RODIN. OBRA SACRA (II)
SAN JUAN BAUTISTA

Jesús Abades y Sergio Cabaco


 

 
 
San Juan Bautista (Musée d'Orsay)

 

Realizado en 1878, esta representación del Precursor de Cristo, conservada en el Musée d'Orsay de París, es una de las primeras estatuas en bronce del maestro. Fue realizada por Rodin a tamaño mayor del natural para demostrar su genio escultórico y callar las críticas que despertó un año antes su primer bronce, titulado L'Âge d'Airain, una obra inspirada en los modelos italianos de Donatello y, sobre todo, de Miguel Ángel.

La figura del Bautista está privada de los atributos habituales, la cruz y la filacteria, que permiten reconocer la iconografía. Solo queda el gesto de la mano derecha alzada que parece suspendida en el espacio, mientras que el rostro demacrado describe el asceta que predica en el desierto. El enfoque de Rodin consiste en suprimir siempre lo que le parece superfluo o lo que da a la obra un sentido demasiado evidente.

Rodin contó cómo un campesino italiano de los Abbruzos, llamado Pignatelli, curtido al igual que San Juan Bautista en el desierto, le sugirió la idea de esta figura, al acudir para ofrecerse como modelo:

 

"Al verle, me llenó de admiración; este hombre basto, hirsuto, expresaba en su forma de ser (...) toda la violencia, pero también todo el carácter místico de su raza. Pensé inmediatamente en un San Juan Bautista, es decir en un hombre de la naturaleza, un iluminado, un creyente, un precursor que acude para anunciar al alguien más grande que él. El campesino se desnuda, se sube a la mesa giratoria como si no hubiese posado nunca. Se planta, con la cabeza alta, el torso recto, apoyándose a la vez en ambas piernas, abiertas como un compás. El movimiento era tan justo, tan caracterizado y tan verdadero que me dije: "¡Pero si es un hombre andando!" Me decidí de inmediato en hacer lo que vi." (Dujardin-Beaumetz, 1913).

 

Con esta obra Rodin revolucionó la historia de la escultura, tanto por su expresividad formal y expresiva, como por la complejidad anatómica que presenta, especialmente a la hora de resolver el rostro, las manos y los pies, empleando el autor una técnica personal basada en el montaje, la multiplicación y la fragmentación, en total contradicción con el academicismo entonces imperante, cuyos artífices y teóricos le criticaron duramente.

El Bautista abre su palabra bondadosa mientras extiende en abierto compás sus piernas, lo mismo que otra de sus esculturas, Hombre que Anda, a la que Rodin deja intencionadamente descabezada para concentrar toda su atención en la captación del movimiento, que es el de un caminar eterno.

Sobre el tema de San Juan Bautista no solo existen varias versiones similares en diversos materiales -destacando al respecto el prácticamente idéntico bronce conservado en el Musée Rodin (1880)-, sino también bustos del santo y representaciones que lo muestran decapitado, con la cabeza sobre una bandeja -como la pequeña obra marmórea del Museo Soumaya de Ciudad de México (hacia 1888-1889)- o incluso sobre un medallón.

 

 
 
Cabeza decapitada del Bautista (Museo Soumaya)

 

Nota de La Hornacina: con información del Musée Rodin de París.

 

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