RETRATOS DE EMPERADORES (IX)
MARCO AURELIO


 

 

Marco Aurelio

Antonino Pío murió sin dejar heredero de sangre, pero su sucesión había sido organizada de antemano por Adriano, quien previó una sucesión doble y le hizo adoptar simultáneamente a Marco Annio Severo y a Lucio Ceionio Cómodo. Sin embargo, una vez emperador, Antonino Pío no respetó totalmente la voluntad de Adriano, decantándose por el hijo adoptivo de mayor edad y prometiéndolo con su propia hija. Dicho hijo era Marco Annio Severo, que a partir del año 139 tomó el nombre de Marco Aurelio (Roma, 121 - Viena, 180).

Marco Aurelio era un filósofo, no un hombre de guerras. Pese a ello y a ser un fiel seguidor de la moral estoica de Epícteto, basada fundamentalmente en la búsqueda del conocimiento y de lo correcto para lograr una vida plena y feliz, tuvo que hacer frente a revueltas de partos y germanos que amenazaron seriamente el Imperio, así como a una usurpación del trono por parte del gobernador sirio Avidio Casio, quien se autoproclamó emperador en el año 175. De todo ello, Marco Aurelio salió triunfante, si bien las guerras germanas se reanudaron en el Danubio a finales del año 177 y duraron hasta su muerte.

Aunque Marco Aurelio no dejó de dar deferencias al Senado, el declive de los poderes de la Asamblea no se detuvo durante su mandato. De hecho, las propuestas imperiales eran votadas sin enmiendas (no podía ser de otro modo con un emperador a quien tantas guerras retenían frecuentemente lejos de Roma), e incluso los consulares de Italia, creados por Adriano y suprimidos por Antonino Pío porque el Senado vio en ellos una limitación de sus competencias jurídicas, fueron reestablecidos; aunque esta vez, seguramente al ser ahora designados únicamente entre los pretorianos, el Senado los aceptó.

Marco Aurelio no fue un gran constructor, pero sí ofreció espléndidos juegos a la plebe. Creó un verdadero Registro Civil para evitar que personas de mala fe ejercieran de ciudadanos romanos sin serlo. Favoreció especialmente a los esclavos, viudas y niños, pero fue claramente hostil hacia los cristianos, tanto por declararlos inhumanos e irracionales como por la expansión de la nueva religión, que iba llegando poco a poco a todas las regiones del Imperio y a todos sus grupos sociales, incluso al ejército, y también al mundo intelectual.

Falleció a los 56 años en la antigua Vindobona. Con Marco Aurelio termina el periodo llamado de los "cinco emperadores buenos" (los cuatro anteriores fueron Nerva, Trajano, Adriano y Antonino Pío). Le sucedió su hijo Cómodo; su antítesis desde que empezó a gobernar en solitario. Era un bello joven de rubios cabellos que padeció un continuo temor a las conjuras y desconfió en particular del Senado, a quien hizo objeto de auténtico odio ya que no podía suprimirlo. Ello, unido a su desinterés por los asuntos de Estado, las muchas ejecuciones que ordenó, el carácter divino que se fue atribuyendo hasta asimilarse a Júpiter (de forma parecida a Calígula) y las duras críticas por sus apariciones en la arena como gladiador, provocó una conspiración que acabó con el asesinato de Cómodo. Su muerte supuso el fin de la dinastía Antonina, iniciada también con Nerva.

 

La obra

No encontramos mención de este monumento ecuestre en ninguna de las fuentes literarias antiguas. Lo más probable es que fuese erigido en el año 176, para conmemorar el triunfo sobre los germanos, o en el año 180, poco después de la muerte de Marco Aurelio. Eran tiempos en los que las estatuas ecuestres eran muy numerosas en la ciudad, muchas de ellas de tamaño mayor del natural como la que nos ocupa (424 cm de altura).

Se desconoce su ubicación original. Según Carlo Cea, siguiendo la hipótesis avanzada por Nardini y aceptada por Winckelmann, pudo ser el Laterano (Letrán), una antigua zona de Roma (hoy propiedad del Vaticano) que, hasta su expropiación por Nerón, perteneció a la familia Plautii Laterani, de ahí su nombre. Otras hipótesis apuntan al Foro Romano y a la plaza con templo dinástico que rodeaba la Columna Antonina.

En el año 1538 fue trasladada a la Plaza del Capitolio, cuyas trazas corrieron a cargo de Miguel Ángel, quien además diseñó un pedestal para la figura. Entre los años 1981 y 1988 fue sometida a un delicado proceso de restauración para frenar una grave corrosión y restañar varias grietas localizadas en las piernas. Durante dicha intervención quedaron al descubierto restos dorados en algunas partes. En el año 1990 se decidió trasladarla al Museo Capitolino para una mejor conservación bajo condiciones ambientales controladas. Ante las protestas de los romanos, en la Plaza del Capitolio se colocó una copia fiel del original.

Modelo para obras posteriores, se trata de la única estatua en bronce que se conserva de un emperador romano del periodo pre-cristiano, ya que el resto fueron fundidas para hacer esculturas cristianas. Carlo Cea fue quien atribuyó la salvación del monumento a la identificación errónea de Marco Aurelio con Constantino, legalizador del cristianismo. Precisamente, fue Constantino también el que donó Letrán para el culto cristiano.

 

Fotografía de Andrea Puggioni

 

FUENTES: Con información de los Museos Capitolinos de Roma. LE GALL, Joël y Marcel LE GLAY. L'Empire Romain, volumen III, París, 1987, pp. 371-398.

 

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