REMBRANDT 350 AÑOS. LOS TEMAS SACROS
EL REGRESO DEL HIJO PRÓDIGO

Jesús Abades y Sergio Cabaco


 

 

En el evangelio de San Lucas aparece recogido el relato de la parábola del hijo pródigo por parte de Cristo. Un hijo le pregunta a su padre por su patrimonio y abandona el hogar paterno, solo para derrochar todas sus riquezas. Al llegar por fin a la enfermedad y la pobreza, regresa a la casa de su padre. El anciano está cegado por las lágrimas cuando perdona a su hijo, así como Dios perdona a todos los que se arrepienten.

Toda esta obra está dominada por la idea de la victoria del amor, la bondad y la caridad. El evento es tratado como el acto supremo de la sabiduría humana y la nobleza espiritual, y se lleva a cabo en absoluto silencio y quietud. El drama y la profundidad de los sentimientos se expresan en las figuras de ambos protagonistas, padre e hijo, con toda la precisión emocional con la que Rembrandt estaba dotado.

Hablamos de un óleo sobre lienzo (265 x 205 cm) realizado en 1662. Las pinceladas amplias y esbozadas del estilo tardío del artista, caracterizado también por el interés hacia el alma de sus modelos, acentúan la emoción y la intensidad de esta pintura magistral. Los rostros tienen ese relieve pictórico recortado en el claroscurismo que inunda la atmósfera, y el ambiente espacial en el que están inmersos se torna naturalista y veraz.

Entre los múltiples detalles del cuadro destacan las manos del anciano sobre la espalda de su vástago: una masculina, de fuertes dedos, se apoya en el hombro derecho del hijo para acercarlo a sus rodillas, mientras la otra, femenina y luminosa, se posa sobre el hombro izquierdo para cubrir el corazón. Ello simboliza la condición de Dios como padre y madre a la vez, masculino y femenino, misericordioso para con toda la humanidad.

 

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