LA OBRA DE JUAN GONZÁLEZ MORENO (VI)
RELIEVES DEL SANTUARIO DE LA FUENSANTA - MURCIA

Alejandro Romero Cabrera


 

Es indudable que conforman una obra llena de delicadeza, elegancia y espiritualidad. Todo lo mejor de Juan González Moreno queda reflejado en estos relieves, los cuales otorgan al interior del Santuario de la Patrona de Murcia una elegancia, suntuosidad y armonía conseguidas en muy pocos templos españoles.

González Moreno no sólo talló los relieves, también participó en el diseño, tallado y policromado de las partes decorativas de todos los exquisitos retablos que los enmarcan. Así mismo, también salieron de sus manos los magníficos putti de mármol negro que sostienen los frontones de las puertas de la sacristía y el camarín, los querubines de madera que sostienen el coro alto y los que decoran las puertas que dan acceso al presbiterio.

Si bien el santuario antes de los disturbios de la Guerra Civil era un templo barroco al uso, con sus capillas llenas de distintos retablos, cada uno con un santo, en la reconstrucción llevada a cabo durante los años 40, 50 y 60, la Junta de Fábrica decidió que la única imagen de bulto redondo del templo fuera la Virgen de la Fuensanta y que todas las escenas que iban a quedar plasmadas en relieves, frescos y vidrieras giraran en torno a la vida de la Virgen y a la devoción de los murcianos a su Patrona.

El recorrido comienza en el retablo mayor, cuyos relieves también son de González Moreno. En el ático aparece la Natividad de la Virgen, y en las calles cóncavas laterales, de izquierda a derecha y de arriba abajo, la Anunciación, el Sueño de San José, los Desposorios y la Visitación. El siguiente relieve que hay, ya en las naves laterales, es el de de la Adoración de los Pastores. La escena del Nacimiento se quiso suprimir para simbolizarla en la propia visión gloriosa de la Virgen con el Niño en el camarín (la propia Virgen de la Fuensanta).

El magnífico retablo mayor de la Fuensanta fue adjudicado a un afamado y conocido retablista granadino, que hizo un trabajo impecable y muy brillante, pero no exento de polémica, ya que los tallistas murcianos protestaron por el hecho de no ser ellos los que construyeran el nuevo retablo para su Patrona. Al final, el retablo y el expositor se hicieron en Granada, dejando la hechura del camarín a los tallistas murcianos. El maestro Antonio Carrión Valverde hizo el precioso trono estable de la Virgen y la recubrición del camarín hasta llegar al cornisamento. Debido a su fallecimiento, la bóveda del camarín fue terminada por otros tallistas.

Uno de los relieves más conseguidos es el de la Huída a Egipto. Siempre me ha cautivado la ternura de la imagen de la Virgen dando de mamar al Niño y la melancolía reinante en todo el conjunto. Es magnífico el trabajo de estofado, especialmente en el cielo, ya que permite, según donde lo contemplemos, que lo veamos dorado como si fuera un amanecer, o azul intenso como si fuera pleno día.

Elegantísimo es el relieve de la Presentación de Jesús en el Templo. Una copia de la figura femenina que sostiene entre sus manos la tórtola del sacrificio, realizada por el escultor, se halla en manos particulares.

También son francamente grandiosos los relieves ovalados que nos encontramos al llegar al transepto del Santuario de la Virgen de la Fuensanta: la Asunción de la Virgen María y la Coronación de la Virgen. En el primero, la figura de María, sentada sobre nubes, es elevada a los cielos por el Espíritu Santo mediante unos bellísimos ángeles mancebos que la sostienen. Otro detalle exquisito es que los dos primeros ángeles del fondo que escoltan a la Virgen van sosteniendo con sus manos las de la Señora. El ajuste de la composición al marco, con las nubes, las grandes alas de los mancebos, etcétera, es realmente magistral.

Respecto al relieve de la Coronación de la Virgen, al igual que ocurre con el de la Asunción de María, podemos resaltar la grandiosidad de la composición, posturas y gestos, así como la elegantísima belleza de los dos ángeles mancebos que sostienen y muestran a la Señora, cuya belleza ya no es la delicada del resto de relieves, sino la sobrenatural debida a este glorioso momento.

En todos los relieves destaca, entre otras muchas cosas, el tratamiento del estofado, exquisita y variadamente empleado en casi todas las superficies (salvo las carnaciones, naturalmente), lo que les proporciona esa brillantez tan característica. Un relajado paseo por el interior del santuario permite siempre disfrutar de todos estos detalles técnicos y religiosos, como ese San José, tantas veces representado con gesto abstraido o melancólico.

Otro elemento a destacar es la decoración en madera tallada y dorada que recubre todas las pilastras del santuario. Tampoco es algo usual, no son las consabidas rocallas ni los dibujos geométricos, sino una manierista suerte de elementos arquitectónicos, animales, vegetales, decorativos, etcétera, que están magistralmente diseñados y realizados y que siempre pasan desapercibidos en todas las descripciones del edificio. Un detalle precioso de estas pilastras es que, en todas ellas, por encima del Via Crucis aparece en pan de plata una cascada de agua (haciendo alusión al nombre de la Virgen), que se repite en el trono del Camarín, a los pies de la venerada imagen.

 

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