Cierto es que está muy orgulloso de su antepasado Antonio Castillo Lastrucci, que incluso cambió su segundo apellido para subrayar la herencia de su arte y que tiene entre manos un ambicioso libro sobre la trayectoria del mismo, por no hablar de sus muchas charlas y conferencias sobre ella, pero resulta ya cansina tanta comparanza a la hora de tratar la obra de este escultor.

No cabe duda -al contrario, resulta lo más lógico- que las creaciones de Jesús Méndez Lastrucci (Sevilla, 1971) beben del estilo de su antecesor en el oficio escultórico, tanto en fisonomía como en ejecución técnica -no en vano, casi todas las restauraciones de su mano efectuadas sobre piezas de Castillo son las mejores-, pero no debemos olvidar que Méndez Lastrucci está desarrollando desde hace tiempo, sobre todo desde la pasada década, una impronta bastante personal que, a la hora de buscar patrón, podríamos hallarlo en los modelos del siglo XVIII seguidores del estilo roldanesco.

Ejemplo de lo anterior son el espléndido San José (2003) presentado en la Bienal de Imaginería de Higuera de la Sierra (Huelva), el bello San Juan Evangelista (2006) para la Cofradía del Buen Amor (Tarragona) o el majestuoso Nazareno del Gran Poder y los Desamparados (2004), poco conocido pese a su fama en Valencia.