EL GRECO. IV CENTENARIO (XXIX)
AUTORRETRATO

Con información de Leticia Ruiz Gómez


 

 

Tras formar parte en el pasado de colecciones madrileñas, este extraordinario cuadro (óleo sobre lienzo, 52,7 x 46,7 cm) pasó a su sede actual, el Metropolitan Museum de Nueva York, como legado de Joseph Pulitzer. La firma apócrifa fue borrada en el año 1947 con ocasión de una restauración.

Tradicionalmente considerado como un autorretrato del pintor, se identifica con el "retrato de mi padre" citado por Jorge Manuel en el Inventario de 1621. Hay quien ha conjeturado que el pintor se habría autorretratado como un San Pablo o un San Pedro con vestimenta laica, idea sugestiva pero no convincente.

Es uno de los retratos más incisivos de El Greco, realizado hacia finales de los años 90 del siglo XVI o incluso algo después (hacia 1600). Son notables sus afinidades con otros posibles autorretratos del pintor, como el que aparece en el Entierro del Conde de Orgaz, con la mirada dirigida al espectador, o en los más tardíos Desposorios de la Virgen de Bucarest y Adoración de los Pastores del Museo Nacional del Prado de Madrid, ambos fechables en los primeros años de la década de 1610.

El retratado viste un elegante abrigo con forro de piel, que hace pensar en la vida ahora lujosa del pintor. El rostro posee gran interés por los rasgos marcados, vivaces, extremadamente expresivos. Una mirada curiosa, sorprendida, divertida, que revela todo su interés por la vida y el orgullo de su profesión a los 60 años de edad. Diáfano y flaco, con grandes orejas y labios ligeramente violáceos, el rostro aparece fuertemente iluminado por una fuente de luz que se refleja en el cuello de piel.

Son los años en los cuales el artista cretense, instalado en el gran taller situado en las casas de los Villena en Toledo, está inundado de encargos, como los memorables cuadros para el colegio agustino de doña María de Aragón, en Madrid, los numerosos lienzos sacros de variadas temáticas y los retratos para los clientes toledanos; años en los que El Greco tiene que luchar con una clientela difícil, presta a cerrar la bolsa y a rebajar los pagos, y explotando encima una iconografía no del todo ortodoxa.

Entre dichos lienzos sacros figura El Salvador, una de las iconografías más populares del Greco que muestra a Cristo de medio cuerpo, mirando directamente hacia el espectador con la mano derecha levantada en señal de bendición, siguiendo la composición tradicional. La mejor versión se conserva en la National Gallery de Edimburgo (imagen inferior, hacia 1600); aunque es una obra tardía, recuerda los iconos bizantinos de juventud del pintor, quien incluye una esfera de cristal o globo que representa el mundo. Su pincelada fluida y el uso extensivo de blanco transmiten admirablemente la idea de luz divina. La pintura puede haber formado parte de una serie que representaba a Cristo y los doce apóstoles, como ocurre con otra versión del tema con participación de taller (hacia 1608-1614), ahora en El Prado, que procede de Almadrones (Guadalajara). Otras versiones de interés se hallan en la Casa-Museo del Greco en Toledo y en la Galería Parmeggiani de Reggio Emilia.

 

 

FUENTES: AA.VV. El Greco, volumen 5 de "Los Grandes Genios del Arte", publicado en el rotativo Corriere della Sera, Milán, 2003, p. 128; RUIZ GÓMEZ, Leticia. El Greco en el Museo Nacional del Prado. Catálogo Razonado, Museo Nacional del Prado de Madrid, 2007, p. 128.

 

Noticia Relacionada en este

Anterior Entrega en este

 

Volver          Principal

www.lahornacina.com