillas. La nariz es recta, con las aletas muy abiertas por los sollozos, y la boca, lejos de estar sellada como corresponde a las muestras de su advocación, presenta los carnosos labios entreabiertos, dejando ver la lengua y los dientes superiores tallados en la madera. El ovalado rostro se remata por un suave mentón que da paso al cuello, cuyos músculos se hallan contraídos por el llanto.

Dicha imagen mariana forma parte de un grupo de tallas pasionistas de Pineda Calderón en el que se incluye a la dolorosa de la Amargura, de Mérida (Badajoz), con la que comparte notables semejanzas pese a que la obra extremeña se halla actualmente muy reformada tras ser intervenida por el sevillano Luis Álvarez Duarte.

Todas ellas se desvinculan en parte de las acostumbradas maneras del autor al mostrar unas cejas más finas que reemplazan la forma de arco por la de apóstrofe y unos grandes ojos vítreos que resultan menos rasgados y más separados de lo habitual. Asimismo, los juveniles rasgos del rostro se acentúan en estos casos, hasta el punto de que casi podemos hablar de una serie de "dolorosas niñas" llevada a cabo por parte del alcalareño.

 

 

Respecto a la Virgen de la Caridad, la única imagen letífica de María que abordamos en nuestros artículos, nuevamente estamos ante una obra del escultor que reemplaza a una talla antigua, destruida en 1936. La efigie ha sido considerada patrona de la localidad onubense de La Puebla de Guzmán, celebrándose su fiesta cada 15 de agosto, si bien para los puebleños la mayor seña de identidad religiosa es la patrona oficial, la Virgen de la Peña, venerada en su ermita-santuario del Cerro del Águila.

La Señora de la Caridad, realizada por Pineda Calderón en 1948, ha sido concebida como una juvenil doncella. Su agraciado y moreno semblante, enmarcado por larga cabellera tallada y peinada con raya al centro, presenta las cejas arqueadas, grandes ojos vítreos de ensoñadora mirada, recta nariz, barbilla saliente y limpiamente trabajada y boca grande con labios curvados hacia arriba por una afable sonrisa.

La cabeza de la imagen, de candelero para ser vestida con ropas blancas que acentúan su significado de pureza, aparece ligeramente inclinada a la derecha. Las manos están extendidas delante del pecho, con los dedos levemente recogidos, aunque normalmente no suele portar atributos. Las carnaciones son aceitunadas, lo que unido a los rasgos faciales denotan una composición femenina cálida y racial, muy propia de Pineda Calderón.

 

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