BOUGUEREAU: EL JARDÍN DE LAS DELICIAS
EL PRIMER DUELO

29/10/2025


 

 

El primer duelo (1888) es una pintura (óleo sobre lienzo, 252 x 203 cm) que refleja diversos matices del dolor. En ella podemos ver a Adán y a Eva ante el cuerpo de su hijo Abel, el bueno y el noble, que murió a manos de su hermano Caín. Ninguno de los dos observa al cadáver, el dolor se comparte en un abrazo, pero cada uno lo vive hacia adentro, ensimismados y con los ojos cerrados.

Al igual que otras analizadas anteriormente en el especial, esta pintura, además, resulta muy personal para Bouguereau, quien poco tiempo antes de realizarla había perdido a su segundo hijo. Tanto los personajes como el artista están lidiando ante una pérdida que ni siquiera tiene un nombre, como la viudez o la orfandad, puesto que no existe una palabra para nombrar a quien ha perdido a un hijo. No existe un vocablo para designar algo que casi parece antinatural, una pérdida que rompe tiempos y jerarquías.

Concebida como una Piedad, esta obra es conocida también por el título "El despertar de la tristeza", lo que constituye un juego de palabras, ya que al fondo vemos el despertar de un nuevo día, el amanecer tras la muerte de Abel, la primera muerte humana. La imagen plasmada por Bouguereau es verdaderamente desgarradora, provocando en el espectador una profunda compasión por la pareja en duelo. El dolor se magnifica aún más en este cuadro por el hecho de que su hijo no solo murió, sino que fue asesinado por su otro hijo, Caín, lo que constituye también el primer asesinato en la historia de la humanidad según los textos bíblicos.

La obra es propiedad del Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires (MNBA). Bouguereau la envió, junto a un conjunto de pinturas realizadas en los últimos años, a la Exposición Universal de 1889.

Para este momento, Bouguereau era uno de los artistas más célebres de Francia, con un éxito de mercado sin precedentes que convirtió su caso en un verdadero fenómeno comercial, sobre todo en Estados Unidos e Inglaterra. Su carrera, cimentada año tras año en la Academia, era un aval inapelable al que se sumaba la gran fascinación que despertaba su pintura entre las burguesías adquisidoras del Viejo y del Nuevo Mundo. Estas pueden ser algunas de las claves para entender por qué esta obra se transformó en un objeto de deseo para su adquisidor argentino, Francisco Uriburu, en la última década del siglo XIX.

 

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FUENTES

BALDASARRE, María Isabel, Los dueños del arte. Coleccionismo y consumo cultural en Buenos Aires, Buenos Aires, Edhasa, 2006, pp. 152-153 y 155.

TAPIA BERNAL, Luis Miguel. "La importancia de la oralidad en los procesos del duelo y del dolor. Unas miradas a la comunidad y la individualidad", en La cultura del silencio, Ciudad de México, Scriptoria, 2025, pp. 105-106.

 

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