TERESA DE JESÚS. LA MUJER MÍSTICA (VI)
FRANCISCO RICCI

María José Pinilla Martín y Fernando Moreno Cuadro


 

 

En 1676, Francisco Rizi o Ricci (1614-1685) realiza el lienzo de Santa Teresa en la cocina que se conserva en el monasterio carmelita de San José de Ávila, para el cual había trabajado en las pinturas del retablo mayor y restaurado el famoso Cristo a la columna que había pintado Jerónimo Dávila para la ermita del mismo nombre del monasterio carmelita, siguiendo las indicaciones de la santa.

Por las exigencias del encargo, el pintor se adentra en la vida teresiana que une, en el camino de perfección, la contemplación y la oración con el trabajo. Vida laboriosa que la reformadora descalza protagoniza en la singular pintura abulense, que pensamos quiere incidir, además, en la humildad expresada en el Camino de perfección, cuando santa Teresa admite que no todas las almas son para la contemplación y que hay que aceptar el camino marcado por Dios humildemente, virtud que considera esencial para el ejercicio de la oración.

En su obra Fundaciones, Teresa de Jesús escribió: "cuando la obediencia os trajere empleadas en cosas exteriores, entended que, si es en la cocina, entre los pucheros anda el Señor, ayudándoos en lo interior y en lo exterior". No es frecuente la representación de la carmelita en la cocina, precisamente por eso los escasos ejemplos del tema atraen poderosamente la atención. El más importante es sin duda esta pintura de Francisco Ricci, autor de varias obras para conventos carmelitas, entre ellos el Convento de la Anunciación de Alba de Tormes y el Convento de San José en Ávila, donde se encuentran éste y otros lienzos.

Está firmado en Madrid en 1676 y ha sido calificado de "sorprendente" por su temática. Representa un éxtasis narrado por la Madre Isabel de Santo Domingo en el Proceso Remisorial in specie que tuvo lugar en Ávila en 1610. La declarante relató cómo algunas veces Teresa experimentaba arrobos mientras cocinaba, escena representada en este lienzo. En una ocasión, para que no se vertiese la sartén con el aceite, Isabel de Santo Domingo asió la sartén que portaba la santa, y quedó contagiada de ese éxtasis.

El escenario es un verdadero bodegón: una chimenea -alejada del sencillo fogón que de la realidad- utensilios de cocina como la sartén en la que Teresa fríe los huevos y recipientes como vasijas y un jarro de loza. Hay además un cesto con frutas y una mesa con mantel sobre la que, junto a un plato y pan, se encuentra una calavera. Al fondo de la escena se representa una alacena con la vajilla.

Es interesante comprobar que la faceta más conocida y desarrollada de la iconografía teresiana, es decir, la mística, encuentra también su expresión a través de una representación que tiene mucho de cotidiano. Es un tema raramente representado, que parece pintado ex profeso para el lugar donde ocurrió realmente esta escena: la cocina del Convento de San José en Ávila, primera fundación conventual de Santa Teresa de Jesús.

 

FUENTES: PINILLA MARTÍN, María José. "La representación de espacios de clausura en la iconografía teresiana", en La Clausura Femenina en el Mundo Hispánico: Una Fidelidad Secular, Simposium (XIX Edición), San Lorenzo del Escorial (Madrid), volumen 1, 2011, p. 129; MORENO CUADRO, Fernando. "La serie de la Transverberación de santa Teresa con las dos Trinidades derivada de Wierix. Acerca de una pintura de Francisco Rizi", en Goya, nº 341, 2002, p. 312.

 

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