RETRATOS DE EMPERADORES (X)
SEPTIMIO SEVERO


 

 

Septimio Severo

En el año 193 los conspiradores que asesinaron a Cómodo, buscando un hombre honrado para ocupar el poder, repararon en Pertinax, y aunque inicialmente el sexagenario cónsul declinó la oferta, poco después aceptó a regañadientes, siendo aclamado por la plebe y confirmado en el cargo por el Senado. Sus objetivos eran restaurar la antigua disciplina y las exhaustas arcas públicas. Esas medidas, dirigidas al bienestar público, le acarrearon el rechazo de la guardia pretoriana, deseosa de seguir actuando sin freno como en el reinado de Cómodo. Finalmente, los pretorianos asesinaron al anciano, que tan solo había reinado 86 días, y pusieron el trono imperial en subasta. El senador Didio Juliano, como mejor postor, fue nombrado nuevo emperador.

Didio Juliano apenas tuvo tiempo de instalarse en el trono. Aceptado a regañadientes por el Senado y mal visto por la plebe, hubo de enfrentarse de inmediato al triple pronunciamiento militar de los ejércitos de Panonia, Britania y Siria, que simultáneamente aclamaron a sus respectivos jefes, todos ellos decididos a acabar con las intrigas cortesanas y la tiranía de los pretorianos. Septimio Severo, jefe del ejército de Panonia, emprendió de inmediato el camino hacia Italia para ganar por la mano a sus rivales apoderándose de Roma. Ante su proximidad, los pretorianos abandonaron a Didio Juliano, que fue asesinado, mientras Severo entraba en la ciudad sin lucha, a la cabeza de sus legiones y proclamándose vengador de Pertinax.

Septimio Severo (Leptis Magna, 146 - York, 211) llegó al poder precedido por su fama de administrador enérgico, tenaz e íntegro, dotado de una sólida formación jurídica y con la aureola de sus últimos éxitos militares. Era un hombre con grandes ansias de dominio, sin prejuicios ni tradición romana, muy africano aunque apenas vivió en su patria lepcitana (Libia). De mediana estatura y poco agraciado, fue retratado de muy diversos modos, y más frecuentemente "hiperidealizado" en respuesta a su pensamiento político y religioso, destinado a retratar al emperador como un ser extraordinario.

Su reinado fue una profunda evolución que comprometió el porvenir de Roma y del mundo romano hacia un imperio autoritario, autocrático y burocrático, y hacia un poder dominado por el ejército, que a ojos de todos aparecía como la fuerza determinante en la elección del emperador y en la vida del Imperio. Severo logró prácticamente todos sus objetivos militares, reforzando las fronteras. Asimismo, tomó medidas favorables para las clases inferiores (entre las que se reclutaba el ejército), restituyó la moral romana y luchó contra la grave corrupción que asolaba la sociedad. Sin embargo, el mal estado de la Hacienda a la muerte de Cómodo no se vio mejorado debido a los gastos militares del primer emperador de origen norteafricano.

Septimio Severo falleció a los 65 años muy debilitado por la gota. Con él se inició la dinastía de los Severos, caracterizada por los cada vez más infaustos emperadores que le sucedieron (Geta, Caracalla, Heliogábalo y Alejandro Severo; interrumpidos por Macrino, no relacionado directamente con los Severos, entre Caracalla y Heliogábalo) y los muy grandes cambios sociales y económicos que se produjeron; hasta el punto de que algunos autores hacen comenzar con esta dinastía el Imperio Tardío; otros le atribuyen el paso del Principado al Dominado; y para muchos supone, si no el comienzo, sí una fase nueva en la decadencia del Imperio.

 

La obra

Solo los primeros retratos de Septimio Severo son realistas: muestran a un militar de rasgos enérgicos, barba corta y rizada, y cabello corto y crespo, con rizos en triángulo sobre la frente. Desde el año 195, para exaltar su adopción ficticia con el divino Marco Aurelio, sus efigies acentúan su parecido con éste e incluso con Antonino Pío. Entre los años 197 y 204 hubo un nuevo cambio en el tipo de retratos: el cabello fue ordenado en cuidados bucles, con tres o cuatro sobre la frente para subrayar un parecido con Serapis; es el momento en que el emperador y toda su familia (la hizo llamar domus divina) llevan a cabo un gran viaje hasta el Alto Egipto, de donde procede un magnífico medallón pintado, conservado en Berlín. Un poco más tarde triunfó el tipo llamado de Leptis: desaparecen los bucles frontales y se alarga la barba, hendida en dos, acaso para imitar a los filósofos del entorno de su esposa Julia Domna; es el apogeo del reinado: el emperador, seguro de su poder y del futuro de su dinastía, ya no siente necesidad de asentar su autoridad en Marco Aurelio o en Serapis.

Esta impresionante cabeza de mármol (66 cm de altura), descubierta en Argelia, formó parte de una colosal estatua de Severo y pertenece al periodo en que el emperador, adepto a los cultos orientales (Julia Domna era una princesa siria y la hija de un sumo sacerdote de Baal) se retrató tomando como modelo al dios greco-egipcio Serapis (versión antropomórfica del buey Apis), con los característicos rizos "de tornillo de corcho" adornando su frente. Se trata de un retrato marcado por el barroquismo de la dinastía Antonina, por las masas oscuras del cabello y la barba en las que la luz se pierde en los complicados rizos. Con Septimio Severo, además, se acentúa el interés por el contenido psicológico del personaje, detalle sublimado por su hijo Caracalla, que abandona la larga barba y concentra la expresión en su rostro iracundo. La pieza se conserva en el Museo del Louvre.

 

Fotografía de Thierry Olivier

 

FUENTES: LE GALL, Joël y Marcel LE GLAY. L'Empire Romain, tomo III, París, 1987, pp. 451-480; BARATTE, François. "Les Portraits impériaux de Markouna et la sculpture officielle dans l’Afrique romaine", en Mélanges de l’École Française de Rome, 1983, pp. 785-815; DE KERSAUSON, Kate, Catalogue des Portraits Romains II. Portraits d'Époque Impériale, Paris, 1996, nº 164, p. 358; BENDALA GALÁN, Manuel. "El arte romano", en Ars Magna, volumen IV, Barcelona, Planeta, 2011, p. 249; ROLDÁN HERVÁS, José Manuel. Historia de Roma, Salamanca, 1995, p. 388; www.tesorillo.com

 

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