RETRATOS DE EMPERADORES (XIV)
ULPIA SEVERINA Y JULIA DOMNA


 

 

Ulpia Severina

Esposa del emperador Aureliano, con el que tuvo una hija. Su nombre solo se conoce por inscripciones y monedas. En el año 274 recibió el título de Augusta. Ulpia Severina ostentó también el título de Mater et Castrorum Senatus et Patriae (Madre de los Ejércitos del Senado y de la Patria), común entre las emperatrices de la dinastía de los Severos desde Otacilia Severa, esposa de Filipo el Árabe.

Ulpia Severina quizás fue hija de Ulpius Crinitus, mencionado en la dudosamente creíble Historia Augusta, del que se decía que descendía de Trajano y había adoptado a Aureliano; sin embargo, la historia entera, y tal vez incluso esta figura paterna, puede ser una invención con el propósito de conectar a Aureliano, de oscuros orígenes provincianos, con el "buen emperador" Trajano.

Ulpia Severina pudo haber reinado durante un corto periodo de tiempo hasta que Tácito fue elegido como sucesor de Aureliano, ya que algunas de las monedas que representan a la emperatriz parecen haber sido acuñadas después de la muerte de Aureliano, quien fue apuñalado en el año 275 por varios miembros de sus tropas a raíz de una conjura basada en un bulo sobre el emperador urdido por su secretario.

En cualquier caso, las fuentes afirman que hubo un breve interregno (unos seis meses, aproximadamente) entre el asesinato de Aureliano y la elección de Tácito. De ser cierto el reinado de Ulpia Severina, casada con Aureliano (con quien compartía el humilde origen dacio) tiempo antes de convertirse éste en emperador (año 270), estaríamos ante la primera emperatriz que gobernó sola el Imperio Romano por derecho propio.

 

La obra

Solo se conocen los rasgos de Ulpia Severina por antiguas acuñaciones. De ella se decía que era de grandes ojos, talante aguerrido, poco agraciada, que apoyaba al Senado y que acompañó al emperador en sus expediciones militares, ganándose el afecto de los soldados por su temperamento amable y sus liberalidades.

Aunque no existe documentación que avale su mandato, el largo espacio de tiempo entre la muerte de Aureliano y el nombramiento de Tácito, así como el uso común de temas militares en sus monedas (en las que siempre aparece tocada con diadema), hace que cobre fuerza histórica lo que fue una presunción popular.

 

 

Julia Domna

Desde el principio ejerció una fuerte influencia sobre las decisiones de su marido, el emperador Septimio Severo, llegando a tener una parte muy activa en la administración del Imperio. A pesar de que no hay evidencias seguras de que desempeñara un poder político visible durante el gobierno de su esposo, sí es seguro que lo ejerció con su hijo Caracalla (apodo por el que se conoce al emperador Marco Aurelio Antonino, nacido Lucio Septimio Bassiano; aunque no fuera utilizado oficialmente, este personaje ha pasado a la historia como Caracalla, sobrenombre que alude a una capa de origen galo que solía llevar frecuentemente).

Tanto Julia Domna (Emesa, 170 - Antioquía, 217) como su hermana Julia Maesa y las dos hijas de esta última, eran princesas sirias que pertenecían a la corte real de Emesa (actual Homs). En la historia de Julia Domna se conjuga el poder, la filosofía, la religión siria, el drama e incluso la tragedia. Todos los historiadores destacan su belleza, confirmada en los retratos que de ella se conservan, así como su modestia, gentileza, conocimiento de lenguas, dotes intelectuales e inteligencia para los asuntos públicos, cualidades todas ellas importantes para las mujeres que se situaron en el centro del poder imperial y lo ejercieron de forma efectiva.

Refinada y culta, obtuvo el título de Augusta nada más ser proclamado Septimio Severo emperador. Incluso se acuñaron monedas con su efigie. Al igual que otras emperatrices, no se libró de los ataques de adulterio e incesto, siendo especialmente dañina la acusación de Cayo Fulvio Plautiano, envidioso prefecto muy cercano al emperador, que consiguió retirarla de la vida pública; si bien Julia Domna aprovechó entonces para dedicarse al estudio de la filosofía y al mecenazgo de intelectuales, creando a su alrededor un círculo de eruditos que fue muy del agrado de Septimio Severo, al que gustaba rodearse de personas cultas.

Muerto su esposo, se convirtió en una excelente consejera, aunque Caracalla nunca consideró los sensatos consejos que recibía de su madre. Entre las iniciativas propias de Julia Domna destaca la concesión de la cátedra de retórica en Atenas a Filisco de Tesalia, decisión concerniente solo a los emperadores. Este interés de actuar en la vida política y ejercer un poder de facto, la empujaron a organizar intrigas, una vez asesinado su hijo Caracalla en el año 217, para convertirse en la única gobernante, pero las tropas eligieron a Macrino, prefecto del pretorio y causante del asesinato de Caracalla.

Al comprobar la imposibilidad de que sus deseos e intrigas dieran resultados positivos, Julia Domna prefirió el suicidio a perder el poder que tenía y regresar a una vida como "persona privada". Era evidente que Macrino no iba a permitir que esta poderosa mujer, esposa y madre de emperadores, a la que odiaba, sobreviviera. Además, Macrino (efímero emperador que duró poco más de un año; asesinado tras una conjura instigada, según parece, entre los soldados de Heliogábalo -fieles a Caracalla- por Julia Maesa, hermana de Julia Domna) obligó a las otras mujeres sirias de la corte y a sus pequeños hijos a regresar a Emesa.

 

La obra

Reconocemos en esta cabeza colosal, de grandes ojos almendrados resaltados por las cejas unidas, las facciones de Julia Domna. Muestra una frontal simetría, solo perturbada por la posición de los ojos hacia la derecha. Pertenece a una serie de retratos imperiales hallados en el foro de Verecunda (Argelia).

El modelado simplificado del rostro y el sumario tratamiento de los cabellos, más detallados a la altura de la frente y organizados en ondas a partir de una raya central, delatan el origen provincial de la pieza, no exenta por ello de una notable dosis de majestad. Se conserva en el parisino Museo del Louvre.

Los retratos oficiales romanos parten casi siempre de un prototipo labrado en la capital del Imperio, a los que los artistas de las provincias tenían acceso a través del mismo, de copias más o menos fieles, o de dibujos o piezas de fundición, lo que explica las variaciones respecto al modelo.

Es cierto que observamos en las provincias cierta tendencia a la abstracción en los rasgos, aunque ello también obedece a la considerable distancia entre la cabeza y el suelo, lo que lleva a los escultores a aliviar los detalles. En este caso, hablamos de una cabeza de 62 cm que debía encajar en una estatua de unos 3 metros.

Las dimensiones colosales estaban habitualmente reservadas para las representaciones póstumas, pero se trata de una obra encontrada en una de las provincias africanas del Imperio, donde los simulacros, póstumos o no, solían ser monumentales; por tanto no hay que verlo como un trabajo posterior a la muerte de la emperatriz.

 

Fotografías de Hervé Lewandowski

 

FUENTES: www.roman-emperors.org; HIDALGO DE LA VEGA, María José. Las Emperatrices Romanas: Sueños de Púrpura y Poder Oculto, Salamanca, 2012, pp. 131-153; DE KERSAUSON, Kate. Catalogue des Portraits Romains, tomo II, París, 1966, p. 366; BARATTE, François, Les Portraits Impériaux de Markouna et la Sculpture Officielle dans l'Afrique Romaine, tomo II, París, 1983, pp. 785-815; www.tesorillo.com

 

Anterior Entrega en este

 

Volver          Principal

www.lahornacina.com