RETRATOS DE EMPERADORES (XIII)
LIVIA Y AGRIPINA


 

 

Livia

Hija de un Claudio que había adoptado a un Livio Druso, pertenecía a la más alta aristocracia republicana. Su padre, proscrito, se suicidó en Filipos para no sujetarse a la ley de los triunviros (Lépido, Octavio y Marco Antonio). Su primer marido, del mismo grupo social, se había unido a César pero había aprobado su asesinato; partidario de Marco Antonio, fue sitiado en Perusa, de donde pudo escapar con su joven esposa y el hijo mayor de ambos, el futuro emperador Tiberio. La paz de Miseno les permitió volver a Roma, donde Octavio los conoció, enamorándose de Livia. El marido se la cedió sin dificultades, aunque estaba a punto de alumbrar a su segundo hijo, Druso. Octavio repudió a su primera esposa, Escribonia, el mismo día en que nacía su hija Julia, y se desposó oficialmente con Livia el 17 de enero del 38. Druso acababa de nacer, tres días antes, pero Octavio ya había llevado a Livia a su casa desde hace tiempo. Fue un escándalo del que se habló por todo el Imperio.

El matrimonio entre Livia y Octavio duró 52 años. No tuvieron hijos, lo que acarreó problemas de cara a la sucesión. Livia, como mujer que era, nunca tuvo función política oficial, pero con frecuencia se advierte su influencia. Varios estudiosos llevan tal influencia hasta el punto de afirmar que fue ella quien sugirió a Octavio adoptar el epíteto de Augusto y que bajo sus cuidadosos designios el primer emperador proyectó y ejecutó el destino del Imperio. Algunos aseguran que Augusto tomaba cada decisión bajo el asentimiento de su esposa, quien, consciente de los delicados tejidos políticos, se encargó de eliminar a todos los posibles sucesores de Augusto hasta asegurarse de que el trono fuese para su hijo Tiberio. En todo caso, Augusto reconoció claramente cuánto le debía al adoptarla en su testamento; se convirtió así en Julia Augusta y tuvo, desde entonces, más visible importancia, lo que acabó provocando dificultades entre ella y Tiberio.

Hermosa, inteligente, culta, intrigante y altiva (aunque a ojos de la plebe era la personificación de la matrona romana o pietas, virtud que en la Antigua Roma significa deber o devoción, a lo que contribuyó su modestia en el vestir y en las joyas que llevaba), Livia fue nombrada máxima sacerdotisa del culto de Augusto, una vez deificado el emperador tras su muerte. Tiberio, que nunca tuvo una relación muy buena con su padre adoptivo (que siempre prefirió a Druso), acabó odiándola por sus intromisiones en todos los asuntos de Estado (aunque las designaciones que hacía Livia eran mucho más sensatas que las suyas), por los honores que frecuentemente le daba el Senado y, seguramente, por sus constantes artimañas, entre las que se incluye forzar el divorcio de Tiberio con su amada Vipsania. Muerta Livia con 86 años, Tiberio ni siquiera asistió al funeral (su dirección corrió a cargo de Calígula) y por supuesto no permitió los honores póstumos que ella tanto deseaba.

 

La obra

El infeliz Tiberio no pudo frenar la ambición de su madre, que después de muerta consiguió que su nieto Claudio, hijo de Druso (el que más despreciaba, del que se burló toda su vida por deforme, tartamudo y torpe, y a quien estuvo a punto de dar muerte), la convirtiera en diosa; si bien Livia recibió culto divino en vida en muchas ciudades del oriente romano, e incluso en Roma le fueron dispensadas una serie de prerrogativas que la situaban en un plano de superioridad con respecto al resto de las mujeres.

Precisamente esta estatua femenina sedente de Livia (hacia 14-19 d.C.), la más hermosa y mejor conservada de todas las efigies suyas conocidas hasta la fecha, la representa como una divinidad (Juno o Ceres). El rostro, de expresión suave e idealizada (se observa el parecido físico con su hijo Tiberio), es sereno. Viste doble chitón e himation que le cubre la cabeza y el cuerpo, dejando ver solamente el lado derecho de cintura para arriba y la parte inferior del chitón. El brazo derecho avanza un poco y con la mano sostendría probablemente una patera; en la izquierda llevaría el cetro. Va peinada con raya en medio, con ondas grandes y moño alto, que se aprecia bajo el velo. Una delgada banda y cuatro agujeros sobre el cabello indican que, en su tiempo, debió portar una diadema imperial o una corona de espigas. El trabajo del rostro, el peinado y los pliegues de las vestiduras es de una gran calidad y finura, y todo el conjunto hace de esta obra una de las figuras femeninas más hermosas y logradas realizadas en Roma en los primeros años de nuestra era.

La estatua marmórea, conservada actualmente en el Museo Arqueológico Nacional (MAN) de Madrid, procede de las ruinas de una villa en Paestum (Italia) y fue encontrada junto a otra escultura sedente de Tiberio. Mide 177 cm de altura y está labrada en dos bloques de mármol, que se unen en la línea de los muslos. La ligera desproporción entre tronco y piernas se explica por haber sido concebida para mirarla desde abajo. La parte inferior está labrada por detrás, sin duda porque sería visible a través del trono en el que aparecía sentada.

 

 

Agripina

Tras la conjura y ejecución de Mesalina, Claudio decidió rápidamente volverse a casar, pero la elección de la nueva esposa fue difícil, pues había rivalidades entre varias mujeres, y los principales libertos tenían sus propias candidatas. Agripina (llamada Agripina la Menor o Agripinila, debido a que llevaba el mismo nombre de su madre), la favorita del liberto Palas (del que también era amante), aprovechó el fácil acceso que, como sobrina suya, tenía al emperador para seducirlo. No tenía mayor moralidad que su predecesora Mesalina, pero era una mujer con cabeza que no retrocedió ante nada para llegar a la meta que se había fijado: ser la verdadera dueña del Imperio tras el nombre de su hijo, ya que su sexo se lo vedaba oficialmente. En Roma no había ejemplos de boda de un tío con su sobrina, pero como hubo manifestaciones populares a favor del enlace y se expusieron precedentes en otros pueblos, un senadoconsulto declaró legítima esa unión.

Algunos historiadores opinan que fue su hermano Calígula quien la pervirtió desde su niñez, tanto con historias familiares cargadas de intriga y lujuria, como a través del incesto; a lo que respondía siempre con morbosa satisfacción, pues lo cometió con varios miembros más de su familia, incluido su hijo Nerón. Asimismo, Calígula le hizo creer que el poder era lo que le tenían deparado los dioses, de los que se creía descendiente, de ahí que nunca se sintió culpable de las numerosas muertes que causó, pues para ella eran solo lo que el destino le exigía. En el 54, cinco años después de que Claudio adoptara a Nerón y de que recibiera el título de Augusta (el primero después de Livia), Agripina asesinó al emperador con la ayuda de la envenenadora Locusta, muy agradecida tras ser salvada por la emperatriz de una condena a muerte. Parece ser que usó setas tóxicas y, para apresurar el resultado, una pluma envenenada que le introdujeron a Claudio en la garganta.

Si durante los años siguientes a su boda con Claudio, asistía a las audiencias públicas, sentándose cerca del emperador en las ceremonias; Agripina, convertida en sacerdotisa del Divino Claudio como Livia lo fuera del Divino Augusto, quiso participar en el estrado del Senado nada más comenzar el reinado de Nerón, pero se encontró con la oposición frontal de Séneca y Burro, mentores de Nerón, y con la de su propio hijo. Agripina pensaba ocupar la figura dominante, y su vástago-emperador estaría controlado por ella, pero se equivocó gravemente. Tras años de cada vez más fuertes desavenencias con Nerón, una vez que Agripina fue vetada en el Senado, expulsada del palacio imperial y acusada varias veces de conjura, el emperador, impulsado por su segunda esposa Popea, decidió ordenar la muerte de su madre. Después de un primer intento fallido en su nave, en el lago de Bayas, Agripina fue asesinada en su casa, en el año 59, apaleada y acuchillada por sicarios.

 

La obra

Se trata de una pieza ejecutada para ser encajada en una estatua o busto. Labrada en mármol blanco, fue hallada en una finca de la localidad onubense de Villalba del Alcor. Comparándola con otros retratos hispanos de la emperatriz, con los que presenta notable parecido tanto en los rasgos como en el peinado, podemos fecharla en torno al año 50 d.C. Sus medidas son 41 x 22 x 23 cm.

La cabeza presenta un rostro redondeado, con boca de labios pequeños y grandes ojos. Todos estos rasgos delatan el parecido físico de Agripina, bisnieta de Octavio Augusto, con otros miembros de su familia, especialmente con su hermano Calígula y su madre Agripina la Mayor.

El peinado, característico del periodo, está dispuesto en la parte delantera a base de ondulaciones, a ambos lados de una raya central, que se resuelven a su vez sobre la frente en otros pequeños rizos en forma de caracol. Estos se hallan elaborados de forma monótona, con uso claro del trépano en la parte central.

 

Fotografías del Museo Arqueológico Nacional (MAN) y del Museo Provincial de Huelva

 

FUENTES: Con información del Museo Arqueológico Nacional (MAN) de Madrid. LE GALL, Joël y Marcel LE GLAY. L'Empire Romain, volumen III, París, 1987, pp. 80-81 y 162-175; CASTELLANOS DE ZUBIRIA, Susana. Las Mujeres más Perversas de la Historia, Barcelona, 2009, pp. 63-71 y 82-94; LOZANO GÓMEZ, Fernando. Santuarios Tradicionales para Nuevas Divinidades: el Templo de Livia en Ramnunte, Arys: Antigüedad, Religiones y Sociedades, Norteamérica, 2002, pp. 55-56, disponible en el servicio de publicaciones de la Universidad de Huelva (UHU).

 

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