EL GRECO. IV CENTENARIO (III)
VISTA DE TOLEDO

Mario Alonso Aguado


 

 

El recién estrenado 2014 aspira a convertirse en Año Greco por antonomasia. El pasado 18 de enero las antiguas campanas de Toledo ofrecieron durante cincuenta minutos un bello concierto sinfónico, acompañado por un espectáculo nocturno de fuegos artificiales secuenciados, con el que dieron la bienvenida a una amplia programación de actos, exposiciones, conferencias, simposios, etcétera, que convertirán a la ciudad de Toledo en epicentro de la cultura europea, con motivo de conmemorarse el IV Centenario de la muerte de Doménikos Theotekópoulos, el llamado "Griego de Toledo". Un pintor que hoy conocemos como El Greco y que en el año 1577, procedente de Italia, recaló en la Ciudad Imperial hallando en ella refugio y asiento seguro. Toledo fue el lugar ideal en el que sus alargadas pinceladas fueron valoradas, a pesar de que el mismísimo rey Felipe II le repudió como artista principal de la Corte.

El enigmático pintor debió quedar prendado de la magia de Toledo, del influyo de sus cielos y de la eternidad de sus murallas. Embebido andaría por el laberinto de sus tortuosas y estrechas callejuelas, entre enlosados y empedrados, topándose con iglesias, palacetes y conventos. Uno de aquellos conventos era precisamente el de la Merced, el que los mercedarios poseían puesto bajo la advocación de Santa Catalina. Una comunidad de frailes cuya fundación legendaria se retrotrae hasta 1260, año en que habría sido instituida por San Pedro Pascual. Aunque lo que se considera más cierto es que no aparece citado en un documento alguno hasta 1291. El convento, bastante notable, agrandado y reedificado en diversas ocasiones, tuvo larga vida. Desgraciadamente fue uno de los edificios ocupados por las tropas francesas en 1808, incendiado y saqueado, destrozaron y robaron muchas de sus preciadas joyas y sus valiosas obras artísticas. La desamortización de 1835 acabó definitivamente con la presencia mercedaria en Toledo, convirtiendo lo poco que quedaba de su edificio en presidio, paradojas del destino: una casa de frailes redentores convertida en cárcel. En el mismo solar que ocupó antaño el convento mercedario hoy se alza el Palacio de la Diputación Provincial de Toledo.

Sin duda que los mercedarios toledanos conocieron a El Greco y a su obra pictórica. Por fortuna conservamos un manuscrito titulado Registro del Archivo del Convento de Toledo, escrito por el teólogo mercedario Agustín de Arqués en 1785, de contenido misceláneo, tiene bastante información sobre el arte que poseía el convento y su iglesia. Al describir la capilla denominada del crucifijo refiere: "Al salir de la sacristía al claustro, se halla una capilla con su reja de madera, en cuyo altar hay una hermosa pintura del crucifijo hecha por Dominico Greco, en el nicho principal, circuido de pinturas de otros santos, del mismo pincel.” En idéntico año, Don Antonio Ponz en su famosa obra Viaje de España, alaba la pintura del crucifijo del Greco existente en la Merced toledana afirmando que “es de lo más bien hecho por Dominico Greco".

Pero no quería yo ahora reparar en esas obras de El Greco que adornaban el convento mercedario de Toledo, si no en otras que fueron novedosas en la época en la que el pintor cretense desplegaba su ingenio: sus paisajes. En efecto, se le considera un precursor de pinturas paisajísticas ya que su vasta cultura le hacía conocedor de las corrientes nórdicas del paisaje panorámico, como Brueghel y de los artistas flamencos que trabajaban en Roma cuando él residió allí entre 1570 y 1576. De hecho, varios cuadros suyos de temática religiosa, dedicados a Cristo crucificado, a la Virgen María, a San José u otros santos, incluían el paisaje de Toledo al fondo. Pero no solo eso, varias de sus obras estaban dedicadas de lleno al panorama paisajístico: Vista y Plano de Toledo (imagen inferior), Vista de Toledo o Laocoonte y sus Hijos. Paisajes aislados que le hacen valedor del título de primer paisajista de la historia del arte español. En varios de ellos El Greco reprodujo la fachada del convento mercedario toledano, vista sobre la Vega Baja; con una estructura muy similar a la que actualmente tiene el edificio de la Diputación Provincial: un cuerpo rectangular central y cuatro torres en sus ángulos. Una planta muy aproximada a la que delineó en 1882 Don José Reinoso en su Plano-Guía de Toledo.

De entre los diversos paisajes toledanos de El Greco destaca, sin duda, la antes citada Vista de Toledo, del Metropolitan Museum of Art de Nueva York, Estados Unidos. Un óleo sobre lienzo (121,3 x 108,6 cm) datado entre 1595-1600. Vemos en él a un Toledo atormentado, fantasmagórico, místico, plasmado en esos cielos castellanos plenos de agitación, tensión y hasta de éxtasis. La silueta de los edificios se recorta sobre esas nubes, iluminándose por efecto de la tormenta. Una exaltación de la Ciudad Imperial de finales del siglo XVI, momento en que dejó de ser capital, decayendo su poder con el traslado de la Corte a Madrid. Un estilo que se vislumbra aquí, el manierismo, alcanzando en el Renacimiento las más altas cotas de expresión con el alargamiento y redimensionalidad de las formas.

A nadie deja indiferente la genialidad o anomalía de la obra de El Greco, son muchos los que le consideran como un autor adelantado a su tiempo, un genio precursor del impresionismo, un cubista 300 años antes de la aparición del cubismo. Son evidentes, a título de ejemplo, los paralelismos existentes entre Vista de Toledo de El Greco y La Noche Estrellada de Van Gogh. Ambas obras, con sus fuertes contrastes, sus amplias manchas y su gran abstracción están entre las mejores representaciones del cielo de todo el arte occidental.

 

 

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