JAPÓN: ARTE Y CULTURA (VI)
JARDINES

Carlos Cid Priego


 

 

El artista dispone de los escasos metros cuadrados de un jardín, o de los centímetros de una maceta; pero encierra en ellos la majestad infinita de la Naturaleza libre. Es difícil apreciar en todo su valor la totalidad de las bellezas naturales: la sinfonía es demasiado grande y el Universo pulsa un teclado de notas ilimitadas. En cambio, el artista selecciona sólo las teclas precisas. Más que inventar, elige de acuerdo con su grado de sensibilidad.

En Nara es donde están los ejemplos más antiguos, como los bosquetes de Kofukuji, de un estilo primitivo llamado de Shinden-Shiji. En el siglo XIV se dio gran importancia a los elementos paisajísticos, y se introdujeron valles, colinas, cascadas, etcétera. Una variante, el Kare-sasui, que significa "fuente seca", preparaba el terreno como el fondo de un lago o lecho de río completamente secos, con rocas, arena y un fondo montañoso o de llanura pantanosa. El siglo XVI fue la época de auge de este arte, que se ligó íntimamente a las ceremonias del té que hemos analizado en la tercera entrega de este especial.

Es más difícil realizar un paisaje natural que pintarlo. Había que estudiarlo desde todos los puntos de vista, a diferencia del único del cuadro. Se tenía en cuenta el paisaje del fondo, sobre todo cuando en éste podía figurar la airosa silueta del Fujiyama, la montaña sagrada del Japón. El jardín se llamaba "lago rizado", "océano rocoso", etcétera; nunca faltaba el agua, desde el gran estanque hasta la fuente cantarina.

También tenían gran importancia las piedras, que representaban las montañas. Su forma y distribución eran muy cuidadosas, a veces había más de un centenar, con sus nombres propios. Se buscaban fragmentos de rocas raras, que incluso había que partir y luego reconstruir para facilitar el transporte. Se llegaron a pagar por ellas precios fabulosos que tuvo que limitar una ley. Un aspecto muy particular del jardín japonés, poco comprensible al principio para los occidentales, es el formado por piedras y arena.

En los jardines lujosos no faltan pequeños puentes, pabellones y artísticas linternas para iluminarlos suavemente por las noches. Una especialidad muy curiosa en Japón es el llamado "jardín de maceta", caracterizado por unas proporciones diminutas, así como por la presencia de plantas pequeñas o cultivadas en escala muy reducida.

 

 

"Desde su regreso al pozo, para no perturbar su espíritu, trató de no leer el diario. Pasada una semana, ya no tuvo deseos de leer. Después de un mes, casí había olvidado que existían cosas tales como el periódico. Cierta vez encontró la reproducción de un grabado, El infierno de la soledad, y la observó con curiosidad. Se trataba de un hombre flotando inestable en el aire, con sus ojos abiertos por el terror, pero el espacio que lo rodeaba, lejos de ser vacío, era una serie de sombras semitransparentes de muertos que impedían cualquier movimiento del hombre. Los muertos, cada uno con diferente expresión, parecían empujarse unos a otros mientras hablaban incesantemente al hombre. ¿Por qué razón eso era El infierno de la soledad? En aquel momento pensó que se habían equivocado al poner el título; ahora podía entenderlo. La soledad es una sed que la ilusión no satisface."

(La Mujer de la Arena, Kobo Abe).

 

FUENTES: A.A.V.V. "Japón", en El Arte Oriental, Barcelona, 1968, pp. 536-537.

 

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