MAYO MARIANO 2008 - LA DIVINA PASTORA
MISCELÁNEA

Sergio Cabaco y Jesús Abades


 

 

Una de las representaciones más afortunadas de la Divina Pastora en nuestro país (imagen superior izquierda) se encuentra en el convento de los capuchinos del Pardo (Madrid). Es obra de talla completa, realizada por Mariano Bellver (1817-1876), miembro de una conocida saga de escultores de origen valenciano. Dentro del sumamente ecléctico arte español del siglo XIX, la obra de Bellver se sitúa dentro del romanticismo cultivado en la Corte de la reina Isabel II, de quien llegó a ser escultor de cámara. Dicho romanticismo, a nivel de escultura sacra, siempre se mantuvo bastante fiel a la tradición barroca, en especial a la corriente rococó imperante en parte del setecientos, conugándola con ciertos vestigios propios del refinamiento academicista. Muy similar a esta pieza es la Virgen de la Divina Providencia, talla de vestir labrada también por Mariano Bellver que se venera en la madrileña basílica de Jesús de Medinaceli. Ambas muestran el delicioso acabado, la ensoñadora mirada y las carnaciones amuñecadas tan propias del referido estilo.

La Iglesia de los Capuchinos de León, antiguo Convento de Franciscanos Observantes, rinde culto a una efigie moderna de la Divina Pastora (imagen superior derecha) cuyos rasgos son deudores también en general de la estatuaria del barroco. Según nos comenta el superior de la casa leonesa, fue labrada por Juan Antonio de Vera de Bidasoa, hermano capuchino no clérigo de origen navarro. Mientras la Señora, de rostro bello y alargado, es contemplada con arrobo por el Niño Jesús -sentado sobre su pierna izquierda- y dos de los cuatro corderos que la rodean, acaricia suavemente al que figura encaramado hacia su regazo. A diferencia de lo habitual, no aparece tocada con sombrero, sino con toca marfileña de estampación hebrea, tallada en la misma pieza, llevando como exorno el báculo y una aureola de rayos y estrellas.

Al taller del escultor quiteño Bernardo de Legarda y del Arco (activo en el segundo tercio del siglo XVIII) corresponde un curioso ejemplar en madera policromada de la Divina Pastora, conservado en el museo que el Banco de Ecuador posee en Quito (imagen inferior izquierda). Es obra de pequeño formato (mide 55 cm de altura) que muestra también a la Virgen como "Divina Hilandera", en alusión a las escrituras apócrifas que la presentan como tejedora del velo del templo y de la túnica rifada de Jesús, de ahí el palillo aguzado que porta en su mano derecha y la rodela del huso que aparece en la izquierda, labrada en tagua, un material vegetal típico de Ecuador cuyo acabado asemeja al marfil. El arte de Bernardo de Legarda, el artista más estimado de la escuela quiteña junto con Capiscara, supone una interpretación indígena de las fórmulas barrocas españolas, remitiendo especialmente a las entrañables creaciones de Luisa Roldán.

Por último, no queremos cerrar el especial sin mencionar la magnífica imagen de la Divina Pastora labrada por Francisco Salzillo (1707-1783) para la Iglesia de San Antolín de Murcia (imagen inferior derecha). Destruida lamentablemente en 1936, aparecía sin Niño pero junto a la figura de San Miguel Arcángel en actitud de asestar con su espada un golpe mortal al pecado que acecha a las almas cristianas, simbolizadas en el cordero. El célebre maestro murciano del barroco realizó otra recreación del tema para la localidad murciana de Lorca (1735), igualmente desaparecida en los disturbios de la Guerra Civil. Por fortuna, se conserva un interesante simulacro relacionado con su círculo en el Museo Parroquial de Pastrana (Guadalajara).

 

 

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