EL GRECO. IV CENTENARIO (XXVIII)
LOS DESPOSORIOS DE LA VIRGEN

Con información de Francisco Javier Caballero Bernabé y Jesús Abades


 

 

El Museo Nacional de Arte de Rumania en Bucarest conserva tres obras del Greco: El Martirio de San Mauricio, versión de la pieza maestra que se encuentra en el monasterio del Escorial cuya autenticidad sigue siendo controvertida -mientras que Wethey sospecha que sería copia del hijo del artista, Jorge Manuel, la mayoría de los expertos (Cossío, Mayer, Busuioceanu) cree, sin embargo, que se trata de una auténtica obra del Greco, opinión reforzada por la restauración realizada por Simona Predescu en 1993-; La Adoración de los Pastores, pintada entre los años 1612 y 1614 para el colegio madrileño de doña María de Aragón; y el cuadro Los Desposorios de la Virgen, también de la misma fecha, cuya autenticidad es ampliamente reconocida.

Esta obra inacabada, única en la trayectoria del Greco, tiene su fundamento en los evangelios apócrifos y en la Leyenda Dorada de Jacobo de la Vorágine, donde se cuenta el suceso de la vara florida que sirvió para designar a San José como esposo de María. El Greco, sin embargo, omite estos detalles y dando muestras de de su enorme capacidad inventiva y renovadora, a pesar de lo avanzado de su edad, crea una de las escenas más brillantes y coloristas de sus años finales. Es muy representativa de la época final del artista cretense, cuando la figura tiende a la desmaterialización por medio de la luz y el color.

El Greco realiza una versión libre del tema en este óleo sobre lienzo (110 x 183 cm), pues presenta a San José joven, frente a los textos apócrifos que le describen como una persona de mayor edad. La acción transcurre en el interior de un templo, del que intuimos el fondo columnario que, a pesar de la abstracción con que se ejecuta, crea la referencia escenográfica necesaria para la ubicación espacial, lo que supone además una alusión simbólica al templo de Jerusalén donde se educa la Virgen. El fondo contrasta con el detallismo de la solería, que ayuda a introducir tanto al espectador como a ubicar a los personajes.

A pesar de la fuerte abstracción con que se resuelve la composición, el conjunto se ajusta a uno de los esquemas más simétricos y equilibrados del Greco, quien concede todo el protagonismo a unas figuras centrales que, reducidas a la gran mancha cromática de los ropajes, adoptan la forma propia de la estilización de su etapa final, como también podemos observar en el mutilado lienzo La Visitación del Dumbarton Oaks Museum de Washington (imagen inferior), originalmente de contorno circular al ser pintado para el techo de la capilla de Isabel de Ovalle en el templo toledano de San Vicente, aunque se duda si finalmente fue instalado. Al igual que María y José de Los Desposorios, los cuerpos de la Virgen y Santa Isabel de La Visitación son gigantescos y casi espectrales, enfatizando el cretense la naturaleza etérea e intemporal del mundo bíblico; propósito también del arte bizantino, en cuya tradición icónica se forjó su aprendizaje artístico.

El rostro de la Virgen responde a la fisonomía femenina que ya creará años atrás. El sumo sacerdote hace la apariencia de Dios Padre, de larga barba cana, apariencia a la que El Greco nos tiene acostumbrados en obras como las distintas composiciones del Bautismo de Cristo; tras él, vuelve a colarse el anciano que clava su mirada en el espectador y en el que volvemos a reconocer la presencia distante y escéptica del propio pintor.

 

 

FUENTES: http://pinturasdiversas-demeza.blogspot.com.es; CABALLERO BERNABÉ, Francisco Javier. "Algunos aspectos de la figura humana en la pintura de El Greco", en Espacio, Tiempo y Forma, serie VII, tomo 8, UNED, 1995, p. 49; CABALLERO BERNABÉ, Francisco Javier. "Algunos temas contrarreformistas de la pintura de El Greco", en Espacio, Tiempo y Forma, serie VII, tomo 12, UNED, 1999, p. 98.

 

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