RETRATOS DE EMPERADORES (XV)
JULIA MAESA Y TEODORA


 

 

Julia Maesa

Julia Maesa (Emesa, hacia 165 - Roma, 224) fue hermana de Julia Domna, tía de Caracalla, y madre de las emperatrices Julia Soemia y Julia Mamaea. Las fuentes son unánimes en considerar que fueron estas tres mujeres sirias (Maesa, Soemia y Mamaea), las que, de vuelta a Roma tras la expulsión dictada por Macrino, detentaron en realidad el poder durante el reinado de Heliogábalo, mientras el adolescente emperador se dedicaba a imponer el culto del dios del sol de Emesa por encima de la religión romana.

El dominio de Julia Maesa, poseedora de una gran fortuna, era particularmente temido. No hay que olvidar que provenía de Oriente, donde la monarquía era un poder divino y despótico al que todos debían someterse incondicionalmente. Conocedora de las tradicionales intrigas palaciegas, financió y apoyó tanto el ascenso de Heliogábalo como su caída, ya que la nefasta actitud del emperador (famoso también por unas excentricidades contrarias a las prácticas romanas) acabó provocando el lógico rechazo de los pretorianos, del Senado y de la plebe. Conviene señalar que Heliogábalo nació con el nombre de Vario Avito Bassiano; una vez emperador adoptó, al igual que Caracalla, el nombre de Marco Aurelio Antonino, y para diferenciarlo de su tío los historiadores lo llaman Heliogábalo o Elagabalus, en alusión a El-Gabal, el dios que adoraba.

Tras ser asesinados Heliogábalo y su madre Julia Soemia por los pretorianos, la abuela traspasó el imperio a su otro nieto Alejandro Severo, previo acuerdo con su madre Julia Mamaea (que no se llevaba bien con su hermana Julia Soemia). El nuevo emperador, también muy joven y al que Heliogábalo intentó varias veces asesinar, estaba más educado a la romana y era más obediente a las propuestas de sus parientes.

Aunque tras la ejecución de Heliogábalo se prohibió a las mujeres volver al Senado (Julia Maesa y sus hijas participaban activamente en sus sesiones, algo insólito hasta el momento), lo cierto es que las dos Julias, abuela y madre, y Augustas siguieron haciéndose cargo de los asuntos de Estado (posiblemente con la ayuda de Ulpiano, prefecto del pretorio), sustituyendo, eso sí, la ostentosidad oriental por la simplicitas que se representa en las monedas. Fallecida Julia Maesa y deificada, Julia Mamaea se convirtió en la única dueña del poder y su hijo se sometió a sus órdenes. Intentando imitar a su madre y a Julia Domna, se ocupó en solitario de ejercer el gobierno, ayudada por consejeros y senadores de su confianza. Incluso continuó desempeñando ese papel después de que Alejandro Severo, ya adulto, tomara el Imperio formalmente y se casara con Orbiana.

 

La obra

Este busto sin brazos de una matrona romana cubierta con velo, dispuesto sobre un alto pedestal, fue hallado en las ruinas de Hierápolis o Bambyce (antigua ciudad helenística de Siria) y actualmente se conserva en el Museo de Arqueología y Antropología de la Universidad de Pennsylvania (Estados Unidos).

Aunque existen dudas acerca de la identidad de la retratada, es muy probable que represente a Julia Maesa, dado que los rotundos rasgos faciales (ojos penetrantes, nariz aguileña, pómulos pronunciados, mandíbula fuerte, etcétera) son similares a los de sus monedas halladas en Siria. Es visible también el parecido de sus facciones con las de su hija Julia Domna, si bien las maternas son más severas.

La presencia de un estilizado motivo de hojas de acanto que une el extremo inferior del busto con el pedestal indica que, probablemente, nos encontremos ante un retrato funerario. En cualquier caso, esta bien conservada pieza marmórea, cuyas medidas son 84 x 51 x 31 cm, puede fecharse entre los años 218 y 235 d.C.

 

 

Teodora

Antes de su matrimonio con el emperador Justiniano (poco menos que un títere en sus manos), fue prostituta y bailarina con talento que viajó con una troupe de artistas célebres en su tiempo, muchos de los cuales llegaron, gracias a ella, a alcanzar una posición elevada en la corte de Bizancio.

Una vez elevada al rango de emperatriz, se dedicó a las obras benéficas, fundó hospicios, hospitales, albergues para peregrinos y casas de acogida para mujeres arrepentidas. Además, influyó en su esposo para implantar leyes que protegieran a las mujeres de Bizancio, como la pena de muerte para los violadores o la capacidad de la mujer para administrar su herencia. Ella fue también quien animó a Justiniano a defender su trono de los rebeldes en la Sedición de Niká, y sabemos que le aconsejó la elección de asesores humildes pero eficaces, en lugar de los encumbrados y corruptos que solían abundar.

De origen probablemente sirio o chipriota, Teodora (502-548) no debió ser tan depravada como la pintaron algunos autores, especialmente Procopio de Cesárea (se ha dicho de ella que mató a uno de sus hijos para que no salieran a la luz sus numerosos abortos, y que era extremadamente vengativa contra los que no cumplían sus órdenes), ni tan bondadosa como la han descrito otros historiadores basados en testimonios agradecidos. Lo cierto es que si Justiniano (reconstructor político, territorial y cultural, cuyo reinado fue un tránsito entre el imperio antiguo y el medieval) intervino en los negocios espirituales de la Iglesia, su mujer no fue menos y dejó una huella muy profunda sobre todo en la historia de dos papas, Virgilio y Silverio. No en vano, el historiador Mauricio de la Chàtre la llamo "archipapisa" y es santa en la Iglesia Ortodoxa.

Sin embargo, no son pocos los historiadores que afirman que su virtud fue solo apariencia, ya que obligó a todos sus súbditos a convertirse al cristianismo ortodoxo (para lo cual persiguió ferozmente a samaritanos y judíos) y que, aprovechando la ley de Justiniano por la que se castigaba con la castración a los homosexuales, sentenció y condenó a todos sus enemigos personales. Su obsesión por todo lo que fuera majestuosidad, ostentación y pompa (visible en la excesiva pleitesía que exigía) dejó su sello en el arte imperial bizantino.

Un corrosivo cáncer le arrebató la vida en pocos meses. Tenía poco más de 45 años de edad, y había logrado entrar en la galería de mujeres más relevantes y decisivas de la historia. Su célebre hermosura (intimidaban sus centelleantes ojos), a la que tantos cuidados dedicó, se mantuvo hasta el último instante de su vida. Cuentan que, tras su muerte, cercanas amigas la honraron sacrificando un carnero negro y haciendo plegarias a dioses prohibidos a los que Teodora, a pesar de sus apariencias, no había dejado de adorar por completo.

 

La obra

A pesar de que en los mosaicos de los muros laterales del ábside de la Iglesia de San Vitale aparecen los retratos oficiales de Justiniano y Teodora (hacia 547), sabemos que ninguno de ellos visitó jamás Rávena (conquistada por su rival Belisario en 540) por razones de seguridad; sin embargo, estas son las únicas representaciones seguras que nos han llegado del emperador y su esposa. Conviene indicar que existe un retrato escultórico atribuido fehacientemente a la emperatriz en el Castillo Sforzesco de Milán.

Los emperadores van ataviados con ricos ropajes que simbolizan su superioridad en la jerarquía bizantina. Sus clámides son de color púrpura, atributo exclusivo de la dignidad imperial. Justiniano y Teodora llevan coronas y nimbos que aluden a su concepción divina y terrenal. Eran considerados los representantes de Dios en la tierra. La presencia de los Reyes Magos en la clámide de Teodora es una alusión más a la realeza imperial. En ambos casos, se trata de recalcar el poder civil y religioso de los mandatarios.

En el retrato de Teodora se puede apreciar la fuerte personalidad de la emperatriz. Su figura parece incluso más acusadamente bizantina que la de Justiniano, con más lujo, más variedad cromática y más interés por representar toda la moda orientalizante: mantos coloristas, collares abundantes, joyas en abundancia, y un aire patente de lujo y ostentación. El rostro es plano y muy sumario, aunque expresivo (ojos muy abiertos).

 

Fotografías de Roger Ulrich

 

FUENTES: HIDALGO DE LA VEGA, María José. Las Emperatrices Romanas: Sueños de Púrpura y Poder Oculto, Salamanca, 2012, pp. 153-157; MARTOS RUBIO, Ana. Papisas y Teólogas: Mujeres que Gobernaron el Reino de Dios en la Tierra, 2010, Ediciones Nowtilus, pp. 64-66; CASTELLANOS DE ZUBIRIA, Susana. Las Mujeres más Perversas de la Historia, Barcelona, 2009, pp. 113-129; BALD ROMANO, Irene. Classical Sculpture: Catalogue of the Cypriot, Greek, And Roman Stone Sculpture in the University Of Pennsylvania Museum of Archaeology and Anthropology, Philadelphia, pp. 210-211; http://artetorreherberos.blogspot.com.es

 

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