ATRIBUTOS MARIANOS - LOS FRUTOS
CARLO CRIVELLI
30/05/2025
Carlo Crivelli (Venecia, hacia 1430 - Ascoli Piceno, 1495) nació probablemente en Venecia, donde pudo haber sido alumno de Jacopo del Fiore o Michele Giambono, pero su estilo también muestra la influencia de la escuela de Francesco Squarcione en Padua, especialmente de sus discípulos: Andrea Mantegna, Marco Zoppo y Giorgio Schiavone. Crivelli abandonó Venecia al poco de iniciar su carrera. En 1465 residía en Zara, Dalmacia (actual Zadar, Croacia), entonces provincia de la República de Venecia. En 1483 se estableció en Ascoli Piceno, la ciudad más grande de las Marcas meridionales, donde regentó un importante taller que trabajó para iglesias y conventos locales y murió en 1495. Las dos obras que les traemos son pequeñas imágenes devocionales que muestran a la Virgen y el Niño abrazados, de pie ante un parapeto. Fueron pinturas muy populares en el siglo XV y parecen constituir una parte importante de la obra de Crivelli. Las frutas y flores que vemos en ambas composiciones encierran significados simbólicos cristianos que aluden a la vida de Cristo y, por lo tanto, no son meros recursos decorativos. En la obra del Victoria and Albert Museum de Londres (imagen superior), María viste un suntuoso y elaborado manto de estuco dorado de estilo gótico y un velo transparente, y se encuentra ante un parapeto coronado por un clavel, dos violetas y una mosca. Detrás de ella, un paño de honor bordado, de color rojo oscuro, del que cuelga un guirnalda de higos y melocotones. Al fondo se aprecia un lejano paisaje montañoso con árboles verdes a la izquierda y un árbol sin hojas a la derecha, realzados por los profundos tonos azules del cielo. La obra del Metropolitan Museum of Art de Nueva York (imagen inferior), también de exquisita factura, muestra similar composición, con símbolos del bien y del mal. Mientras que las manzanas y la mosca simbolizan el pecado, el pepino y el jilguero hacen referencia a la redención y al alma. A lo lejos, el paisaje está poblado de figuras con turbante, posiblemente mamelucos que en la década de 1480 controlaban la ciudad santa de Jerusalén. En las dos piezas podemos observar la originalidad extrema del leguaje elaborado por Crivelli, en el que las conquistas renacentistas en cuanto a perspectiva y nítida modelación de volúmenes se mezclan con acentos decorativos y con el uso del oro de estilo tardogótico. La línea retorcida crea figuras casi abstractas e irreales, y a pesar de ello, la composición logra un efecto de solemne y extraordinario dramatismo. El arte flamenco podría haber inspirado el estilo preciso y detallado de estas obras, de las más refinadas de Crivelli. También demuestra su talento para los trucos visuales, pues el espectador podría verse tentado a espantar la mosca que parece haberse posado en la pintura. |
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